sábado, 7 de septiembre de 2024

10 años sin dormir bien.

Llevaba años sin dormir bien. Me había convertido en una de las criaturas que describía en mis relatos: taciturna, irascible, pendenciera. Sin ningún respeto por mi integridad mental.

Solo hizo falta echar un vistazo al mundo exterior para darme cuenta de lo que me estaba perdiendo, y la mirada de ella fue suficiente para fundirme en sus brazos y dormir como un lirón.

La luz del amanecer se filtraba por las cortinas, pintando el cuarto de un tono dorado. Ella seguía dormida a mi lado, su respiración tranquila y regular. Me pregunté cómo había llegado hasta aquí, cómo una mirada casual en un café había desencadenado este cambio en mi vida.

Cada día, descubría algo nuevo sobre ella. Su risa, su pasión por la música clásica, su amor por los libros antiguos. Me sentía como una exploradora en un mundo desconocido, desenterrando tesoros escondidos.

Pero también había secretos. Pequeñas grietas en su sonrisa, momentos de tristeza en sus ojos. A veces, cuando creía que no la veía, miraba al horizonte con una expresión lejana. ¿Qué escondía? ¿Qué demonios la atormentaban en las noches silenciosas?

Decidí no preguntar. No quería romper la magia que teníamos. En lugar de eso, la abracé con más fuerza, prometiéndome a mí misma que estaría allí para ella, sin importar qué.

M. D. Álvarez. 

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