Como tantas veces había hecho de niño, volvió a zambullirse en las cristalinas aguas del cosmos, para no volver jamás.
Por fin había completado su transformación en Tritón. Ya no volvería a pisar tierra firme, no lo echaría de menos; siempre se sintió incómodo, como fuera de lugar.
Estaba en su elemento de origen: las inmensas aguas del universo entero eran ahora su hogar y lo acogían de nuevo en su inmensidad para perderse en el oscuro, pero a la vez luminoso hogar en las estrellas.
M. D. Alvarez
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