domingo, 1 de septiembre de 2024

La bestia indomable.

El fuego ardía en sus venas cuando la veía pasear por el parque. La pasión que sentía por ella era tan intensa que no podía dejar de mirarla. Aquella noche la siguió y vio cómo la atacaban. No pudo contener su rabia y despedazó a los asaltantes. Cuando la observó, vio que no había miedo, no le temía. Acarició su densa melena y le besó en la mejilla. Era su bestia indomable la que la había salvado la vida.

La bestia indomable la llevó a un lugar oculto en el bosque, donde la luna brillaba entre las ramas de los árboles. Allí, la pasión que ardía en su interior se desató sin restricciones. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, y sus cuerpos se fundieron en un abrazo desesperado. La bestia tenía cicatrices de batallas pasadas, pero ella no le temía. En cambio, acarició cada marca con ternura, como si quisiera sanarlas con su amor.

La noche se convirtió en un torbellino de sensaciones: susurros, gemidos y la promesa de un deseo incontrolable. La bestia la miró a los ojos, y en ese momento, ella supo que no era un simple hombre. Era algo más antiguo, más salvaje. Algo que había estado esperando por ella durante siglos.

M. D.  Álvarez 


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