El equipo médico seguía trabajando frenéticamente, pero él no podía apartar la mirada de la mujer. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba allí? Su mente se llenó de recuerdos fragmentados: una promesa rota, un sacrificio desesperado.
La mujer inclinó la cabeza hacia él y susurró: "Tienes que volver. Tu equipo te necesita". Sus palabras resonaron en su alma, y sintió una conexión inexplicable con ella. ¿Cómo sabía lo que estaba pensando?
El joven cerró los ojos y se concentró en su equipo. Recordó sus risas, sus peleas, su camaradería. Eran su familia, y no podía abandonarlos. Con un último esfuerzo, se aferró a la vida y abrió los ojos.
La mujer sonrió, y sus ojos brillaron con gratitud. "Bien hecho", dijo. "Ahora, ve y lucha por ellos". Y con eso, desapareció, dejando al joven con una determinación feroz.
Se levantó, ignorando el dolor punzante en su cuerpo. Miró a su alrededor y vio a su equipo observándolo con asombro. "¡Estás de vuelta!", exclamó su mejor amigo. "Pensamos que te habíamos perdido".
El joven sonrió. No podía explicar lo que había sucedido, pero sabía que tenía una segunda oportunidad. Se acercó a su equipo y prometió que nunca los abandonaría de nuevo.
Y así, la historia continuó, entrelazando los mundos de la realidad y lo desconocido. El joven llevaba consigo el recuerdo de la misteriosa mujer, y su determinación nunca flaqueó. Juntos, enfrentaron desafíos imposibles y demostraron que el amor y la lealtad podían trascender incluso la muerte.
M. D. Álvarez
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