La bañera era de porcelana fina sobre cuatro patas de león doradas. Era muy especial para él, su baño diario lo relajaba para enfrentarse a la vida diaria.
El agua caliente hizo que bajara la guardia, ni se percató de que ella había entrado; solo un leve roce de su mano lo sacó de su estado de paz.
Cuando abrió los ojos, vio que ella estaba sobre él. No tuvo tiempo de protestar, ella conseguía que perdiera el control. De pronto, alguien tocó a la puerta y ella lo sumergió en el agua.
Su relación había sido una carrera de obstáculos y todavía no había acabado. La persona que había llamado a la puerta era uno de sus mejores amigos, que se disculpó por haber entrado y se retiró.
Él aún bajo el agua había estado jugueteando con los pechos de ella, que lujuriosamente disfrutaba con sus caricias. El agua ya estaba fría cuando la explosión de éxtasis los llevó a un clímax de pasión desmedida. De pronto ella le dijo "te veo esta noche" y salió de aquella preciosa bañera.
M. D. Álvarez
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