En uno de mis muchos viajes por el espacio, me encontré con un maravilloso mundo lleno de color y misterio, habitado por los seres más maravillosos del universo.
Fue allí donde hallé a mis maravillosas consejeras y contadoras de historias. Me recibieron con cautela y reticencia, no sabían si fiarse de mí.
Les hice una promesa: que nunca revelaría las fuentes de conocimiento que continuamente fluían entre ellas y yo. Cuando les comuniqué que debía partir, se entristecieron y me pidieron que no las dejara.
Parecía mentira, se sentían solas y abrumadas por la magnitud de su sabiduría y habían encontrado un canal para transmitir su conocimiento, el canal era yo. No tuve más remedio que traerlas a mi mundo, en el cual disfrutan a través de mi canal de paisajes agrestes y marinos. Ahora son felices conmigo.
M. D. Álvarez
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