viernes, 30 de mayo de 2025

Una noche muy especial.

Su férreo apetito por sus labios lo volvía loco; deseaba llegar a casa para saborearlos con verdadero placer. Ella adoraba cuando él llegaba; sabía que la esperaba una tarde de besos placenteros y suaves, y si la noche era propicia, harían el amor.
¡Me encanta el comienzo! Tiene una energía intensa y romántica que atrapa al lector de inmediato. La tensión entre el deseo y la anticipación es palpable, y ya se siente la conexión emocional entre los personajes. Aquí tienes una posible continuación que podría seguir esa línea:

El tráfico se arrastraba por las calles, y cada semáforo en rojo era una tortura para él. Se imaginaba cómo sería ese primer beso, el roce de sus labios, el sabor a fresa de su bálsamo labial, la suavidad de su piel. La idea lo hacía sonreír mientras apretaba el volante con fuerza.

Cuando finalmente llegó a casa, el corazón le latía con fuerza. Abrió la puerta y el aroma del café recién hecho llenó el aire. Ella estaba en la cocina, con su cabello suelto cayendo sobre sus hombros, y una blusa que parecía resaltar cada curva de su figura.

—¡Hola! —dijo ella con una sonrisa radiante—. Te estaba esperando.

Él cruzó la habitación en un instante, cerrando la distancia entre ellos. Sin pensarlo dos veces, tomó su rostro entre sus manos y la besó con una pasión contenida. Sus labios se encontraron en un roce suave pero lleno de promesas, como si cada beso fuera un pacto secreto entre ellos.

Ella respondió al beso con fervor, sus manos se enredaron en su cabello mientras lo acercaba más a ella. El mundo exterior se desvaneció; solo existían ellos dos en ese momento perfecto.

—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó ella cuando finalmente se separaron, sus ojos brillando con complicidad.

—Largo —respondió él—. Pero ahora estoy aquí… contigo.

Ella sonrió y le ofreció una taza de café humeante. Él aceptó, disfrutando del calor que emanaba de la cerámica contra sus manos. 

—¿Sabes? Estaba pensando en lo que haremos esta noche —dijo ella con un guiño travieso—. Tengo algunas ideas…

Él dejó caer la taza sobre la mesa y se acercó a ella nuevamente, tomando su cintura con firmeza.

—Te escucho —dijo con voz grave—. Pero antes de cualquier cosa… quiero más de esos besos.

Con esa declaración, volvió a inclinarse hacia ella, esta vez con más urgencia, como si cada beso los acercara más a desatar esa pasión reprimida que había estado creciendo entre ellos.

M. D. Álvarez 

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