Las tacitas, de un gusto refinado, estaban decoradas con los mismos motivos. La saqué en raras ocasiones, como en esta ocasión en la que la había invitado a tomar una taza de té.
Ella disfrutó tomando el té y observando los bellos detalles de la tetera. Llevábamos saliendo alrededor de un mes hasta que me decidí a invitarla a mi casa.
Yo había perdido a mi madre en un proceso doloroso que me la arrebató en el plazo de 5 meses.
M. D. Álvarez
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