Al llegar a casa, el aroma de la comida recién hecha inundó sus fosas nasales. Ella lo esperaba en la mesa, radiante y con una sonrisa pícara. Conversaron animadamente mientras disfrutaban de la cena, cada palabra cargada de una sensualidad latente.
Ella se levantó de la mesa y, con movimientos lentos y sensuales, se acercó a él. Le susurró palabras al oído, llenas de promesas y deseo. Sus manos recorrieron su cuerpo, encendiendo una llama de pasión que no podía ser apagada.
Lo condujo hacia el dormitorio, donde la luz tenue de las velas creaba una atmósfera íntima y romántica. Ella se quitó la ropa con movimientos lentos y seductores, revelando un cuerpo perfecto que lo dejó sin aliento.
Se entregaron a la pasión con una intensidad que solo se puede sentir en el amor verdadero. Exploraron cada centímetro del cuerpo del otro, entregándose al placer sin inhibiciones.
Alcanzaron el clímax juntos, en una explosión de éxtasis que los dejó temblando. Se acurrucaron uno junto al otro, exhaustos pero satisfechos, sabiendo que habían compartido un momento mágico que nunca olvidarían.
M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario