De un solo impulso logró sortear la altura de seis metros con la gran suerte de atrapar al vigía. Aquella era una misión de rescate. Sus amigos contaban con él y esperaban llegar a tiempo para liberarlos. Dejó la mochila en una cueva cercana y comenzó a trepar por el acantilado hasta la fortaleza donde estaban retenidos sus amigos.
Le quedaban alrededor de 20 metros cuando se dio cuenta de que había un pequeño promontorio donde podía anclar cuerdas para poder descender hasta sus amigos.
No le fue difícil reducir a la guarnición, su gran estatura y su fortaleza física le daban ventaja sobre los demás. Encontró a sus amigos en la sala central, estaban sanos y salvos. Se alegraron al verlo llegar, sabían que él nunca los abandonaría.
Los fue bajando desde el promontorio a pulso hasta el pie del acantilado. Los llevó a la cueva donde había dejado la mochila cargada de bombonas de oxígeno. Tocaba bucear hasta el submarino que los esperaba sumergido..
Su naturaleza anfibia lo facultaba para respirar bajo el agua, por lo que no necesitaba la bombona de oxígeno. Cuando llegaron a la base, ella lo esperaba en el laboratorio donde estudiaba; su naturaleza era un ejemplar magnífico y lo tenía todo para ella.
M. D. Álvarez
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