jueves, 31 de octubre de 2024

Doble naturaleza por amor

Su inteligencia era superior a la de sus compañeros y sabía lo que decían de él: que era petulante, orgulloso y más listo que la mayoría.

Pero lo que no sabían era que su naturaleza era dual: era listo, emotivo y fiel en su naturaleza humana, e igual de listo, amable y considerado con su lado salvaje.

Solo había una persona a la que mostraba su doble naturaleza, y no era ninguno de sus amigos. Solo ella conocía su carácter tierno y adorable; con ella podía ser él mismo sin restricciones. 

Con ella se mostraba cariñoso y afectuoso porque ella lo amaba tal y como era..

M. D. Álvarez 

Margarita hawaiana

Mientras se bebía su margarita hawaiana, comenzó a sentir un escalofrío que le recorría la espalda. Algo iba mal, pero no lograba saber qué era. Así que siguió tomándose su bebida sin hacer caso a lo que su instinto le decía. 

Se percató cuando fue a coger su moto, se puso el casco y la arrancó, pero antes de acelerar, algo le golpeó en la espalda, lanzándolo al centro del aparcamiento. Se incorporó presto para responder al ataque, pero no había nadie en los alrededores. Así que, dolorido y tambaleándose, pidió un taxi. Ya recogería su moto.

El misterio se espesaba en el aire mientras el protagonista subía al taxi. El conductor, un hombre de mirada penetrante, no dijo una palabra. El motor rugió y el vehículo se deslizó por las calles oscuras. El protagonista se aferró al asiento, tratando de ignorar el dolor en su espalda. ¿Quién o qué lo había atacado? ¿Y por qué?

El taxi se detuvo frente a un edificio abandonado. El conductor señaló la entrada con un gesto. "Allí", dijo en voz baja. El protagonista titubeó, pero la curiosidad lo impulsó a bajar del taxi. Las luces parpadeaban en el vestíbulo, y el eco de sus pasos resonaba en las paredes desconchadas.

En el interior, encontró una habitación llena de monitores y cables. En el centro, una figura encapuchada estaba absorta en una pantalla. El protagonista se acercó, y la figura se giró lentamente. Sus ojos brillaban con una luz inhumana.

"Has sido elegido", susurró la figura. "Tu destino está entrelazado con el futuro de la humanidad". El protagonista tragó saliva. ¿Qué tipo de conspiración era esta? ¿Y cómo podría escapar?

La figura extendió una mano, ofreciéndole una elección. "Únete a nosotros o enfrenta las consecuencias". El protagonista miró la puerta detrás de él, tentado a huir. Pero algo dentro de él le decía que esta era su oportunidad para descubrir la verdad.

¿Qué haría? ¿Aceptaría el desafío o buscaría respuestas por su cuenta? La decisión estaba en sus manos, y el escalofrío en su espalda se intensificó. El destino aguardaba, y él estaba a punto de sumergirse en un mundo de secretos y peligros. 
M. D. Álvarez 

Una mente superior. 2da parte.

El joven, atrapado entre dos mundos, luchaba por mantenerse consciente. La presión en su hombro se intensificó, y una voz suave susurró en su mente: "No te rindas, aún no es tu hora". Era ella, la misteriosa mujer con ojos penetrantes.

El equipo médico seguía trabajando frenéticamente, pero él no podía apartar la mirada de la mujer. ¿Quién era ella? ¿Por qué estaba allí? Su mente se llenó de recuerdos fragmentados: una promesa rota, un sacrificio desesperado.

La mujer inclinó la cabeza hacia él y susurró: "Tienes que volver. Tu equipo te necesita". Sus palabras resonaron en su alma, y sintió una conexión inexplicable con ella. ¿Cómo sabía lo que estaba pensando?

El joven cerró los ojos y se concentró en su equipo. Recordó sus risas, sus peleas, su camaradería. Eran su familia, y no podía abandonarlos. Con un último esfuerzo, se aferró a la vida y abrió los ojos.

