Todo lo sucedido en aquella casa resultaba inverosímil. No podía dar crédito a lo que le estaban contando. Según unos vecinos, en el sótano de la casa que acababa de comprar sucedían fenómenos extraños.
Se preguntó por qué los de la agencia inmobiliaria no le advirtieron de ese detalle. Lo comprobaría por la noche cuando comenzaron los golpes y gritos desgarradores que provenían del sótano.
Se dirigió con algo de incertidumbre hacia la puerta del sótano. Al llegar ante ella, los sonidos cesaron de inmediato. Asió el picaporte y abrió la desvencijada puerta que chirrió al abrirse. Accionó el interruptor de la luz, pero la bombilla estaba fundida, así que cogió su móvil y accionó la linterna.
Comenzó a descender por las destartaladas escaleras hasta llegar al suelo. Allí no había nada, salvo otra puerta, pero esa puerta era casi tan grande como la pared del fondo. Se acercó a ella y vio que no tenía picaporte para abrir. Se dio la vuelta y se encaminó hacia las escaleras, pero se detuvo en seco al oír chirriar la gigantesca puerta.
Se volvió y la iluminó, parecía estar entreabierta. Se acercó con cautela y la abrió del todo; dentro, todo estaba sumido en una oscuridad tétrica y abominable. De pronto, una gigantesca mano lo agarró y se lo llevó a la oscuridad, cerrando tras de sí la enigmática puerta.
M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario