jueves, 5 de septiembre de 2024

Un ángel para ella.

Él le susurraba palabras de amor mientras ella le acariciaba sus cicatrices; cada herida que recibía era curada por sus hábiles manos. 

Pero al ver las dos grandes cicatrices en su espalda, se asustó y le preguntó: ¿Y esas cicatrices? 

-No es nada del otro mundo, dijo él quitándole hierro. 

-¿Pero cómo te las hiciste? 

Él no quería hablar de ello, le traía amargos recuerdos. Solo le dijo que fueron hechas al mismo tiempo. "Un día te lo contaré, aún no estoy preparado", le dijo con un rictus de tristeza.

Ella acarició también aquellas cicatrices y él se estremeció al sentir su contacto. Pasaron un par de meses y un día él se lo contó todo. 

Llegó a este mundo atraído por una luz intensa que ella irradiaba, esa luz hizo que abandonara los cielos. 

Cuando llegó aún era muy débil y fue atrapado por una banda de malechores que vieron sus grandes alas y se las cortaron salvajemente. 

Después de aquello tuvo que hacerse más fuerte y rápido para poder alcanzarla. Ella corría como una gacela.

Al escuchar todo lo que él le estaba contando, se enamoró aún más. Adoraba todas sus cicatrices y fue besando cada una de ellas.

Había alcanzado su destino y no lo soltaría jamás.

El tiempo pasó y los dos amantes se encontraban cada día más unidos. Sus risas resonaban en el pequeño refugio que habían construido juntos en lo más profundo del bosque. Allí, rodeados de árboles centenarios y el canto de los pájaros, compartían sus sueños y secretos.

Una tarde, mientras caminaban por el sendero que llevaba al arroyo cercano, ella le preguntó sobre las cicatrices en su espalda. Aunque él había compartido parte de su historia, aún no había revelado el origen de esas marcas.

Él la miró con ternura y tomó su mano. -Es hora de que sepas la verdad, dijo con voz suave. -Mis alas fueron arrancadas cuando llegué a este mundo. Pero no fue solo por malechores. Fue por algo más grande.

Ella lo miró con curiosidad. -¿Más grande? ¿Qué quieres decir?.

Él la llevó hasta una roca junto al arroyo y se sentaron. -Cuando era un ser celestial, vivía en los cielos. Pero un día, vi una luz tan brillante que no pude resistirme. Era tu luz, la que irradiabas desde la Tierra.

Ella parpadeó sorprendida. -¿Mi luz?

Asintió. -Sí. Tu alma brillaba con una intensidad que me atrajo hacia aquí. Pero cuando llegué, fui atrapado por aquellos malechores. Me cortaron las alas y me dejaron herido.

Ella acarició su mejilla. -¿Y por qué luchaste tanto por alcanzarme?

-Porque sabía que mi destino estaba contigo”, respondió. -Tú eras mi razón para estar aquí. Así que me hice más fuerte, más rápido. Cada cicatriz en mi espalda es un recordatorio de esa lucha.

Ella lo besó suavemente. -No importa las cicatrices que tengas. Eres valiente y hermoso.

Los días se volvieron semanas, y las semanas meses. Su amor crecía con cada amanecer y cada atardecer. Pero él seguía ocultando algo, algo que pesaba en su corazón.

Una noche, mientras la luna llena iluminaba el bosque, él la llevó al claro donde habían compartido su primer beso. Las estrellas titilaban como diamantes en el cielo.

-¿Recuerdas cuando te conté sobre mis alas?, comenzó. -Hay algo más que debes saber.

Ella asintió, preocupada. -¿Qué es?.

-Cuando mis alas fueron cortadas, no solo perdí la capacidad de volar, dijo con voz temblorosa. -También perdí parte de mi esencia celestial. Mi tiempo en la Tierra tiene un límite.

Ella lo miró con tristeza. -¿Qué quieres decir?

-Significa que no puedo quedarme aquí para siempre”, explicó. -Mis heridas nunca sanaron por completo. Y ahora, siento que mi tiempo se agota.

Las lágrimas llenaron los ojos de ella. -No puedes irte. No sin mí.

Él la abrazó con fuerza. -No quiero irme, pero es inevitable. Sin embargo, hay una forma de que podamos estar juntos.

-¿Cómo?

-Volar juntos una última vez”, dijo. -En la próxima luna llena, cuando mi esencia celestial esté en su punto más alto, podré recuperar mis alas por un breve instante. Podremos volar juntos hacia las estrellas.

Ella sonrió, aunque las lágrimas seguían cayendo. -Entonces volaremos juntos, sin importar el tiempo que tengamos.

La luna llena llegó, y él extendió sus alas rotas. Ella lo miró con asombro mientras él la tomaba en sus brazos. Juntos, se elevaron hacia el cielo, dejando atrás el bosque y la Tierra.

Las estrellas los rodearon, y él la besó con pasión. -Te amo, susurró.

-Y yo a ti, respondió ella.

Volaban más alto, más rápido. El tiempo parecía detenerse mientras sus almas se entrelazaban, fusionándose en un amor eterno que perduraría en los libros de los celestiales.


M. D. Alvarez 

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