lunes, 30 de junio de 2025

La galleta. (R.E.C.)

—Vuela, príncipe, vuela —gritó el chiquillo,  lanzando su galleta Príncipe de Bequelar. La galleta voló en un ángulo de 30° efectuando una curva parabólica, pero fue interceptada por un cachorro de lobo que dio un gran salto y atrapó la galleta, devorándola. 

Tras el cachorro de lobo apareció una preciosa niñita que, con sus regordetas manitas, agarró al adorable lobito. El niño, sorprendido, se acercó con cuidado. 

—No muerde —dijo la chiquilla—. Es mi amigo —dijo, acariciando la mullida cabecita del lobito, que, con los restos de la galleta, se deshacía en lametones hacia su dueña. 

—Puedo —dijo el niño, ofreciéndole otra galleta.

M. D. Álvarez 

domingo, 29 de junio de 2025

En lo más profundo de la jungla.

En lo más profundo de aquella gigantesca selva habitaba una extraña criatura que convivía en simbiosis con la naturaleza. Era su guardián; la selva lo respetaba y cuidaba de él. El lugar donde dormía era un pequeño cubil para la gran envergadura que él tenía, pero para dormir calentito, con todo su hermoso pelo, era más que suficiente. 

Un día, él observó a unos exploradores; había uno que le llamó poderosamente la atención por su larga cabellera de pelo rojo. Lo observó con detenimiento, acercándose sin ser visto y oliendo su cabello sin que ella se diera cuenta. Cogía algunas de sus cosas sin que se percataran. Percibió el disgusto de ella al notar que faltaba un pequeño artefacto circular que él se había llevado el día anterior. Al percibir su tristeza, cogió una de sus más hermosas flores cultivadas en el corazón mismo de su selva. Ella se sorprendió al ver aquella maravillosa flor en su mochila; era un tipo de flor que nunca había visto. Se quedó despierta para saber quién le había dejado aquella hermosa flor. Cuando lo vio surgir de la floresta, no daba crédito a sus ojos: era un adorable hombre lobo con el pelaje más maravilloso que ella había visto. 

Se incorporó cuando él se agachaba para dejarle otro presente. Al verse descubierto, quiso huir, pero ella lo agarró de su garra. "No tengas tanta prisa", dijo ella en un susurro; no quería que su equipo lo viera. Ya conocía a la corporación para la que trabajaba: si descubría algo extraordinario, lo cogía y lo destruía para quedarse con lo que merecía la pena.

Por eso, cuando lo vio, su interés científico dejó de ser necesario y lo llevó fuera del perímetro.

—Si te quedas aquí, te descubrirán y no te gustará lo que te harán —le dijo.  —Como si me entendieras — se dijo para sí.  

Pero él pareció entenderla y la invitó a seguirlo. A cada paso que daba la selva parecía recobrar su energía 

M. D. Álvarez 

Excursión.

Manuel decidió saltarse la merienda cuando iba de exploración al bosque que había al lado de su casa, siempre seguido de su mejor amiguita, que lo acompañaba como un perrillo. Ella no tenía hermanos mayores y él se sentía responsable de ella. Por eso, cuando salía de excursión, iba a buscarla a su casa; la encontraba fuera, sentada en las escaleras. Su cara, que era un poema, cambiaba por completo en cuanto lo veía.

Entraba corriendo en casa y gritaba: "¡Mamá, papá! Me voy con Manuel de excursión", y los dos dejaban de discutir y se asomaban al porche a despedir a su pequeña.

M. D. Álvarez 

sábado, 28 de junio de 2025

El amor y el trabajo en el campo.

Con el sudor de su frente, siguió arengando a su pobre caballo para que tirara con más brío de aquel pesado arado y así surcar los mansos prados que esperaban ser hoyados por el majestuoso arado que, como guadaña, iba abriendo en la tierra cortantes surcos donde su áureo portador plantaba las frágiles semillas, hasta que su noble montura se topó con una magna roca. 

Él, sudoroso, se dirigió hacia la gran roca que impedía arar tan bellos y adorables campos y, con un pico que alzó con sus fuertes brazos, golpeó sin piedad la gran roca. Mientras ella lo observaba desde la casa, su amor por ella lograba dejar atrás su honorabilidad y gallardía; solo era tierno y cortés con ella, mientras que para el resto era hosco y temerario.

La vio asomarse al porche y, al llamarlo, él se encaminó con paso lento en dirección al pozo, donde se refrescó y se dirigió a su casa, donde ella lo esperaba con la mesa puesta. Él la cogió por la cintura y la besó dulcemente en el cuello. Mientras separaba la silla de la mesa, la sentó con ternura y se encargó de cuidar de ella. Él cogía el perolo del fuego y le servía con delicadeza un cucharón del más exquisito estofado que ella le había cocinado. Después, se sirvió él, sentándose a la mesa. Disfrutaron de una comida llena de sonrisas y gestos cómplices.

M. D. Álvarez 

viernes, 27 de junio de 2025

El rugido del Shihur.

Sus osamentas adornaban su madriguera, pero aquel bravo Shihur lo perseguía. Se había llevado a su adorada; sabía que seguía con vida, pues los de su calaña no mataban, solo herían para, después, al morir sus presas, despojarlas de su carne y vísceras, y lucir sus gáciles osamentas. 

Mal sabía aquel despiadado Gharuhon que había atrapado a la favorita de aquel joven y gallardo Shihur, que lo seguía de cerca. Su madriguera, llena de huesos, no lo amedrentarían; localizaría a su dueña y daría muerte al desalmado Gharuhon. 

Se sorprendió al ver que la Shihur había desaparecido; aún estando herida, no habría llegado lejos. Nada sabía del joven y aguerrido Shihur; cuando la encontró, no supo lo que le caía encima: el salvaje ataque que ejecutó la joven criatura para defender a su hembra fue brutal y despiadado. 

Daría un ejemplo con los demás Gharuhons: nadie toca a su amada y adorada hembra. Tras despedazarlo, lanzó un rugido salvaje de reafirmación. 

Después, la cogió con cariño en brazos y se la llevó a su guarida, donde la cubrió de besos y atenciones; ella siempre fue su prioridad.

M. D. Álvarez 

jueves, 26 de junio de 2025

Justicia salvaje.

Los pillaron retozando dulce y acarameladamente en plena pradera, donde pensaban que la hierba cubría sus cuerpos. Él la besaba con ternura desmedida, mientras ella lo cubría de caricias e insinuaba sus deseos a su semental, que dócilmente la acariciaba con deseo. 

Los encontraron en plena faena los cazadores, con lividinosos y lascivos deseos. Los separaron y dejaron inconsciente con una piedra al joven aguerrido, que se debatía por proteger a su compañera, dejando mal parados a siete de los veinte cazadores que terminaron de desfogarse con ella de las formas más salvajes. 

Cuando terminaron, los dejaron tirados. Ella, malamente, se arrastró hacia donde permanecía inconsciente su amado, lo besó con dulzura y cubrió la brecha de su cabeza. Cuando él recuperó el conocimiento, se avergonzó por no haber logrado defenderla de aquellos salvajes. 

Ella lo retuvo; sabía que su sangre ardía de furia, los encontraría a cada uno y les haría pagar los abusos a los que habían sometido a su novia. Pero lo principal era llevarla al hospital. 

La cogió en brazos y la llevó hasta donde habían dejado su vehículo. Ella estaba preocupada por su herida, que no dejaba de sangrar. Una vez en el hospital, los médicos la atendieron y a él le cosieron la herida. Cuando estuvieron en la habitación, ella le pidió que se quedara, que no quería estar sola.  

Él permaneció a su lado hasta que se durmió. Lo que tenía que hacer no debía saberlo, pues la conocía y sabía que no aprobaría tal acción.  

Volvió al lugar del crimen y buscó pruebas. Logró encontrar varios indicios de al menos 10 individuos, los rastreó y los castró a todos por haber forzado a su compañera. Faltaban otros 10, pero debía volver antes de que ella se despertara. Los localizaría, de eso estaba seguro; les haría pagar a todos. Nadie se atrevía a tocar a su reina e irse de rositas.

Al día siguiente, ella despertó con una sensación de vacío y dolor, pero también con una determinación férrea. Sabía que su amado no descansaría hasta hacer justicia, pero temía por su seguridad. Decidió que no podía quedarse de brazos cruzados.

Mientras él seguía su rastro, ella comenzó a investigar por su cuenta, utilizando sus contactos y habilidades para localizar a los otros diez agresores. Descubrió que se escondían en una cabaña abandonada en las afueras del pueblo.

Se encontraron en el lugar del crimen, ambos sorprendidos de ver al otro. Él, con una mezcla de orgullo y preocupación, le pidió que se marchara, pero ella se negó. Juntos, planearon su siguiente movimiento.

Con astucia y precisión, lograron infiltrarse en la cabaña y enfrentaron a los agresores. La lucha fue feroz, pero su amor y determinación les dieron la fuerza necesaria para vencer. Al final, lograron acabar con los otros diez violadores. La venganza había sido saciada tanto por él como por ella.

Sabían que el camino hacia la sanación sería largo, pero estaban decididos a recorrerlo juntos. Su amor, más fuerte que nunca, les daría la fuerza para superar cualquier obstáculo.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 25 de junio de 2025

El Intrépido.

El temple mostrado desde pequeño le acarreó la fama de arrojado y valeroso. Donde los demás salían corriendo, él plantaba cara y no se arredraba ante nadie, ni por grandes y fuertes que fueran; él no se achantaba. Es más, parecía crecerse ante las adversidades y, por eso, su equipo lo llamaba el Intrépido. 

Sabiendo que con él en su equipo no habría nadie capaz de hacerles frente, venció a todos los enemigos de su mundo, lleno de habitantes que coreaban su nombre. Con cada golpe que él recibía, lo devolvía centuplicado. Incluso cuando todos pensaban que todo estaba perdido, él sacaba fuerzas suficientes como para desviar un monstruoso asteroide que los alienígenas habían lanzado contra su mundo. Ahí casi lo perdieron; si no hubiera sido por ella, ahora estaría muerto. Lo llamó y habló con él por medio del intercomunicador.

—No te escucha, está muerto —trataron de decirle.  

La mirada fue suficiente; siguió susurrando palabras de aliento.

—Sé que me oyes. Tú eres el Intrépido, no nos puedes abandonar. No me puedes abandonar, te necesito, susurró suavemente.

—Te oigo, —dijo entrecortado. —No os voy a dejar, ni al mundo ni a ti. Hace falta más que un descomunal asteroide para deshacerse de mí,— respondió con mesura

El Intrépido sintió que la energía que le había dado su compañera recorría su cuerpo. En ese momento, el peso del mundo parecía menos abrumador, y su determinación se renovó. Sabía que tenía que regresar, no solo por él, sino por todos los que contaban con su valentía.

A medida que se acercaba al asteroide, el caos reinaba a su alrededor. Los alienígenas habían comenzado a celebrar su aparente victoria, pero él no permitiría que eso sucediera. Con cada pulso de su corazón, recordaba las palabras de aliento de ella. La imagen de su rostro iluminado por la esperanza le dio fuerzas.

—Voy a demostrarles lo que significa ser el Intrépido —murmuró para sí mismo.

Con un giro audaz, se lanzó hacia el asteroide. El aire vibraba a su alrededor mientras la gravedad lo abrazaba. En un instante crítico, recordó las técnicas que había perfeccionado en años de batalla. Con un grito de guerra que resonó en todo el planeta, desvió su trayectoria justo a tiempo.

El impacto fue monumental. El asteroide se fragmentó en mil pedazos, como si estuviera hecho de cristal. Los alienígenas quedaron atónitos, sus celebraciones silenciadas por la sorpresa y el miedo. Pero él no se detuvo ahí; sabía que debía acabar con la amenaza de una vez por todas.

Mientras los fragmentos del asteroide caían como meteoritos en el espacio, él se dirigió hacia la nave madre alienígena. La furia acumulada dentro de él era imparable. Su equipo observó desde lejos, conteniendo la respiración al ver cómo su líder se enfrentaba a lo imposible.

—¡Intrépido! —gritó uno de sus compañeros a través del intercomunicador—. ¡Ten cuidado! 

Pero él solo sonrió ante la advertencia. No iba a dejarse amedrentar por nada ni nadie. Con una determinación feroz y un corazón lleno de coraje, atravesó las defensas de la nave enemiga.

Dentro de la nave madre, los alienígenas estaban en pánico. El Intrépido avanzaba con pasos firmes, desarmando a sus oponentes con movimientos precisos y decididos. Cada golpe era una respuesta a los ataques pasados y cada victoria personal un homenaje a aquellos que creían en él.

De repente, en medio del combate, escuchó una voz familiar resonar en su mente: 

—Recuerda quién eres. Lucha por nosotros.

Era ella nuevamente, infundiéndole valor en cada palabra. En ese instante comprendió: no solo luchaba por sí mismo ni por su mundo; luchaba por el amor que lo sostenía y lo hacía más fuerte.

Finalmente llegó al núcleo de la nave enemiga, donde los líderes alienígenas estaban reunidos. Con un grito desafiante y lleno de resolución, levantó su arma y se preparó para dar el golpe final.

—¡Por mi mundo! ¡Por ella! —exclamó, sabiendo que esta batalla no solo definiría su destino sino también el futuro de todos los que amaba.

M. D. Álvarez 

El tesoro más preciado.

Lujos no tenía, pero aquel pequeño detalle que ella le regaló era un tesoro muy apreciado por él. Sabía que ella había sufrido dolor y sudor para encontrar algo que a él le fascinaba y que no se lo quitaría ni en un millón de años. 

Había recorrido todo el mundo, desesperándose tras una auténtica joya que no fuera de este mundo. Él se lo merecía. 

Halló tal piedra en las profundidades de un volcán extinto; lo descubrió mediante un sofisticado grupo de radares que, en vez de mirar hacia el espacio exterior, miraban hacia la tierra buscando irregularidades y distorsiones en el campo de fuerza. 

Cuando vio tal distorsión en aquel profundo volcán, se dirigió a él y bajó su escarpada ladera hasta el fondo. Allí descubrió una pequeña piedra de color azul que irradiaba una intensa luz. 

Ya en el laboratorio, cortó la piedra en forma de corazón y la perforó en la parte superior para poder engarzarla en un hermoso engarce de oro. Cuando hubo terminado la joya, le puso una cadena de platino y la introdujo en una cajita. 

Al día siguiente, cuando él regresó de una de sus misiones más arriesgadas, se la encontró merodeando por los alrededores de su casa.  

—¿Estás bien? —le preguntó, sabedor de que algo le rondaba la cabeza.  

—Sí. Es que creo que he hecho una tontería. Sé que a ti no te gusta lucir ninguna joya, pero...  

—¿Pero qué? —dijo suavemente.  

—Te he hecho esto —dijo ella, tendiéndole la cajita con el colgante dentro.  

Él tomó la cajita y la abrió; su rostro reflejó su admiración y devoción por ella. Cogió la cadena con el engarce y la piedra, y se la puso. Aquella piedra, con su intenso color azul, reflejaba todo el amor que ella sentía por él.

M. D. Álvarez 

martes, 24 de junio de 2025

Más allá del límite.

Su récord en apnea profunda no lo superaría nadie, y como prueba de que había alcanzado tal profundidad, se trajo un pez abisal de 90 cm, un diablo negro, para ser exactos.

Pero no estaba solo ahí abajo; a medio camino le esperaban los esbirros de sus contrincantes, que se habían desmarcado para evitar que él subiera.

No contaban con que su fortaleza física y pulmonar fuera tan superior que se deshiciera de ellos fácilmente; les quitó las bombonas de oxígeno y ellos no tuvieron más remedio que abandonar.

Al cabo de 20 minutos, surgió de un salto subiéndose a la embarcación con la marca y el pez diablo negro dentro de una bolsa de plástico transparente.

M. D. Álvarez 

lunes, 23 de junio de 2025

La niña y el lobo de ojos azules.

Aquel lobo se debatía entre la madurez y la juventud. De cachorrito, fue una ternurita; sus grandes ojos azules lo hacían adorable. Por eso, el cazador que mató por accidente a su madre lo adoptó y se lo llevó a su casa. Su hija pequeña lo adoraba y le hacía cosquillas; ella lo alimentaba con biberones de leche. Ella tenía 5 años y el cachorrito apenas 1 mes. 

Cuando creció, se hizo grande y fuerte, pero solo permitía que ella lo alimentara. Se los veía contentos a los dos, retozando y corriendo sin ningún miedo. El lobo la protegía y ella le daba de comer de su mano. Conservaba sus vivarachos ojos azules que, cuando estaba junto a ella, brillaban con un fulgor especial.

Un día, mientras jugaban en el bosque, la joven tropezó y cayó. El lobo, con su instinto protector, se colocó a su lado, gruñendo suavemente para calmarla. Ella lo abrazó, sintiendo su calor y seguridad. Apoyada en su lomo, logró llegar a su casa, donde su guardián siguió velando por la seguridad de su dueña.

M. D.Álvarez 

domingo, 22 de junio de 2025

El héroe del Atlas.

Paso como una exhalación entre sus amigos; tenía una prisa endiablada. Ella lo esperaba en la pista de aterrizaje. Arrojó el petate y la alzó por la cintura. Ella no podía parar de reír; había vuelto, como le prometió. La besaba con desesperación; había creído perderla.  

—No te volveré a dejar", refirió con un tono de preocupación.  

—Estoy bien, solo fue un rasguño", dijo ella sin darle importancia.  

Él lanzó una mirada furibunda al encargado de su seguridad, que trataba de desaparecer entre la gran multitud que se había reunido para recibir al gran héroe del Atlas.

M. D. Álvarez 

sábado, 21 de junio de 2025

La broma. (R.E.C.)

Le dio la idea de embadurnar con aceite los escalones, quién le iba a decir que la broma terminaría con una sonora carcajada de sus amigos al verlo dar con sus huesos en el suelo. Para la hilaridad de su equipo, todos se reían, pero solo ella acudió a ayudarle a levantarse. Le tendió una mano y lo ayudó a incorporarse.

—Ahora solo tengo que idear cómo devolvérsela —le dijo al oído con aquella adorable sonrisa—, y será apoteósica.

—¿Cuándo cesará? Un día de estos te harás daño —preguntó ella con mirada de preocupación.

—Pero esto mantiene al grupo unido y lo necesitan —terció él con aquella expresión encantadora.

M. D. Álvarez 

viernes, 20 de junio de 2025

El anillo de las estrellas.

Cuidadosamente envuelto en papel de seda, el paquete fue tratado con el máximo mimo y consideración. Era una hermosa cajita primorosamente empaquetada; la mercancía que transportaba era la más querida y deseada por la destinataria. 

Ella esperaba con ansias aquel paquete, que se lo enviaba la persona más importante en su vida, la única que verdaderamente la amaba. Pero, por los avatares del destino, no podía estar junto a ella, al menos aún no. 

Sin embargo, todo parecía confluir en una sola dirección: la de estar juntos para siempre. 

Os preguntaréis qué hay en la cajita, vosotros que creéis. Un anillo que él había fabricado con metales nobles: oro, platino y un engarce que sujetaba una hermosa piedra preciosa que brillaba tanto que parecía un fragmento de estrellas. 

Lo que ella no esperaba es que él, en persona, le entregara el primoroso anillo colocándose en su dedo anular.

M. D.  Álvarez 

jueves, 19 de junio de 2025

Perdiendo la timidez.

El reto de atrevimiento era el más complicado para él, a pesar de su apariencia atrevida; era muy tímido, especialmente con las mujeres. Sus amigos, conocedores de su timidez, le retaron a besar a una chica. Él, tan solo con pensarlo, se ruborizaba. 

Le gustaba una preciosa morena de ojos verdes que bebía los vientos por él, pero no conocía su timidez, aunque se dio cuenta de que la evitaba por algún motivo. Un día, le hizo una encerrona: lo pilló a solas en uno de los lugares más privados. ¿Dónde creéis? Pues sí, en un cuarto de baño. Le preguntó: "¿Por qué me rehúyes?" 

"No te rehúyo", dijo él, sintiendo que comenzaba a ruborizarse. "Es que soy muy tímido y tú me impones". Ella se acercó un poco más hasta situarse a su altura y le dio un beso apasionado, hasta que notó que su rubor disminuía.

M. D. Álvarez 

miércoles, 18 de junio de 2025

La última batalla.

Tenía ante sí la oportunidad de escapar con vida, pero nunca se lo perdonaría: dejarla a su suerte y enfrentarse a las criaturas más salvajes del universo. Así que la cogió de las manos y la lanzó a la apertura que había comenzado a cerrarse. Ella le suplicó que saltara, pero no había tiempo y había visto cómo hordas de monstruos se abalanzaban sobre él. 

Su pelea fue la más épica de todas; aún en nuestro tiempo, sigue luchando con cada bestia que osa acercarse a la posible puerta de salida. Él sabía que ella permanecería cerca y buscaría por todos los medios abrir el portal. 

No tardaría en conseguir abrir una salida, pero antes de nada debía acabar con todas aquellas criaturas sedientas de sangre.

M. D. Álvarez 

La sombra asesina.

                        Preambulo

Había algo que no encajaba en aquella situación. Cuatro de los cinco presos que se hallaban encerrados en una celda estaban muertos, y el quinto se encontraba a las puertas de la muerte. La escena fue grabada por tres cámaras, pero no se aprecia nada, salvo que uno tras otro van cayendo, salvajemente y brutalmente golpeados por lo que parece ser una sombra descomunal.
Al menos no atacó a ninguno de los guardias que se hallaban al otro lado de los barrotes, quienes asistían aterrorizados a tan salvaje asesinato de cinco de los más sanguinarios, crueles y desalmados asesinos en serie de la historia de la humanidad.

Aquella sombra se había ensañado de forma aterradora; parecía querer asimilar toda la crueldad de las cinco malas bestias que aterrorizaron las calles de todo el planeta. Y yo me pregunto: ¿se ha hecho justicia o ha aparecido otro monstruo?

No sé cómo va a acabar este caso; creo que no muy bien. Pero no adelantemos acontecimientos.



                      Capítulo I  
              La muerte de Rachel.  

Walter recurrió a mí cuando recibió la llamada del alcalde de Nueva Orleans. Al parecer, había aparecido un nuevo depredador que se dedicaba a cazar asesinos en serie. Quería verme de inmediato y, cuando me disponía a salir, Rachel trató de retenerme; tenía un mal pálpito, pero le dije que no se preocupara, que no iba a aceptar el caso. La besé de forma cariñosa: una en la frente, otra en la nariz y, por último, en los labios.

Una hora más tarde, me hallaba en el centro penitenciario para presos extremadamente peligrosos, junto a Walter.

—Víctor, esto se grabó hace una semana. ¿Qué ves?

—Primero va a por el que representa la amenaza potencial más peligrosa. Denota inteligencia. Con el último le faltó tiempo. ¿Ves lo que hace el guardia? Está sacando el arma; ahí es cuando desaparece.

—Pero no se ve nada, salvo esa enorme sombra. Necesitamos tu ayuda.

—Es un asesino psicópata y muy astuto. Pero, muy a mi pesar, no puedo aceptar este caso; se lo prometí a Rachel.

—A propósito, ¿qué tal está tu querida esposa?

—Preocupada, ha tenido una mala corazonada y no está nada tranquila.

—Víctor, cuida muy bien de ella y no te preocupes por este caso. De momento, solo ha eliminado a cinco de los peores asesinos en serie.

—Eso es lo que me preocupa. Te dejo, que voy a recoger a Rachel; le prometí llevarla de compras.

Mientras me dirigía hacia casa, recibí una llamada de Walter que me decía que no fuera a casa, que había pasado una desgracia y que fuera al hospital Sant Macius.

Cuando llegué, lo vi en su mirada. Nadia me abrazó, llorando desconsolada. No paraba de decir que no era justo, en la flor de la vida.

Trataron de impedirme que la viera una vez más, pero tenía que verla de nuevo.

Walter estaba al lado de la camilla. Me dijo que era mejor que no la viera; se habían ensañado con ella.

—¿Quién ha sido? —pregunté con un odio cerval en la mirada.

—No se sabe aún. Hay varios testigos que presenciaron el ataque, pero juran y perjuran que no vieron al atacante. Tan solo...

—¿Tan solo qué? —pregunté con ira.

—Vieron cernirse sobre ella una descomunal sombra.



                     Capítulo II  
                     El hallazgo.  

Había pasado del desconcierto a la desesperación en cuestión de horas. A primera hora de la mañana, me despedía de Rachel y ahora no podía soportar no volver a verla. No lograba conciliar el sueño. Nadia se encargó de los preparativos del funeral. Yo no podía pensar en nada.

Transcurridas un par de semanas después del funeral, recibí la visita de mi hermana Nadia.

—Vamos, Víctor, a ella no le gustaría verte así, tirado y sin levantar cabeza.

—¿Y qué quieres que haga? La echo mucho de menos y no soy nada sin ella —dije, enrabietado.

—Lo sé, Víctor. Te propongo un trato. ¿Por qué no coges toda esa rabia y la utilizas para atrapar al asesino de Rachel?

Las palabras de Nadia fueron un acicate para mí. El asesino de mi esposa no podía escapar como si nada. Además, algo había cambiado en su modus operandi. Al principio, había liquidado a los asesinos en serie más peligrosos, pero ahora había asesinado a una inocente, mi esposa, y eso no se lo perdonaría jamás.

Este sería mi primer caso como detective psíquico. Rachel me regaló su don justo en el momento de dejar este mundo y lo utilizaría para cazar a su asesino. Tenía que ir al lugar donde todo comenzó.

Una semana más tarde, nos presentamos los dos y el alcaide no puso ningún reparo en que inspeccionáramos la celda donde habían ocurrido los hechos. Lo primero que percibí fue una gran opresión en el pecho, pero también tuve la sensación de que no estábamos solos. Fue como si algo o alguien se hubiera quedado atrás para observar lo que ocurría.

De pronto, apareció en mi mente. Pude vislumbrar cómo se había colado.

—Walter, ¿cuántos guardias custodian las celdas?

—Tres, ¿por qué?

—Ya sé cómo entró esa sombra. Necesito ver otra vez las cintas de seguridad del día de autos.

—Bien.

—Ves lo que yo veo.

—¿Si no me dices lo que estás mirando?

—Hay cuatro carceleros; ves la sombra del cuarto celador. Permanece oculto, sabe dónde está el punto ciego. Y justo en este preciso instante surge esa descomunal sombra que está proyectada desde el cuarto vigilante. Puede pasar hasta el momento en que desaparece la sombra.

—Aquí vuelve a su rincón. A ver si es tan listo. Esta prisión tiene cámaras de seguridad en los pasillos, entradas y salidas, ¿no?

—Sí, señor.

—Veamos qué hacen nuestros carceleros. Tres permanecen como ausentes, pero el cuarto sale corriendo. Aquí, este es el asesino de la sombra. ¿Alguien lo reconoce?

—No, no es uno de nuestros centinelas —dijo el alcaide Samuel W. Stanford.

—Walter, tenéis el sistema de reconocimiento facial, pásales esta imagen para ver si hay algún resultado.

—Enseguida, Víctor. A ver si hay suerte.

Al cabo de tres días, hubo un resultado: el asesino era Azarian Visby, pero había un problema: Visby llevaba muerto diez años.

—Walter, ¿puedes pasarme el informe forense de Azarian Visby?

—Sí, claro, aquí lo tienes. ¿Qué es lo que buscas?

—No sé, algo como esto —le dije, señalando un tatuaje en el antebrazo de Azarian Visby—. Este es el auténtico Azarian Visby y no está muerto. Lleva el mismo tatuaje en idéntico lugar, además de este lunar en el cuello.

—Ahora solo nos queda exhumar el cadáver de Azarian Visby para descartar un hermano gemelo.

—Has visto esto, Walter. Azarian vivía en las calles, pero estaba extremadamente limpio, bien cuidado y, fíjate, las uñas, menuda manicura. ¿Cuál fue el motivo de su muerte?

—Es un misterio, los forenses no pudieron dictaminar las causas de la muerte y lo clasificaron como muerte súbita. Vamos, ya tengo la orden de exhumación de los restos de Azarian Visby. ¿Qué crees que encontraremos?

—No lo sé. Puede que a Azarian o no.

Al abrir el ataúd, no hallamos nada salvo una nota que decía:

“No estoy muerto, pero pronto sabréis de mí.”

—¿Hay algún asesinato inexplicable después del 14 de febrero de 1994?

—¿Por qué después de esa fecha?

—Porque ese día fue enterrado Azarian Visby y, el mismo día, surgió la sombra.

—¿Cómo estás tan seguro?

—Ese mismo día murió Andrei Romanovich Chikatilo, el mayor asesino en serie de la historia, a quien supongo que conoces como el Carnicero de Rostov. No ha sido pura casualidad. Toda la maldad de Chikatilo se concentró en Azarian Visby, convirtiéndose en su sombra para seguir asesinando, acrecentando su sombra y su nombre.

                  Capítulo III

           Tendiendo la trampa.

—Ahora solo nos falta encontrarlo y atraparlo, pero no va a ser tan fácil. Tendremos que ser más listos que él y creo que ya sé cómo atraparlo.

—Tú dirás.

—Acabáis de detener a John Wayne Gacy, el payaso asesino, ¿no?

—Sí, y fue toda una suerte.

—Yo que tú lo divulgaría a los cuatro vientos. Si algo sé de estos asesinos es que no soportan que les hagan sombra. Y mucho menos que les adjudiquen sus hazañas.

—¿Estás sugiriéndome que lo ponga como cebo?

—Bueno. Ya sé por qué te quiere Nadia. A veces tienes una chispa de inteligencia.

Al cabo de tres días, Walter daba la rueda de prensa con todo lujo de detalles sobre cómo había sido atrapado el famoso asesino payaso, también conocido como Pogo, a quien achacó varios de los asesinatos de la Sombra.

No tardó más de una semana en picar el anzuelo. Azarian Visby se presentó con la acreditación del guardia carcelario Robert Taylor, quien había aparecido liquidado en su casa. La trampa estaba a punto de cerrarse.

John Wayne Gacy es el verdadero nombre del asesino. Se encuentra encerrado en una celda de aislamiento y completamente a oscuras. Lo encerramos así porque deduje que Azarian solo podía dejar salir a la Sombra a plena luz del día, y en la oscuridad no hay sombras.

Walter y otros cuatro guardias de seguridad llevan puestas gafas de visión nocturna para inmovilizar a Azarian. Para evitar que vea un solo rayo de luz, le colocan un casco que sellan de tal forma que no se filtrará un solo resquicio de luz.

                      Capítulo IV  
                      ¿Por qué pasó?  

Antes de concluir este caso, he de decir que me resultó terriblemente doloroso ver al asesino de mi esposa vivo y no poder darle una soberana paliza. Aún no sé cómo me controlé.

Todavía no he podido descifrar cómo logró agenciarse con la sombra de Andrei Romanovich Chikatilo, pero me han permitido interrogarle y no pararé hasta sacárselo.

—Hola, Azarian, tú no me conoces, pero me has destrozado la vida. Antes de que te encierren de por vida, he de hacerte unas preguntas.

—Te conozco, Víctor Vorodier. Sé más de tu vida que tú de la mía.

—¿Chikatilo? —pregunté incrédulo.

Antes de dedicarme a detective privado, había sido policía y me habían asignado el caso de la víctima nº 54. Me pusieron al mando de la Unidad de Crímenes Sangrientos, que estaba formada por 600 detectives, que recabaron todos los hechos y pruebas. Pero solo yo fui capaz de encajar las piezas del puzle y acabar con la detención del Carnicero de Rostov.

Y ahora me vienen a la mente sus últimas palabras al concluir el juicio:

“Sufrirás con la pérdida de tus seres más queridos y sabrás que he sido yo desde el otro lado.”

El alma de Chikatilo se había ido alimentando de las almas más crueles y despiadadas después de colarse en el cadáver de Azarian Visby, pero eran tales las ansias de probar la sangre de la única víctima que sabía que no podría soportar perder: la de Rachel, mi mujer.

Todo había sido una cruel y despiadada venganza de un ser monstruoso que juró vengarse de su captor.

Azarian Visby fue condenado a la pena de muerte por el asesinato de 20 personas, entre las que se encontraba mi mujer. Y espero que Andrei Chikatilo se pudra en el infierno, donde deberá pagar por todos los crímenes, hasta que el averno se hiele.

Desde aquel día, he tenido que acostumbrarme a sobrevivir sin mi otra mitad. Ella murió porque yo atrapé al mayor asesino en serie del planeta, y este juró matar a la persona que más amaba. Así concluye el caso número uno del detective Víctor Vorodier.

M. D. Álvarez

martes, 17 de junio de 2025

La pequeña.

Eran cuatro hermanos, y a cada cual más fiero y sanguinario, pero todos tenían verdadera devoción por su única hermana. 

Ella era su única esperanza para redirigir su sed de sangre. Era capaz de localizar a los más pendencieros, aterradores y dantescos seres oscuros a los que sus hermanos mayores daban caza y de los que se alimentaban. 

Si no fuera por su hermanita, la raza humana se habría extinguido por la sed incontrolable de sus cuatro hermanos; al no tener medida, habrían decorado a todo el mundo. Pero, por suerte para ellos, estaba su querida hermana pequeña que los guiaba por el buen camino.

M. D. Álvarez 

lunes, 16 de junio de 2025

La puerta equivocaba.

En aquel baño lleno de burbujas, sobraba algo, pero todavía no sabía qué era. Mi inteligencia y astucia se veían sobrepasadas por la candidez y dulzura de aquella tierna jovencita que no me quitaba el ojo de encima, como diciéndome: "¿Dónde vas? No puedes entrar, me estoy bañando". Por fin me di cuenta de qué sobraba allí: era yo. Me había confundido de puerta. 

Le pedí mil perdones y me giré para irme. ¿Cómo podía haberme equivocado? Tan solo quería limpiar mis garras, llenas de sangre; estaban muy afiladas y era necesario que me las lavara si no quería que se me desafilaran. 

La jovencita no se asustó de mí. Qué raro, siempre creí que mi aspecto les desagradaba. ¿Será que ella es diferente?

M. D. Álvarez 

domingo, 15 de junio de 2025

Amor y Fortaleza. Un nuevo comienzo.

Su pasión era ella; no recordaba la vida sin su presencia. Su unión se hizo más fuerte al saber que ella estaba embarazada. 

Sus días de correrías habían acabado, pero ella le daba todo lo que necesitaba: amor, estabilidad y cordura. 

Él se ocuparía de las misiones que debían realizar los dos mientras ella descansaba, ya que su embarazo era de alto riesgo. 

Ella era su fuerza, y su inteligencia lo llevaba por el buen camino; mientras estuviera a su lado, no debía temer nada de nada. 

Nadie se metería con ella y, mucho menos, se atrevería a tocarle un pelo, pues el mero intento conllevaría el desencadenante de una furia sin fin.

M. D.  Álvarez 

sábado, 14 de junio de 2025

La enana blanca.

¿El mar de los Sargazos? ¿Qué había de sobrenatural en aquella zona del océano Atlántico, frente a las costas de Florida, Puerto Rico y la isla de las Bermudas, la ubicación del misterioso triángulo de las Bermudas? Sus cristalinas aguas albergaban las aguas más ricas en oxígeno y plancton. 

Aunque lo que nos llevaba allí no era ni sus cristalinas aguas ni su gran cantidad de organismos microscópicos, era lo que se ocultaba en el cráter marino recién descubierto, de una profundidad de 7,500 metros y un diámetro de 25,000 metros. Aquel impacto debió de ser un elemento ligado a la extinción; según los arqueólogos, su antigüedad iría entre 3,500 millones de años y 2,000 millones de años. 

Pero lo que nadie sabía era que en el centro de aquel monstruoso cráter todavía quedaban fragmentos del meteorito. La recuperación de aquellos fragmentos sería realizada por nuestro protagonista; sus capacidades lo hacían ideal para sumergirse y recuperar los trozos. 

Nadie podría imaginarse los efectos de aquellos pedazos sobre él. Al llegar a la superficie, traía dos fragmentos de un material cristalino; eran dos fragmentos de una enana blanca. 

Nuestro nadador superdotado adquirió diversos dones, entre los que destacaré la superfuerza, sin la cual no hubiera podido levantar los dos pedazos de enana blanca.

M. D.  Álvarez 

viernes, 13 de junio de 2025

El ciclo sin fin.

La capacidad de sufrimiento de aquella especie era digna de encomio; su vida conllevaba un potencial poco común: la capacidad de renacer con todos los recuerdos anteriores intactos. Sin embargo, no todos los individuos de aquella especie llevaban implícito ese potencial; tan solo un único ejemplar englobaba tales capacidades.

Aquel ser, conocido como el Ungido, era objeto de leyendas y mitos. Cada vez que moría, su cuerpo se desintegraba en un resplandor cegador, solo para reaparecer en un lugar distante, intacto y con todos sus recuerdos.

Esta habilidad lo convertía en un ser casi inmortal, pero también en un paria. La gente lo temía y lo veneraba a partes iguales. Su existencia era un recordatorio constante de la fragilidad y la esperanza.

En cada renacimiento, el Ungido buscaba un propósito, una razón para su interminable ciclo de vida y muerte, esperando encontrar algún día la paz que tanto anhelaba. Su dolor se acentuaba con cada renacimiento, hasta el punto de ser casi insoportable.. Pero ese era su destino, uno que solo él debía soportar. Lo condenaba a un ciclo sin fin de nacimientos y muertes infinitas.

M. D.  Álvarez 

jueves, 12 de junio de 2025

El dilema.

Contrariamente a lo que creáis, no se sentía nada orgulloso por vapulear a aquel grupo de salvajes, pero era lo adecuado. Él era un joven sensible y amable, pero lo que vio le sometió a un problema ético. 

La injusticia que presenció lo obligó a actuar, aunque sabía que sus acciones tendrían consecuencias. Mientras se alejaba del lugar, su mente no dejaba de darle vueltas a lo sucedido. ¿Había hecho lo correcto? ¿Podría haber encontrado otra solución?

El peso de sus decisiones lo acompañaba, pero también una determinación renovada. Sabía que el mundo no era blanco y negro, y que a veces, para proteger a los inocentes, debía tomar decisiones difíciles. Su acción salvó a una dulce niñita que, agradecida, lo miraba con admiración.

 Sin embargo, prometió que siempre buscaría la manera de resolver los conflictos con la menor violencia posible. Su corazón, aunque cargado de dudas, seguía siendo guiado por su deseo de justicia y paz.

M. D. Álvarez 

miércoles, 11 de junio de 2025

La lucha interior.

Su carácter belicoso era imposible de dominar; ella era la única que podía conseguir su regresión a ser humano. 

En aquel preciso instante, su furia estaba ganando la batalla; su bestia interior lo mantenía preso en su interior, donde el joven luchaba por salir. Ella era capaz de calmarlo y dormirlo para que su joven compañero lograra salir a la superficie. 


Con una voz suave y llena de ternura, ella susurró su nombre, llamándolo desde las profundidades de su tormento. Sus manos, cálidas y firmes, se posaron sobre su pecho, transmitiéndole una paz que solo ella podía ofrecer. 

Poco a poco, la furia comenzó a disiparse, y la bestia interior cedió terreno al joven que luchaba por emerger. Sus ojos, antes llenos de rabia, se suavizaron al encontrarse con los de ella. 

Con un último suspiro, la transformación se completó, y él, agotado pero libre, cayó en sus brazos, agradecido por su salvación.

M. D. Álvarez 

martes, 10 de junio de 2025

El catabático.

Aquel aire catabático lo golpeó en el rostro mientras él permanecía absorto en lo que se le venía encima. Su voluntad le había hecho casi imperecedero, como los hielos a los que defendía. 

El catabático era su aliado, con sus vientos heladores, capaces de impedir que las temperaturas ascendieran abruptamente, poniendo en peligro el equilibrio climático. 

Mientras él controla los hielos, nosotros tratamos de gobernar el clima destrozando todo a nuestro paso. 

Lo que no sabemos es que, si lo cabreamos, su furia congelará el planeta y conseguirá su tan añorada era glacial.

M. D. Álvarez 

lunes, 9 de junio de 2025

Abducción. (R.E.C.)

Fue imposible de explicar; nadie le creería, pero estaba de vuelta en su hogar, en la cama con ella. Lo único que recordaba entre brumas era un aterrador ser de tez gris y cabezón que lo miraba y pinchaba con una sonda. 

Se la metió por el oído derecho, mientras en su cabeza martilleaba una voz que le decía que cuanto más se resistiera, más le dolería. 

No habían contado que aquel individuo era diferente a todos, se deshizo de los grilletes y puso en fuga a aquel gigante gris y cabezón. Optaron por devolverlo a su hogar y olvidar su mera existencia.

M. D. Álvarez 

domingo, 8 de junio de 2025

Castillo sombrío.

Desde entonces, no encontramos mano de obra cualificada y tuvimos que recurrir a la mano de obra barata, como carne de cañón, para demoler aquel tétrico castillo que se interponía entre la vía de aquel suntuoso tren bala. Los obreros iban cargados de semtex con temporizadores; lo que pasaba era que todos los obreros desaparecían en aquel castillo sombrío. 

Lo que no sabíamos era que el señor del castillo los cazaba y se bebía su sangre hasta desangrarlos por completo. 

Finalmente, nos íbamos quedando sin obreros, así que desistimos de derruir el castillo y movimos la vía por otro lado, ahorrando mano de obra.

M. D. Álvarez 

El caballero.

Era todo un caballero adulador, el estereotipo de hombre galán e intrépido que toda mujer deseaba en su vida. Pero él era solo para ella y no lo compartiría con sus amigas, que lo deseaban con la mirada. 

Para eso, era su compañero de fatigas, el único que conocía sus desvelos y apetitos; conocía sus cambios de humor, sus dudas y aciertos. 

Además, sabía que a él le gustaba ella; no perdía la ocasión de ser cortés con ella, le abría las puertas, le prestaba su chaqueta cuando tenía frío, la obsequiaba con flores y detallitos varios, y la consentía en todo.

Hasta que un luminoso día, él se arrodilló delante de ella y sacó una cajita de terciopelo que abrió y dejó ver un precioso anillo. Era de su madre; lo había heredado con el único motivo de deslizarlo sobre su hermoso dedo.

"Me harías el hombre más feliz sobre la faz de la tierra si quisieras casarte conmigo", dijo él tan caballerosamente que ella no pudo menos que decir que sí.

sábado, 7 de junio de 2025

Padrazo.

Estaba hambriento cuando llegó a casa. Se preparó un bol de cereales con leche y miel y se sentó a la mesa. Devoró con ansia los cereales. 

La oyó detrás de él; traía un recipiente lleno de galletas de chocolate recién horneadas. Se giró y asió el recipiente, diciéndole: "No deberías cargar nada pesado, y menos en tu estado". Ella estaba embarazada y, más exactamente, de 8 meses.

"Ven, siéntate aquí", dijo, cogiéndola de la mano y llevándola con mimo al sofá, donde la ayudó a sentarse. Le dio un suave masaje en sus pies. 

"Eres un cielo", le dijo ella con ternura. 

"No solo te cuido con cariño", dijo él, besándola en la frente. La cubrió con una manta y la dejó descansar. 

Se dirigió a la cocina y recogió todos los cacharros que ella había utilizado para preparar las más dulces galletas de chocolate. 

Ella lo oía trajinar en la cocina y sonrió para sí; él era el adecuado, siempre cuidaría de ella y del pequeño que esperaban. 

M. D.  Álvarez 

viernes, 6 de junio de 2025

Subterráneo.

Desde entonces, no encontramos mano de obra tras el último hallazgo de aquella caverna descomunal; toda la mano de obra había ido desapareciendo. Al internarse en aquella cueva, uno tras otro, desaparecieron como si nunca hubieran existido. 

Algo los atrajo al interior de la gruta, algo que los devoraba, deleitándose y saboreando el dulce sabor de la carne de aquellos recios trabajadores. 

La criatura en cuestión era un sanguínario ente oscuro que no había probado bocado tras haberlo encerrado en aquella cueva. Su furia fue aumentando con el paso del tiempo y llevaba mucho tiempo aguardando para salir; ahora que estaba libre, saboreaba la verdadera libertad.

M. D. Álvarez 

jueves, 5 de junio de 2025

Mundo elevado.

Los atardeceres se iban tornando cada vez más rojizos, dotando al orbe de un añil púrpureo que, según las creencias, era el paso que había estado vedado durante siglos a otras criaturas.  

¿Qué hay de cierto en este caso? Se supone que no puedo decíroslo, pero creo que merecéis una explicación: yo soy una de esas críaturas a las que se nos vedó el paso a vuestro mundo.  

¿Y por qué? Os preguntaréis.  

El simple hecho de ser criaturas sutiles nos impedía entablar contacto con la brutalidad de vuestro mundo, pero ahora que se ha abierto el portal, tomé la decisión de observar a vuestra raza. 

Vi a un ser dulce y adorable que me cautivó sin remedio, y a pesar de mi volatilidad, me quedé junto a ella compartiendo sus anhelos y tristezas. La amé con cuidado y mesura; no podía soportar cómo la trataban por mi causa. 

La quise sublimemente hasta que dejó este bárbaro mundo a la avanzada edad de 100 años; se trasladó con su forma espiritual, manteniendo su juventud y hermosura en mi mundo elevado, donde la quiero todos los días y todas las noches. 

No os he dicho que, por mi naturaleza y mi mundo elevado, somos inmortales y que todos aquellos que evolucionan de su naturaleza terrenal a su naturaleza espiritual también lo son.

M. D. Álvarez

miércoles, 4 de junio de 2025

Un año más.

Un nuevo año ha pasado ya, y el hado me sigue bendiciendo con una gran imaginación. Unas musas incansables e imaginativas no solo me susurran durante el día, sino que también, por la noche, me cantan al oído bellas historias inenarrables e increíbles que el hado les cuenta para poder incentivar mi fogosa e inacabable imaginación.

Llevo en mi haber alrededor de 3,000 relatos escritos, y todavía siguen flotando a mi alrededor otras tantas historias. A ver qué me depara el hado para mi próximo cumpleaños; espero que siga dedicando sus musas a mi servicio. 

Y cuando me toque reunirme con mi hacedor, puede fluir y trascender mi alma al reino de los escritores. Pero para eso, todavía faltan unos años.

Cada vez que cierro los ojos, las imágenes danzan ante mí, como luces titilantes en un vasto firmamento de posibilidades. Los personajes cobran vida, susurran sus anhelos y temores, y me guían hacia mundos donde la magia es ley y la aventura, un estilo de vida. Es en esos momentos que siento más cerca a mi hacedor, como si su aliento diera forma a cada palabra que plasmo en el papel.

A veces, me encuentro navegando por mares de fantasía, enfrentando dragones feroces o explorando reinos olvidados. Otras veces, me sumerjo en ríos de emoción profunda, donde los personajes luchan con sus demonios internos y descubren su verdadero yo.

El próximo cumpleaños se acerca como un faro en la distancia. Me pregunto qué nuevas historias me revelará el hado. Mientras tanto, disfruto del viaje. Las musas son mis aliadas leales; a veces son juguetonas y traviesas, otras veces serias y profundas. Pero siempre están ahí, instándome a seguir creando, a seguir explorando lo desconocido.

Y así continúo escribiendo, dejando que la tinta fluya como un río desbordado. Espero con ansias el día en que mi alma se eleve al reino de los escritores; pero hasta entonces, seguiré escuchando las melodías mágicas del hado y tejiendo historias que trasciendan el tiempo.

M. D. Álvarez 

Alado.

No era un ser terrenal; todo lo contrario, era un ser etéreo, fantástico, de una naturaleza indómita. Sin embargo, el resto del mundo lo consideraba una anormalidad por sus grandes alas azules. No debía dejarse ganar por el pesimismo; no iba con su naturaleza, y menos desde que la conoció a ella, una criatura adorable, inteligente, altruista y dotada de una hermosura tal que haria palidecer de envidia a las más bellas diosas del Olimpo 

Ella lo vio reposar, arropado con sus grandes alas, en un resplandeciente claro del bosque, donde tuvo a bien iluminar el astro rey a su venerado hijo.

Lo espiaba desde el linde; nunca había visto un ser tan hermoso, adorable y enigmático. De pronto, él desplegó sus alas y alzó el vuelo, no antes de darse cuenta de que ella lo observaba con deseo.

Desde el aire, le dijo: "Nos veremos pronto." Y efectuó un grácil aleteo que lo impulsó hacia su hogar allá en las nubes.

Continuará...

M. D. Álvarez 

Protección inquebrantable.

En su mirada se veía su preocupación; no se separó de ella hasta que fue evacuada en un helicóptero medicalizado. Él buscaría a los causantes de aquel atentado en el que había sido herida. 

Su inteligencia era superior a la media y logró descubrir a los responsables de aquella atrocidad, pero, en vez de avisar a los cuerpos especiales de seguridad, se encargó de darles una soberana paliza, destrozando su base de operaciones. 

Aquella era una de las muchas células durmientes que se habían detectado en su país. Una vez descubierto y destruido aquel comando suicida, se dirigió al hospital donde estaba ella ingresada. Se quedó a su lado hasta que despertó.

Ella abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz brillante de la habitación del hospital. Al principio, todo era borroso, pero pronto su visión se aclaró y lo vio a él, sentado a su lado, con una expresión de alivio y preocupación en su rostro.

—¿Qué ha pasado? —preguntó ella con voz débil.

—Estás a salvo ahora —respondió él, tomando su mano con suavidad—. Los responsables han sido detenidos. No volverán a hacer daño a nadie.

Ella asintió, sintiendo una mezcla de alivio y gratitud. Sabía que él había arriesgado todo para protegerla, y eso significaba más de lo que las palabras podían expresar.

—Gracias —susurró, apretando su mano—. No sé qué habría hecho sin ti.

Él sonrió, inclinándose para besar su frente.

—Siempre estaré aquí para ti —dijo con firmeza—. Ahora, descansa. Tienes que recuperarte.

Ella cerró los ojos de nuevo, sintiéndose segura y protegida por primera vez desde el atentado. Mientras se dejaba llevar por el sueño, supo que, con él a su lado, podría enfrentar cualquier cosa que el futuro le deparara.

M. D.  Álvarez 

martes, 3 de junio de 2025

La cadete 2da parte

Angie sintió un torrente de emociones al ser presentada ante su nuevo grupo. La intensidad de la mirada del comandante la llenaba de determinación, pero también de nerviosismo. Sabía que tenía un gran desafío por delante. Debía demostrar su valía no solo ante aquel grupo de cadetes, sino ante su superior, a quien admiraba no solo por su rango, sino por ser el comandante más joven y mejor preparado del planeta. Había seguido su carrera meteórica desde soldado raso hasta el rango de comandante.

Los diez cadetes la observaban con una mezcla de curiosidad y escepticismo. Algunos parecían dispuestos a aceptar su presencia, mientras que otros mostraban un aire de desdén, como si no pudieran concebir que una mujer pudiera estar a su nivel.

El comandante, aún con el ceño fruncido, dio un paso atrás y se cruzó de brazos, esperando ver cómo se desarrollaba la dinámica.

—Primero —comenzó Angie, con voz firme—, quiero que sepáis que estoy aquí para trabajar con vosotros, no contra vosotros. Todos estamos en este camino juntos, así que espero que podamos apoyarnos mutuamente.

El grupo permaneció en silencio durante un momento, y luego uno de los cadetes más altos, con cabello rubio y una actitud desafiante, dio un paso al frente.

—¿Y qué te hace pensar que puedes ser parte de este grupo? ¿Acaso crees que solo porque el comandante te ha elegido eso significa algo? —preguntó con desdén.

Angie se mantuvo erguida, sin dejarse intimidar.

—No necesito que me aceptes. Solo necesito demostrar mi valía en el campo —respondió con seguridad.

El resto del grupo intercambió miradas; algunos parecían impresionados por su respuesta. El comandante sonrió levemente al escucharla; era exactamente la actitud que quería ver en su nueva recluta.

—Muy bien —intervino el comandante—. A partir de mañana comenzaremos el entrenamiento físico. Quiero ver quién tiene lo necesario para formar parte del grupo Punta de Lanza. Angie, si no superas las pruebas, no dudaré en retirarte. Y tú —se volvió hacia el cadete rubio—, espero que estés listo para lo que venga.

La tensión en la sala era palpable. Angie sintió cómo los ojos del grupo se volvían hacia ella, evaluándola. Pero en lugar de sentirse abrumada, se sintió más determinada que nunca. Sabía que tenía mucho que demostrar y estaba dispuesta a darlo todo.

Al día siguiente, el entrenamiento comenzó al amanecer. Los cadetes se alinearon en el campo bajo la mirada atenta del comandante. La primera prueba consistía en una carrera de resistencia a lo largo de un sendero accidentado. Angie respiró hondo y se preparó mentalmente.

La señal sonó y todos salieron disparados. Al principio, luchó por mantener el ritmo entre los hombres más grandes y fuertes, pero pronto descubrió su propio ritmo y comenzó a avanzar entre ellos. El sudor corría por su frente mientras sus piernas ardían con el esfuerzo, pero no iba a rendirse.

Al llegar al final del recorrido, se dio cuenta de que había superado a varios cadetes. Se sintió invadida por una oleada de satisfacción mientras cruzaba la línea de meta justo detrás del rubio desafiante.

Él la miró sorprendido y se acercó a ella mientras recuperaba el aliento.

—No está mal para una mujer —dijo, esta vez sin sarcasmo en su voz.

Angie sonrió levemente y respondió:  
—No está mal para ninguno de nosotros.

A medida que avanzaban las semanas de entrenamiento, Angie demostró ser excepcionalmente talentosa en diversas áreas: desde tácticas militares hasta habilidades físicas y estratégicas. Su dedicación comenzó a ganar el respeto de sus compañeros cadetes poco a poco.

Sin embargo, también enfrentó desafíos constantes; cada vez que cometía un error o fallaba en una tarea específica, algunos aún murmuraban a sus espaldas. Pero el apoyo del comandante siempre estuvo presente; él defendía su posición sin dudarlo y siempre estaba dispuesto a entrenarla personalmente cuando era necesario.

Una tarde durante una sesión de tácticas en equipo, Angie tuvo la oportunidad de demostrar lo que había aprendido. El grupo estaba dividido en dos equipos para simular un combate estratégico. Ella lideró a su equipo con confianza y astucia; sus decisiones rápidas y efectivas llevaron a su equipo a la victoria sobre los otros cadetes.

Cuando terminó el ejercicio, los rostros del grupo estaban llenos de asombro y respeto.

El comandante se acercó a ella después del ejercicio y le dio una palmada en la espalda.

—Bien hecho, cadete Angie. Has demostrado tu valía hoy —dijo con sinceridad—. Ahora espero más liderazgo por tu parte dentro del grupo Punta de Lanza.

Angie sonrió ampliamente; sabía que había ganado algo más que solo respeto: había comenzado a forjar amistades fuertes entre sus compañeros cadetes y había encontrado su lugar dentro del equipo.

El comandante se sintió orgulloso; sabía que lo que había visto en ella era lo que su equipo necesitaría para los futuros combates. Los doce serían la primera defensa en enfrentarse a fuerzas muy superiores.

M. D. Álvarez 

lunes, 2 de junio de 2025

Adonis y Daphne

—Como la vuelvas a molestar, te vas a enterar, refirió él, furioso.  

—¿Molestarla a ella? ¿Qué más quisiera? Al único que me apetece molestar es a ti, dijo aquel mancebo de torso marfileño que lo miraba con cara pícara.  

Eso lo descolocó momentáneamente, pero, con todo el tacto del que fue capaz, le dijo que no estaba interesado; le iban más las chicas.

—"¿Más las chicas? Vaya, eso es un cliché," respondió el mancebo, cruzando los brazos con una sonrisa desafiante. —"Quizás deberías abrirte a nuevas experiencias."

—"¿Nuevas experiencias? ¿Y qué sugieres, que me apunte a un curso de baile o algo así?" replicó él, intentando mantener su seriedad.

—"No, algo más emocionante," dijo su amigo, acercándose un poco más. —"Tal vez un par de copas y dejar que las cosas fluyan."

—"¿Y tú crees que eso va a cambiar mi preferencia por las chicas?" preguntó él, aunque una parte de él se sentía intrigado.

—"No lo sé, pero podrías descubrir algo nuevo sobre ti mismo," contestó el mancebo, guiñándole un ojo antes de dar un paso atrás. 

—"Lo dudo mucho," respondió él con una risa nerviosa, aunque en el fondo la idea lo hacía pensar. Sin embargo, desechó aquellos pensamientos; él solo era de ella, la bella Dafne, quien lo colmaba de atenciones y mimos. "Lo dicho: no tienes nada que hacer conmigo y a ella ni la mires," refirió él, viéndola llegar rodeada de un séquito de dulces doncellas.

El mancebo se apartó; él conocía a la bella Dafne y sabía cómo se las gastaba cuando alguien se acercaba a su Adonis en busca de algo más que conversación.

M. D. Álvarez

domingo, 1 de junio de 2025

La embajadora.

Fue imposible explicar de dónde había salido aquella mancha de carmín en su camisa. Sus amigos le tomaron el pelo hasta cuatro meses después de aquel percance. No podía decir de dónde porque se lo había prometido a ella. 

Su relación era un secreto; nadie debía conocer su vínculo con la bonita embajadora, que era una figura pública sin tacha, y él era un aguerrido capitán de las fuerzas especiales. 

Se habían conocido en un tugurio donde ella se metió por despiste. La vio tan azorada y perdida que se ofreció a acompañarla a su casa. Ella dudó un poco, pero al ver el percal de los especímenes que frecuentaban aquel antro, aceptó. Él parecía el menos salvaje de todos aquellos brutos.

M. D. Álvarez 

Ecos de valor.

Siempre se sintió entre algodones por miedo a que se cayera y se hiciera daño. Su salud era lo más importante para sus amigos; no sabían cuánto le gustaba que les contaran sus aventuras. Quería formar parte de ellas. Lo que no sabía era que él estaba conectado a una máquina ECMO que lo mantenía vivo. Su mente funcionaba fascinantemente bien, pero su cuerpo había quedado destrozado en aquella brutal explosión. Por eso, cada vez que sus amigos se acercaban a verlo, sus semblantes eran grises y tristes. . 

Sólo uno de aquellos rostros le transmitía una sensación de calma. Ella le contaba cómo habían vencido a los valakianos, pero detectó un rictus de dolor.  

—¿Estás bien? —le preguntó temeroso.  

Ella se asustó; creía que no podía comunicarse. ¿Estás ahí? La oyó preguntarle.  

—Claro que estoy aquí, es que no me ves —preguntó el suspicaz.  

—Mi vida... El resto de sus compañeros la apremiaron a que no le contara nada. 

Los médicos acudieron presurosos; no era posible que aquel cuerpo totalmente destrozado pudiera tener constantes cerebrales. Y, sin embargo, ahí estaba el encefalograma; era incuestionable: sus ondas delta, theta, alfa, beta y gamma parecían cordilleras dentadas. Seguía vivo, pero, ¿cómo? 

Las caras de sus amigos se tornaron aterrorizadas; no comprendían cómo su amigo lograba soportar todo aquel dolor. Pero él no sentía nada, ni siquiera cuando ella puso su mano sobre su pecho.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué no siento nada? —dijo visiblemente asustado—. No puedo moverme. ¿Por qué me habéis inmovilizado?

—Bhalder, no te hemos inmovilizado —comenzó a contarle Sigril, pero...

—¿Pero qué? —quiso saber él.

Pusieron un gran espejo para que pudiera comprobar por qué no tenía dolor. 

Su cuerpo, prácticamente destrozado, estaba suspendido del techo en una cabina de aislamiento donde la ECMO lo mantenía con vida.

—¿Qué ha ocurrido? —seguía sin dar crédito a lo que estaba viendo.

—Fue un accidente. Te interpusiste en la trayectoria de una gran bola de fuego ocasionada en un accidente; viste que había vidas en juego y te arriesgaste.

Algo cruzó por su mente: un flashback. Vio la onda de choque que lo golpeaba, pero aquellos niños se salvaron.

—¿Los niños están bien? 

—Sí, los protegiste con tu cuerpo —dijo apesadumbrada Sigril—.  
Todavía no concibo cómo sigues con vida. Tu corazón es fuerte y noble, y tienes unas ganas feroces de vivir. .

M. D. Álvarez