Nada más entrar en la sala, supo que ella estaba allí; su olor era embriagador, aunque también detectó otro olor, era de terror. Sabía que era una trampa, pero no podía dejarla sola. Recorrió toda la sala hasta situarse detrás de ella.
- No debiste venir -dijo ella apesadumbrada cuando notó su presencia detrás suya.
Sabía que era una trampa, aunque con su sola presencia era capaz de sortear todas las trampas que le pusieran.
.
Ella giró lentamente, sus ojos oscuros clavados en los suyos. La habitación parecía más pequeña ahora, como si el aire se hubiera vuelto denso y opresivo. Él no podía apartar la mirada de ella, a pesar de la advertencia silenciosa que le transmitían sus instintos.
- ¿Por qué estás aquí? -preguntó ella con voz suave, pero llena de peligro.
Él no tenía una respuesta coherente. Solo sabía que no podía dejarla sola en este lugar maldito. La trampa se cerraba a su alrededor, pero su determinación era inquebrantable.
- No puedo dejarte enfrentarte a esto sola -respondió él, su corazón latiendo con fuerza.
Ella sonrió, una sonrisa triste y hermosa. Extendió la mano hacia él, y él la tomó sin dudarlo. Juntos, enfrentarían lo que fuera que acechaba en las sombras.
Continuará...
M. D. Álvarez
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