Todas las noches se las pasaba durmiendo junto a su dueña, velando su sueño, hasta que un día detectó que algo iba mal. La lamió con ternura y ella se despertó. Suavemente acarició sus orejitas, pero él lamía insistentemente su vientre.
A la mañana siguiente, ella fue al médico, le detectaron un tipo de cáncer muy agresivo. Gracias a él, lo habían detectado en un estadio muy precoz. Siempre había cuidado de ella y seguiría haciéndolo.
Era un amor incondicional y sin reservas. A ella le gustaba verlo correr y retozar como un lobo manso con su dueña, y protector frente a los demás. Y lo único que él quería eran las dulces caricias de su dueña, por ellas él se volvió manso y dócil.
M. D. Álvarez
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