El peor de los horrores está a punto de acontecer en aquel pobre muchacho, que no se le había perdido nada en aquel bosque tenebroso.
Un crujido lo alertó, pero no tuvo suficiente tiempo para reaccionar; el suelo desapareció bajo sus pies y había caído en una trampa para osos. Las estacas hirieron su cuerpo, pero seguía vivo.
Escuchó otro crujido, alguien o algo se acercaba hacia el agujero. Su terror se iba incrementando cuando vio asomarse un imponente y majestuoso hombre lobo que lo miró con hambre y curiosidad.
Un silbido en el bosque y aquel licántropo desapareció, pero volvieron los crujidos y una rama grande asomó, dejándola caer a modo de escalera. El hombre lobo descendió y lo sacó con mimo.
Una vez arriba, vio a una damisela parada al lado de aquel increíble hombre lobo. Perdió el conocimiento y cuando despertó, estaba en el hospital. Al lado, su madre lo miraba compungida. .
Asustado, preguntó: ¿Dónde está la damisela?
¿Qué damisela, hijo? Te encontraron en los límites del bosque viejo, estabas herido, pero alguien te vendó las heridas. Si no hubiera sido así, estarías muerto.
El joven, cabizbajo, no dijo nada más. Nadie le creería que un monstruo y su guardiana lo habían salvado.
M. D. Álvarez
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