Bajo aquel árbol sombrío y seco, lleno de telarañas grises, se encontraba la criatura más hermosa de todas las aparecidas en los mundos oscuros y caóticos.
Su pelaje dorado le daba la apariencia de una invulnerabilidad inquebrantable. Era un hombre lobo de pelo dorado. Parecía muy joven, pero a sus espaldas cargaba un gran bagaje de sabiduría. Su espíritu era indomable, salvaje, pero tenía todo el saber a su disposición.
Y digo que parecía joven, porque le gustaba correr por la estepa, riscos, montes y praderas de los mundos umbrosos y oscuros. Bajo el influjo de la luna llena, aullaba por su partida del cielo.
Había nacido en un universo oscuro y sombrío, pero añoraba la luz aún sin conocerla.
M. D. Alvarez
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