Un buen día decidió detenerse en un puente y acertó a pasar una dulce joven que le preguntó de dónde venía y hacia dónde se dirigía; él no supo qué decirle, aún traumatizado por el trato vejatorio de la que creía su amada.
Ella vio su tribulación y le ofreció un lugar donde quedarse. Pasaron meses, quizás años, hasta que él volvió a confiar y le ofreció su corazón antes roto, pero gracias a los cuidados de ella volvía a latir con más fuerza. Ella lo aceptó de todo corazón. Ahora viven juntos para amarse y cuidarse mutuamente.
M. D. Álvarez
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