Sus intensos ojos azules lo hacían sensible a la luz diurna, por eso se mantenía en la penumbra del bosque negro. Solo salía a cazar por las noches, pero no abandonaba la seguridad de su amado bosque, el cual le proporcionaba cobijo y comida.
Todos aquellos incautos que se internaban en la floresta eran su alimento. Un día se encontró con una hermosa criatura de ojos verdes que se internó en su territorio cargada con una mochila.
La siguió a distancia y vio cómo montaba una tienda de campaña y preparaba una hoguera. Se dispuso a preparar un refrigerio cuando lo vio en el linde del claro, pero no se asustó, le llamó la atención su impresionante aspecto.
Lo invitó a acercarse, titubeó, ella era comida, pero había algo que lo atraía de aquella joven. Ella insistió, él reticente avanzó cauteloso y se sentó a su lado. Ella le ofreció algo de comer, él dubitativo lo olisqueó y probó, no estaba mal.
Mientras él probaba lo que ella le había ofrecido, ella lo observaba con curiosidad. Incluso se atrevió a acariciar su denso pelaje, lo que hizo que él se estremeciera. Nadie nunca le había acariciado, era una sensación agradable y placentera.
M. D. Álvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario