Había algo que no encajaba en aquella situación. Cuatro de los cinco presos que se hallaban encerrados en una celda estaban muertos, y el quinto se encontraba a las puertas de la muerte. La escena fue grabada por tres cámaras, pero no se aprecia nada, salvo que uno tras otro van cayendo, salvajemente y brutalmente golpeados por lo que parece ser una sombra descomunal.
Al menos no atacó a ninguno de los guardias que se hallaban al otro lado de los barrotes, quienes asistían aterrorizados a tan salvaje asesinato de cinco de los más sanguinarios, crueles y desalmados asesinos en serie de la historia de la humanidad.
Aquella sombra se había ensañado de forma aterradora; parecía querer asimilar toda la crueldad de las cinco malas bestias que aterrorizaron las calles de todo el planeta. Y yo me pregunto: ¿se ha hecho justicia o ha aparecido otro monstruo?
No sé cómo va a acabar este caso; creo que no muy bien. Pero no adelantemos acontecimientos.
Capítulo I
La muerte de Rachel.
Walter recurrió a mí cuando recibió la llamada del alcalde de Nueva Orleans. Al parecer, había aparecido un nuevo depredador que se dedicaba a cazar asesinos en serie. Quería verme de inmediato y, cuando me disponía a salir, Rachel trató de retenerme; tenía un mal pálpito, pero le dije que no se preocupara, que no iba a aceptar el caso. La besé de forma cariñosa: una en la frente, otra en la nariz y, por último, en los labios.
Una hora más tarde, me hallaba en el centro penitenciario para presos extremadamente peligrosos, junto a Walter.
—Víctor, esto se grabó hace una semana. ¿Qué ves?
—Primero va a por el que representa la amenaza potencial más peligrosa. Denota inteligencia. Con el último le faltó tiempo. ¿Ves lo que hace el guardia? Está sacando el arma; ahí es cuando desaparece.
—Pero no se ve nada, salvo esa enorme sombra. Necesitamos tu ayuda.
—Es un asesino psicópata y muy astuto. Pero, muy a mi pesar, no puedo aceptar este caso; se lo prometí a Rachel.
—A propósito, ¿qué tal está tu querida esposa?
—Preocupada, ha tenido una mala corazonada y no está nada tranquila.
—Víctor, cuida muy bien de ella y no te preocupes por este caso. De momento, solo ha eliminado a cinco de los peores asesinos en serie.
—Eso es lo que me preocupa. Te dejo, que voy a recoger a Rachel; le prometí llevarla de compras.
Mientras me dirigía hacia casa, recibí una llamada de Walter que me decía que no fuera a casa, que había pasado una desgracia y que fuera al hospital Sant Macius.
Cuando llegué, lo vi en su mirada. Nadia me abrazó, llorando desconsolada. No paraba de decir que no era justo, en la flor de la vida.
Trataron de impedirme que la viera una vez más, pero tenía que verla de nuevo.
Walter estaba al lado de la camilla. Me dijo que era mejor que no la viera; se habían ensañado con ella.
—¿Quién ha sido? —pregunté con un odio cerval en la mirada.
—No se sabe aún. Hay varios testigos que presenciaron el ataque, pero juran y perjuran que no vieron al atacante. Tan solo...
—¿Tan solo qué? —pregunté con ira.
—Vieron cernirse sobre ella una descomunal sombra.
Capítulo II
El hallazgo.
Había pasado del desconcierto a la desesperación en cuestión de horas. A primera hora de la mañana, me despedía de Rachel y ahora no podía soportar no volver a verla. No lograba conciliar el sueño. Nadia se encargó de los preparativos del funeral. Yo no podía pensar en nada.
Transcurridas un par de semanas después del funeral, recibí la visita de mi hermana Nadia.
—Vamos, Víctor, a ella no le gustaría verte así, tirado y sin levantar cabeza.
—¿Y qué quieres que haga? La echo mucho de menos y no soy nada sin ella —dije, enrabietado.
—Lo sé, Víctor. Te propongo un trato. ¿Por qué no coges toda esa rabia y la utilizas para atrapar al asesino de Rachel?
Las palabras de Nadia fueron un acicate para mí. El asesino de mi esposa no podía escapar como si nada. Además, algo había cambiado en su modus operandi. Al principio, había liquidado a los asesinos en serie más peligrosos, pero ahora había asesinado a una inocente, mi esposa, y eso no se lo perdonaría jamás.
Este sería mi primer caso como detective psíquico. Rachel me regaló su don justo en el momento de dejar este mundo y lo utilizaría para cazar a su asesino. Tenía que ir al lugar donde todo comenzó.
Una semana más tarde, nos presentamos los dos y el alcaide no puso ningún reparo en que inspeccionáramos la celda donde habían ocurrido los hechos. Lo primero que percibí fue una gran opresión en el pecho, pero también tuve la sensación de que no estábamos solos. Fue como si algo o alguien se hubiera quedado atrás para observar lo que ocurría.
De pronto, apareció en mi mente. Pude vislumbrar cómo se había colado.
—Walter, ¿cuántos guardias custodian las celdas?
—Tres, ¿por qué?
—Ya sé cómo entró esa sombra. Necesito ver otra vez las cintas de seguridad del día de autos.
—Bien.
—Ves lo que yo veo.
—¿Si no me dices lo que estás mirando?
—Hay cuatro carceleros; ves la sombra del cuarto celador. Permanece oculto, sabe dónde está el punto ciego. Y justo en este preciso instante surge esa descomunal sombra que está proyectada desde el cuarto vigilante. Puede pasar hasta el momento en que desaparece la sombra.
—Aquí vuelve a su rincón. A ver si es tan listo. Esta prisión tiene cámaras de seguridad en los pasillos, entradas y salidas, ¿no?
—Sí, señor.
—Veamos qué hacen nuestros carceleros. Tres permanecen como ausentes, pero el cuarto sale corriendo. Aquí, este es el asesino de la sombra. ¿Alguien lo reconoce?
—No, no es uno de nuestros centinelas —dijo el alcaide Samuel W. Stanford.
—Walter, tenéis el sistema de reconocimiento facial, pásales esta imagen para ver si hay algún resultado.
—Enseguida, Víctor. A ver si hay suerte.
Al cabo de tres días, hubo un resultado: el asesino era Azarian Visby, pero había un problema: Visby llevaba muerto diez años.
—Walter, ¿puedes pasarme el informe forense de Azarian Visby?
—Sí, claro, aquí lo tienes. ¿Qué es lo que buscas?
—No sé, algo como esto —le dije, señalando un tatuaje en el antebrazo de Azarian Visby—. Este es el auténtico Azarian Visby y no está muerto. Lleva el mismo tatuaje en idéntico lugar, además de este lunar en el cuello.
—Ahora solo nos queda exhumar el cadáver de Azarian Visby para descartar un hermano gemelo.
—Has visto esto, Walter. Azarian vivía en las calles, pero estaba extremadamente limpio, bien cuidado y, fíjate, las uñas, menuda manicura. ¿Cuál fue el motivo de su muerte?
—Es un misterio, los forenses no pudieron dictaminar las causas de la muerte y lo clasificaron como muerte súbita. Vamos, ya tengo la orden de exhumación de los restos de Azarian Visby. ¿Qué crees que encontraremos?
—No lo sé. Puede que a Azarian o no.
Al abrir el ataúd, no hallamos nada salvo una nota que decía:
“No estoy muerto, pero pronto sabréis de mí.”
—¿Hay algún asesinato inexplicable después del 14 de febrero de 1994?
—¿Por qué después de esa fecha?
—Porque ese día fue enterrado Azarian Visby y, el mismo día, surgió la sombra.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Ese mismo día murió Andrei Romanovich Chikatilo, el mayor asesino en serie de la historia, a quien supongo que conoces como el Carnicero de Rostov. No ha sido pura casualidad. Toda la maldad de Chikatilo se concentró en Azarian Visby, convirtiéndose en su sombra para seguir asesinando, acrecentando su sombra y su nombre.