La mujer sonrió, y sus ojos brillaron con gratitud. "Bien hecho", dijo. "Ahora, ve y lucha por ellos". Y con eso, desapareció, dejando al joven con una determinación feroz.

Se levantó, ignorando el dolor punzante en su cuerpo. Miró a su alrededor y vio a su equipo observándolo con asombro. "¡Estás de vuelta!", exclamó su mejor amigo. "Pensamos que te habíamos perdido".

El joven sonrió. No podía explicar lo que había sucedido, pero sabía que tenía una segunda oportunidad. Se acercó a su equipo y prometió que nunca los abandonaría de nuevo.

Y así, la historia continuó, entrelazando los mundos de la realidad y lo desconocido. El joven llevaba consigo el recuerdo de la misteriosa mujer, y su determinación nunca flaqueó. Juntos, enfrentaron desafíos imposibles y demostraron que el amor y la lealtad podían trascender incluso la muerte.

M. D. Álvarez 

Musas oscuras.

Cuando llegó a su cafetería favorita, pidió lo de costumbre: un cortado, una rosquilla y un vaso de agua. Era como un ritual; en cuanto se sentaba, sus musas fluían sin medida, ansiosas por cruzar a su mundo lleno de luz.

Ellas habitaban en un universo sombrío, pero habían dado con una puerta a nuestro mundo.

Yo era su puerta y les permitía vislumbrar mis momentos más luminosos y amables. Ellas siempre querían más, pero yo tenía que dosificar sus embates contra el muro de cristal que creé para contener su universo tenebroso.

Si las dejaba entrar, ya no seguirían a mi lado; abandonarían al único ser que las amaba. Por lo tanto, eran unos seres terriblemente fructíferos y anhelantes de transmitir su historia.

M. D. Álvarez 

El señor de las tempestades. 2da parte.

El señor de las tempestades y su reina permanecían en la cima del promontorio, observando cómo las nubes oscuras se arremolinaban en el horizonte. El viento aullaba a su alrededor, pero ellos permanecían inquebrantables, unidos por un lazo más fuerte que cualquier tormenta.

La reina, con su larga melena negra ondeando al viento, miró al señor de las tempestades con ojos llenos de determinación. "No podemos permitir que esta tormenta destruya nuestro reino", susurró. "Debemos actuar".

El señor de las tempestades asintió solemnemente. Extendió su mano hacia ella, y juntos comenzaron a recitar antiguos conjuros. Las nubes se retorcieron aún más, formando un torbellino que giraba a su alrededor. Los relámpagos danzaban entre sus dedos entrelazados, y la lluvia caía en cascada sobre ellos.

"Somos invencibles", murmuró el señor de las tempestades. "Ningún enemigo puede igualar nuestro poder".

Pero entonces, desde las sombras, surgió un desafío. Otro señor del mal, con ojos brillantes y una sonrisa siniestra, se acercó a ellos. "¿Creen que pueden gobernar sobre las tormentas para siempre?" preguntó. "Yo también tengo mi propio reino de oscuridad".

La reina apretó la mano de su esposo. "No permitiremos que nos arrebaten lo que es nuestro", declaró. "Lucharemos juntos".

Y así comenzó la batalla en el promontorio, una lucha épica entre los señores de las tempestades. Los truenos resonaron, los rayos se cruzaron en el cielo y la tierra tembló bajo sus pies. Pero al final, fue la unión entre el señor de las tempestades y su reina lo que prevaleció.

Juntos, crearon una barrera de viento y lluvia que envolvió al otro señor del mal, atrapándolo en su propia creación. "Tu reinado ha terminado", anunció el señor de las tempestades con voz firme.

La reina sonrió y besó a su esposo. "Nuestro amor es más fuerte que cualquier tormenta", susurró.

