Aquellos enormes ojos azules le suplicaban que terminara con su sufrimiento.
No podía soportar la sensación de agobio y presión; sabía que si no lograba controlar su furia interna, ésta se abriría paso a través de su cuerpo y la lastimaría a ella, y eso sería imperdonable para él.
Pero ella tenía miedo de perder a la única persona que la amaba tal como era, y ella también lo amaba con sus cambios de humor y su furia desatada.
Su único consuelo era mantenerlo aislado hasta que le pasara y calmara su genio.
M. D. Álvarez
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