miércoles, 16 de octubre de 2024

El licántropo.

Su especie era verdaderamente peligrosa y salvaje. Él era un ejemplo de agresividad y tenacidad. Sus ataques a los moradores de las tinieblas eran aterradores y salvajes; sus víctimas no lo veían llegar y, cuando se daban cuenta, no tenían escapatoria: eran eliminadas por él. Si último ataque lo perturbó un poco, se trataba de una especie mucho más peligrosa que el
 
La criatura acechaba en las sombras, sus ojos brillando con una intensidad sobrenatural. Su piel escamosa reflejaba la luz de la luna, y sus garras afiladas dejaban marcas profundas en la tierra. Los moradores de las tinieblas, acostumbrados a enfrentar peligros, temblaban ante su presencia.

El último ataque había sido devastador. El, un cazador de criaturas sobrenaturales, había perdido a su compañero en la lucha contra esta bestia. Ahora, solo y herido, se encontraba en una encrucijada. ¿Debería seguir persiguiendo al monstruo o retirarse antes de que fuera demasiado tarde?

Sabía que esta especie era diferente. No solo era más peligrosa, sino también más inteligente. Se movía con astucia, evitando las trampas que él había preparado. ¿Qué motivaba a esta criatura? ¿Por qué atacaba a los moradores de las tinieblas? Las preguntas lo atormentaban mientras seguía su rastro.

La luna llena iluminaba el bosque cuando encontró una pista. Huellas frescas en el suelo indicaban que la bestia estaba cerca. Se adentró más en la espesura, su corazón latiendo con fuerza. No podía permitirse fallar esta vez. 

Él era el último cazador de moradores de las penumbras y el último licántropo con conciencia. No podía permitir que aquella criatura saliera del bosque.

M. D. Álvarez

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