Mientras él dormía, ella canturreaba dichosa y feliz. Los dos estaban unidos por un amor recíproco e indestructible.
Cada noche era diferente, se amaban con pasión y ternura, dejándolo a él exhausto y agotado. Por eso, ella le dejaba dormir para que pudiera reponer energías.
Su amor trascendía todo lo inimaginable. Se conocieron siendo niños y ahora que eran adultos, además de amigos, eran amantes.
Explorando sus cuerpos con ternura, acariciando la piel del otro, llegaron a conocerse tan íntimamente que ya no podían estar el uno sin la otra.
M. D. Álvarez
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