Su promontorio se encontraba en la lengua del troll, uno de los mejores y más maravillosos miradores desde donde tenía a la vista todos los confines de su territorio, un mundo lleno de amor y alegría donde habitaban tanto las musas como los humanos.
Él era un humano muy especial, dominaba la técnica de narrar historias que aparecían ante los habitantes, quienes disfrutaban de su verbo florido e inigualable.
Un buen día, el narrador de historias vio a quien podría ser su sucesora, la tomó bajo su tutela y le mostró el potencial que tenía en su mente llena de mundos inagotables y ancestrales, donde criaturas de otra era podrían coexistir con los habitantes de la Lengua del Troll.
M. D. Álvarez
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