Capítulo III
Tendiendo la trampa.
—Ahora solo nos falta encontrarlo y atraparlo, pero no va a ser tan fácil. Tendremos que ser más listos que él y creo que ya sé cómo atraparlo.
—Tú dirás.
—Acabáis de detener a John Wayne Gacy, el payaso asesino, ¿no?
—Sí, y fue toda una suerte.
—Yo que tú lo divulgaría a los cuatro vientos. Si algo sé de estos asesinos es que no soportan que les hagan sombra. Y mucho menos que les adjudiquen sus hazañas.
—¿Estás sugiriéndome que lo ponga como cebo?
—Bueno. Ya sé por qué te quiere Nadia. A veces tienes una chispa de inteligencia.
Al cabo de tres días, Walter daba la rueda de prensa con todo lujo de detalles sobre cómo había sido atrapado el famoso asesino payaso, también conocido como Pogo, a quien achacó varios de los asesinatos de la Sombra.
No tardó más de una semana en picar el anzuelo. Azarian Visby se presentó con la acreditación del guardia carcelario Robert Taylor, quien había aparecido liquidado en su casa. La trampa estaba a punto de cerrarse.
John Wayne Gacy es el verdadero nombre del asesino. Se encuentra encerrado en una celda de aislamiento y completamente a oscuras. Lo encerramos así porque deduje que Azarian solo podía dejar salir a la Sombra a plena luz del día, y en la oscuridad no hay sombras.
Walter y otros cuatro guardias de seguridad llevan puestas gafas de visión nocturna para inmovilizar a Azarian. Para evitar que vea un solo rayo de luz, le colocan un casco que sellan de tal forma que no se filtrará un solo resquicio de luz.
Capítulo IV
¿Por qué pasó?
Antes de concluir este caso, he de decir que me resultó terriblemente doloroso ver al asesino de mi esposa vivo y no poder darle una soberana paliza. Aún no sé cómo me controlé.
Todavía no he podido descifrar cómo logró agenciarse con la sombra de Andrei Romanovich Chikatilo, pero me han permitido interrogarle y no pararé hasta sacárselo.
—Hola, Azarian, tú no me conoces, pero me has destrozado la vida. Antes de que te encierren de por vida, he de hacerte unas preguntas.
—Te conozco, Víctor Vorodier. Sé más de tu vida que tú de la mía.
—¿Chikatilo? —pregunté incrédulo.
Antes de dedicarme a detective privado, había sido policía y me habían asignado el caso de la víctima nº 54. Me pusieron al mando de la Unidad de Crímenes Sangrientos, que estaba formada por 600 detectives, que recabaron todos los hechos y pruebas. Pero solo yo fui capaz de encajar las piezas del puzle y acabar con la detención del Carnicero de Rostov.
Y ahora me vienen a la mente sus últimas palabras al concluir el juicio:
“Sufrirás con la pérdida de tus seres más queridos y sabrás que he sido yo desde el otro lado.”
El alma de Chikatilo se había ido alimentando de las almas más crueles y despiadadas después de colarse en el cadáver de Azarian Visby, pero eran tales las ansias de probar la sangre de la única víctima que sabía que no podría soportar perder: la de Rachel, mi mujer.
Todo había sido una cruel y despiadada venganza de un ser monstruoso que juró vengarse de su captor.
Azarian Visby fue condenado a la pena de muerte por el asesinato de 20 personas, entre las que se encontraba mi mujer. Y espero que Andrei Chikatilo se pudra en el infierno, donde deberá pagar por todos los crímenes, hasta que el averno se hiele.
Desde aquel día, he tenido que acostumbrarme a sobrevivir sin mi otra mitad. Ella murió porque yo atrapé al mayor asesino en serie del planeta, y este juró matar a la persona que más amaba. Así concluye el caso número uno del detective Víctor Vorodier.
M. D. Álvarez