Estaba subida en una escalera cuando sintió que alguien la sujetaba por la cintura; era una sensación que la había acompañado desde el día en que él desapareció sin dejar rastro.
Ella se encargó de cuidar su jazmín azul, al que había cambiado de maceta y colocado en el balcón donde recibía el sol justo.
Cuando él regresara, la encontraría en la casa que compartían; todavía había esperanza de que volviera.
No sabía por qué había desaparecido, pero estaba segura de que no había sido por ella. Algo le impedía regresar, aunque sabía que volvería por ella.
Un día, mientras cuidaba su jazmín azul, ella escuchó un ruido familiar en la puerta. Su corazón comenzó a latir con fuerza y se apresuró a abrir. Allí estaba él, de pie en el umbral, con una sonrisa tímida en el rostro.
No podía creerlo. Después de tantos años, había regresado. Se abrazaron con fuerza, las lágrimas brotando de sus ojos. No importaba por qué había desaparecido, lo importante era que estaba de vuelta.
A partir de ese día, la casa se llenó de nuevo de alegría y risas. El jazmín azul floreció como nunca antes, como si celebrara el regreso del amor verdadero.
Ella nunca supo qué había obligado a su amado a alejarse, pero eso ya no importaba. Lo importante era que estaba de vuelta con ella, y eso era todo lo que importaba.
M. D. Álvarez
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