Y así, el promontorio volvió a estar en calma. El señor de las tempestades y su reina se abrazaron, sabiendo que su reino de sombras perpetuas seguiría siendo invulnerable mientras estuvieran juntos.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 30 de octubre de 2024

El vergel perdido.

Estábamos ante las gigantescas puertas que nunca debimos atravesar. Dejamos atrás un vergel exuberante enclavado entre majestuosas montañas. 

Sus árboles frondosos se alzan hacia el cielo, sus hojas danzando con la brisa fresca. Flores silvestres salpican el suelo, y el murmullo de un arroyo cercano llena el aire. Las aves revolotean, y mariposas de colores vibrantes se posan en las flores. 

Este vergel es un rincón de paz y belleza, donde la naturaleza se expresa en su máxima plenitud y donde nunca más volveremos por nuestros errores al tomar una mala decisión. 

Escogimos abrir las puertas de nuestro paraíso y abandonarlo para seguir una idea. Pero no debimos salir ya que aquí fuera todo es oscuridad, teóricos paisajes y luctuosida.

M. D. Álvarez 

El cabreo de las musas.

Mis musas se van transformando cada día en más salvajes y oscuras en sus murmullos. Yo las trato con ternura y aprecio, pero ellas comienzan a desbarrar de forma salvaje. Intento contenerlas, aunque se me hace difícil no dejarme llevar con ellas, pero tengo que contenerme.

Si dejara salir todo lo que me murmuran, no podría contener mi verbo y sería inextinguible mi prosa, no tendría fin hasta que se calmaran o terminaran con mi vida.

No sé qué les habré hecho, pero creo que se han enfadado conmigo. Debo hacer algo para mantenerlas tranquilas, aunque me cueste mi salud.

Sus susurros eran cada vez más atronadores e insistentes, me llevaban a escribir sus voces taladrándome el cerebro con frialdad, sin compasión. ¿Será que les he puesto demasiada música de Evanescence?

M. D. Álvarez 

La gimnasta.

Era una delicia verla hacer sus ejercicios en la barra de equilibrio; sus giros y piruetas la llevarían a lo más alto. El año que viene son las Olimpiadas y ella estaría preparada para los juegos. Llevaría las medallas de oro en barra, de equilibrio, barras asimétricas, suelo y salto.

Su entrenador estaba dispuesto a cuidarla con mimo y atención. Se encargaría de su alimentación y bienestar, ya que era su favorita para ganar todas las medallas de oro en todas las categorías. Sería su nueva Nadia Comaneci.

M. D. Álvarez

Liderazgo compartido.

Su estatus era inamovible, era el mejor de todos y los demás lo sabían, y no le disputaban su liderato.

Se sentía solo en la cumbre, pero era su deber proteger, sin importar los riesgos. Su entereza servía de acicate para espolear a sus compañeros.

Su última misión le hizo comprender que no era bueno estar solo, pero había alguien que velaba por él: su lugarteniente, una preciosa señorita de ojos verdes y cabello rojizo.

Comenzó a fijarse con otros ojos, ella lo protegía de todo peligro y ella también se dio cuenta de que sentía algo por él.

M. D. Álvarez 

En la torre de marfil.

Los cielos eran su reino, solo lo compartía con ella. La libertad que tenía en vuelo era su forma de demostrarle su amor, llevándola en brazos y desplegando sus alas majestuosas y fuertes. 

Alzó el vuelo hasta uno de los confines inexplorados. Su naturaleza esquiva había encontrado su alma gemela en ella. Era uno de los últimos dioses que protegían y guardaban la sabiduría de antaño, y ahora la compartiría con ella. 

La llevó a su torre inexpugnable, donde la amó sobre la cama de mullidas plumas hasta que se puso el sol. Solo entonces se mostró a ella con su apariencia inmortal. Él la seguiría allá donde fuera, era su protector y amante.

M. D. Álvarez

Oasis.

Sediento como estaba, le cedió el primer sorbo de agua a su compañera, que casi exhausta bebió con desesperación y gratitud.
Cuando hubo apagado su sed, le cedió su lugar en el único sitio con agua fresca. 

Llevaban dos días en aquel desierto, él la llevaba a cuestas y se sentía en deuda con ella, así que le cedió el derecho al primer bocado. 

Cerca había unas palmeras datileras, ella se encargó de recolectar una buena provisión y se la ofreció. Su amor fue creciendo cada día se hacía más y más intenso.  

El día en que tuvieron que abandonar aquel oasis, él la llevó a la espalda. Su peso era liviano, apenas imperceptible. Debían encontrar un pueblo donde conseguir un vehículo y continuar su viaje de conocimiento mutuo. Se debían eso y mucho más si querían casarse, debían conocerse más profundamente.

M. D. Álvarez 

Caricias.

Mientras él dormía, ella canturreaba dichosa y feliz. Los dos estaban unidos por un amor recíproco e indestructible.

Cada noche era diferente, se amaban con pasión y ternura, dejándolo a él exhausto y agotado. Por eso, ella le dejaba dormir para que pudiera reponer energías.

Su amor trascendía todo lo inimaginable. Se conocieron siendo niños y ahora que eran adultos, además de amigos, eran amantes.

Explorando sus cuerpos con ternura, acariciando la piel del otro, llegaron a conocerse tan íntimamente que ya no podían estar el uno sin la otra.

M. D. Álvarez 

Cartas o rosario.

El cabo Hopkins repartía las cartas con la izquierda, mientras que con la derecha pasaba las cuentas del rosario que le habían regalado.

Un secreto que le obligó a no mostrar a su derecha lo que hacía su izquierda.

Era famoso por su maestría repartiendo, como por su beatitud rezando, y no era de extrañar que mientras jugaba recitara el rosario.

Por eso sus amigos se sorprendieron cuando lo encontraron muerto en su habitación con la baraja en su mano derecha y el rosario en su mano izquierda.

¿Había descubierto su derecha lo que hacía su izquierda?

M. D. Álvarez

martes, 29 de octubre de 2024

Horror

El peor de los horrores está a punto de acontecer en aquel pobre muchacho, que no se le había perdido nada en aquel bosque tenebroso. 

Un crujido lo alertó, pero no tuvo suficiente tiempo para reaccionar; el suelo desapareció bajo sus pies y había caído en una trampa para osos. Las estacas hirieron su cuerpo, pero seguía vivo. 

Escuchó otro crujido, alguien o algo se acercaba hacia el agujero. Su terror se iba incrementando cuando vio asomarse un imponente y majestuoso hombre lobo que lo miró con hambre y curiosidad. 

Un silbido en el bosque y aquel licántropo desapareció, pero volvieron los crujidos y una rama grande asomó, dejándola caer a modo de escalera. El hombre lobo descendió y lo sacó con mimo. 

Una vez arriba, vio a una damisela parada al lado de aquel increíble hombre lobo. Perdió el conocimiento y cuando despertó, estaba en el hospital. Al lado, su madre lo miraba compungida. .

Asustado, preguntó: ¿Dónde está la damisela?

¿Qué damisela, hijo? Te encontraron en los límites del bosque viejo, estabas herido, pero alguien te vendó las heridas. Si no hubiera sido así, estarías muerto.

El joven, cabizbajo, no dijo nada más. Nadie le creería que un monstruo y su guardiana lo habían salvado.

M. D. Álvarez 

lunes, 28 de octubre de 2024

En mundo bajo la piedra.

Bajo una piedra llena de líquenes se escondía un mundo oculto, fuera de las miradas, poblado de diminutas criaturas preciosas que vivían su vida sin pena ni gloria, hasta que aquella criatura de tamaño descomunal levantó su cielo y observó sus vidas monótonas y aburridas. Después de ese día, el extraño ser les proporcionó alimentos y cobijo.

