Ahora había desaparecido en combate, lo daban por muerto, aunque ella sabía que no estaba muerto, sino cautivo. Preso por algo que le habían ordenado otros, que permanecían a salvo de los opresores, mientras a él le torturaban y maltrataban.
Ella fue en su busca, removió cielo y tierra hasta que lo encontró encadenado y medio muerto. Los torturadores no conocian el dolor que le habían impuesto pero ella los destrozó uno a uno por lo que le habían hecho a su compañero.
Los torturadores no conocían el dolor que le habían impuesto, pero ella los destrozó uno a uno por lo que le habían hecho a su compañero. Su venganza fue aterradora, pero cuando acabó con ellos se volvió junto a él. Aún tenía un atisbo de vida y debía llevarlo a un hospital. Allí curarían sus heridas, aunque las psicológicas las curarían ambos con los hilos que los unían aún más estrechamente, volvían a confiar entre sí.
M. D. Alvarez
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