Deseaba con toda su alma vivir junto a ella, su alma gemela, pero si titubeaba, moriría sin remisión. Se llevó el vaso a los labios y bebió sin miedo. La bebida tenía un sabor entre dulce y picante.
Sintió cómo el líquido bajaba por su garganta, llenándolo de un calor abrasador y sintiendo un dolor inigualable.
Ella lo mantenía abrazado, sintiendo el calor que emanaba de él. No lo soltó, permaneció a su lado.
Pasados unos minutos, el dolor cesó y aquel calor abrasador disminuyó. Le hicieron un análisis de sangre para comprobar su estado. Al fin llegó el día y asistieron los dos.
El doctor le dio buenas noticias: la hepatitis de tipo B estaba remitiendo, pero todavía quedaba un largo camino por transitar, aunque lo harían juntos. Ella lo sostendría cuando lo necesitara y él la protegería con todas sus fuerzas.
M. D. Alvarez
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