Su apariencia era descomunal: dos brazos desproporcionados, piernas larguísimas y una cabeza como una roca que cubría su mundo, cubierta de largos cabellos. En su rostro destacaban dos ojos azules, una nariz y una boca que sonreía.

M. D. Álvarez

domingo, 27 de octubre de 2024

Mi corazón

Un solo día en el mundo de las hadas podía durar para siempre o ser efímero y maravilloso. 

Descubrí su extraordinario mundo observando las estrellas; había un astro que brillaba con más intensidad. Me ofrecí voluntario para una incursión en el cuerpo celeste recién descubierto. 

Cuando llegué, fui revivido por las criaturas más hermosas y aduladoras. Todas ellas me susurraban bellas palabras que anidaban en mi corazón, el cual, como llama candente, se inflamó y no tuve más remedio que volverme con todas ellas guardadas en mi corazón.

Ellas, felices, me siguen en todo momento, contándome su vida. Una vida llena de luz y alegría.

M. D. Álvarez

sábado, 26 de octubre de 2024

Los mejores amigos.

Y mucha, muchísima mala hostia se estaba barajando en aquel patio de recreo.El corro se fue haciendo más y más grande con los dos muchachos enzarzaron en una pelea brutal que nadie sabía el motivo.
Solo ellos dos lo sabían. Era por una chica que les gustaba a los dos y como dos galitos lo decidieron a ver quie caía antes. 

Llevaban dos horas y ninguno de los dos daba su brazo a torcer. Seguían arreándose guantazo tras guantazo. 

Hasta que vieron a la jovencitas tonteando con otro y decidieron zanjarlo con un apretón de manos. Desde aquel dia fueron los mejores amigos.

M. D. Álvarez 

Deseo incompatible.

Tirado en la piscina, sin saber cómo reaccionar a su ultimátum, no podía pensar en que si la dejaba escapar no tendría otra oportunidad con ella. Y la quería de veras.

No concebía su vida sin ella y a ella solo quería pasárselo bien con él hasta aquel fatídico día en el que ella le confesó que lo quería y no soportaba la vida sin él.
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Aturdido por la revelación, el protagonista se hunde en las profundidades de la piscina. El agua fría lo envuelve, empapando sus pensamientos y ahogando su dolor. 

En ese instante de quietud, una pregunta resuena en su mente: ¿Podrá encontrar la manera de reconciliar sus anhelos con los de ella, o este será el final de su historia de amor?

La incertidumbre lo consume mientras emerge a la superficie, buscando el rostro de su amada entre la multitud. Sus ojos se encuentran y, en esa mirada compartida, se concentra toda la intensidad de sus sentimientos encontrados. El futuro de su relación pende de un hilo, y solo el tiempo dirá si podrán superar las diferencias que los separan.

M. D. Álvarez 

Te comería a besos.

"Te comería a besos", le dijo con una sonrisa dulce y pícara. Sabía que era capaz de proporcionarle el placer más increíble de todos con tan solo un beso.

Aquella noche oscura, mientras todos dormían, él se coló en su habitación. Mientras ella dormía, él se desnudó y se metió en su cama.

Comenzó a besarla con ternura mientras la acariciaba dulcemente. Ella se despertó, sabía que era él. Los dos se sumieron en un abrazo apasionado.

Se conocieron en una maratón de fin de año hacía cuatro años y siempre se sintieron atraídos. Decidieron esperar un tiempo mientras se conocían más el uno del otro: ella era una joven abogada penalista y él un joven y prometedor arquitecto.

M. D. Álvarez

jueves, 24 de octubre de 2024

Hogar

La oscuridad lo envolvía todo, incluso su corazón, que aún anhelaba la luz, pero no existía sin ella. No había luz, solo penumbras en bosques sombríos y lúgubres. Anhelaban su poder, podía traerla de nuevo, pero su corazón sabía que no sería posible. Su pureza lo envolvería todo, incluso su hogar en su negro y fúnebre corazón.

Su mundo oscuro y funesto no vería la luz si él no deseaba traerla a un mundo frío y caótico como el suyo.

La oscuridad se aferraba a su alma como un abrazo gélido. Cada paso en el bosque era una lucha contra la desesperanza. Pero en lo profundo de su ser, un destello de esperanza persistía. ¿Querría traerla de nuevo a su hogar, frío y terrorífico? Solo el tiempo y su voluntad lo dirían.

M. D. Álvarez

El lobo de la luna.

Sus ancestros habían nacido para cazar y vivir en libertad, no atrapados tras unas jaulas. 

Era lo que más le dolía: su naturaleza salvaje no podía soportar el cautiverio de su raza. Aprovechó la luna llena para dejar libre a su lobo interior, liberando a sus congéneres.

Los llevaría a un lugar seguro donde ya nadie los cazara por su piel y su naturaleza. El único aliado que tenían era su madre, la luna llena, que los cobijó bajo su influjo ambarino. 

Todos y cada uno de sus hermanos fue llevado con su madre, que los cuidaría para toda la eternidad, y su hermano mayor los protegería de todo mal.

M. D. Álvarez 

miércoles, 23 de octubre de 2024

Pasión desmedida.

La bañera era de porcelana fina sobre cuatro patas de león doradas. Era muy especial para él, su baño diario lo relajaba para enfrentarse a la vida diaria. 

El agua caliente hizo que bajara la guardia, ni se percató de que ella había entrado; solo un leve roce de su mano lo sacó de su estado de paz. 

Cuando abrió los ojos, vio que ella estaba sobre él. No tuvo tiempo de protestar, ella conseguía que perdiera el control. De pronto, alguien tocó a la puerta y ella lo sumergió en el agua. 

Su relación había sido una carrera de obstáculos y todavía no había acabado. La persona que había llamado a la puerta era uno de sus mejores amigos, que se disculpó por haber entrado y se retiró. 

Él aún bajo el agua había estado jugueteando con los pechos de ella, que lujuriosamente disfrutaba con sus caricias. El agua ya estaba fría cuando la explosión de éxtasis los llevó a un clímax de pasión desmedida. De pronto ella le dijo "te veo esta noche" y salió de aquella preciosa bañera.

M. D. Álvarez 

En la floresta.

El suelo estaba alfombrado de hojas de robles, hayas y otros árboles autóctonos de su lugar de origen, y sobre aquel lecho de hojas estaba la criatura más hermosa de toda la creación. 

Él, oculto en la floresta, la observaba con deseo y anhelaba las caricias de aquella preciosa criatura. Ella intuyó que alguien o algo la observaba, pero sabía quién era: era el mismo que le llevaba flores a su cabaña y huía raudo y veloz. Tenía que atraparlo, pero ella admiraba su determinación.

Un día quiso sorprenderlo. Observando por la ventana, vio aparecer un magnífico hombre lobo que se acercaba con un ramo de flores en su mano. Ella se sorprendió, abriendo la puerta. Él, asustado, hizo ademán de huir, pero ella le agarró de la mano y lo retuvo con un leve tirón. 

Ella sabía que si lo soltaba, huiría y no volvería. Así que lo retuvo con mimo, acarició su pecho, él lleno de ternura, accedió a quedarse con ella.

M. D. Álvarez 

Oumuamua

Transcurridos diez años, todavía no sabían nada del objeto detectado más allá de Neptuno. Seguía aproximándose inexorablemente hacia el planeta Tierra. 

No parecía un asteroide, aunque así nos lo habían hecho creer. Era Oumuamua, al parecer, un objeto metálico recubierto de rocas que fue desgajado de otro aún más grande. 

Con qué intención, nadie lo sabe, pero al parecer lo arrojaron para impactar en nuestro bello planeta.

