El jinete lo miró de arriba a abajo y dijo, riéndose a su dragón: "Devuélvesela, o te va a dar un mandoble con su sable y te abrirá la cabeza".
Su hermanita lo miraba con cara de asombro; no había visto a su hermano tan enfadado. El dragón devolvió la preciosa muñequita a su dueña, que la recogió con cuidado de la boca del dragón. Estaba inmaculada y corrió al patio de su casa con la muñequita agarrada con fuerza. Mientras, su joven hermano se quedaba vigilando con torva mirada, hasta que el jinete tiró de las riendas y el dragón se elevó, alejándose en dirección al palacio.
El hermano suspiró al ver cómo el dragón se alejaba, sintiendo un mezcla de alivio y orgullo. Su hermanita regresó, sonriendo con la muñequita en brazos. "Eres mi héroe", le dijo, abrazándolo fuerte.
Él sonrió, prometiéndose a sí mismo que siempre la protegería, sin importar cuán grandes fueran los dragones.
M. D. Álvarez
Este relato está dedicado a mi hermano pequeño, Angel V. Álvarez, a quien espero sorprender el día de su cumpleaños con un relato basado en una ilustración suya.
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