No sabía que reaccionaría así: se arrojaría al abismo para no dañarla, pero ella fue en su busca y lo halló medio muerto en lo más profundo de aquella sima.
Ya en el hospital, lo colmó de besos y caricias hasta que, pasados unos días, salió del estado de coma. La vio a su lado y supo que no se separaría jamás de su lado...
La recuperación fue lenta pero constante. Él se aferraba a ella como si fuera su ancla en un mundo incierto. Cada día, ella le leía fragmentos de libros, susurros de poesía y cuentos de aventuras. Sus ojos se encontraban en cada palabra compartida, y él se perdía en su voz suave.
Una tarde, mientras el sol se filtraba por la ventana de la habitación del hospital, ella le confesó su secreto. "Soy una viajera del tiempo", dijo. "Vengo de un futuro donde la humanidad está al borde de la extinción. Te necesito para cambiar el curso de la historia".
Él la miró incrédulo, pero su corazón latía con fuerza. ¿Cómo podría resistirse a una mujer que lo había salvado y ahora le pedía que cambiara el destino del mundo? Juntos, comenzaron a planear su misión: encontrar la llave que abriría las puertas del tiempo y alteraría el futuro.
Así, entre besos robados y promesas susurradas, su amor se entrelazó con la trama del tiempo. Y mientras el mundo giraba a su alrededor, ellos se aferraban a su amor como única certeza en un universo en constante cambio.
M. D. Álvarez
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