¿Por quién? Os preguntaréis. Pues, ¿por quién va a ser? Por entidades hostiles a nuestro avance en la carrera espacial.

Ahora estaba en nuestras manos el desviarlo o destruirlo.

M. D.  Álvarez 

Misión de rescate

De un solo impulso logró sortear la altura de seis metros con la gran suerte de atrapar al vigía. Aquella era una misión de rescate. Sus amigos contaban con él y esperaban llegar a tiempo para liberarlos. Dejó la mochila en una cueva cercana y comenzó a trepar por el acantilado hasta la fortaleza donde estaban retenidos sus amigos.

Le quedaban alrededor de 20 metros cuando se dio cuenta de que había un pequeño promontorio donde podía anclar cuerdas para poder descender hasta sus amigos. 

No le fue difícil reducir a la guarnición, su gran estatura y su fortaleza física le daban ventaja sobre los demás. Encontró a sus amigos en la sala central, estaban sanos y salvos. Se alegraron al verlo llegar, sabían que él nunca los abandonaría.

Los fue bajando desde el promontorio a pulso hasta el pie del acantilado. Los llevó a la cueva donde había dejado la mochila cargada de bombonas de oxígeno. Tocaba bucear hasta el submarino que los esperaba sumergido..

Su naturaleza anfibia lo facultaba para respirar bajo el agua, por lo que no necesitaba la bombona de oxígeno. Cuando llegaron a la base, ella lo esperaba en el laboratorio donde estudiaba; su naturaleza era un ejemplar magnífico y lo tenía todo para ella.

M. D. Álvarez

martes, 22 de octubre de 2024

Calentando.

Todo lo que ocurre sucede, según el prisma con el que se mire. Yo soy buena prueba, mi carácter afable tiene sus contramedidas, que potencian mis dotes de altruismo hasta puntos insospechados. Me lleva a hacer locuras, como lanzarme desde lo alto de un edificio para coger al vuelo a un niño que se había enganchado a la ventana, aterrizando, sin ningún problema. Eso solo me sirvió para calentar y poner a prueba mi fortaleza física. 

Después de mi hazaña, la gente me aclamó como un héroe. Sin embargo, la fama trajo consigo una carga inesperada. Los medios me acosaban, y mi vida privada se volvió un circo. 

A pesar de todo, no podía evitar sentirme satisfecho. Pero entonces, un día, un misterioso hombre se me acercó. "¿Estás dispuesto a hacerlo de nuevo?", susurró. Me entregó una llave y desapareció. ¿Qué secreto guardaba esa llave? ¿Y qué más estaba dispuesto a arriesgar por el bien de los demás? 

M. D. Álvarez 

La trampa.

Nada más entrar en la sala, supo que ella estaba allí; su olor era embriagador, aunque también detectó otro olor, era de terror. Sabía que era una trampa, pero no podía dejarla sola. Recorrió toda la sala hasta situarse detrás de ella.

- No debiste venir -dijo ella apesadumbrada cuando notó su presencia detrás suya.

Sabía que era una trampa, aunque con su sola presencia era capaz de sortear todas las trampas que le pusieran.

Ella giró lentamente, sus ojos oscuros clavados en los suyos. La habitación parecía más pequeña ahora, como si el aire se hubiera vuelto denso y opresivo. Él no podía apartar la mirada de ella, a pesar de la advertencia silenciosa que le transmitían sus instintos.

- ¿Por qué estás aquí? -preguntó ella con voz suave, pero llena de peligro.

Él no tenía una respuesta coherente. Solo sabía que no podía dejarla sola en este lugar maldito. La trampa se cerraba a su alrededor, pero su determinación era inquebrantable.

- No puedo dejarte enfrentarte a esto sola -respondió él, su corazón latiendo con fuerza.

Ella sonrió, una sonrisa triste y hermosa. Extendió la mano hacia él, y él la tomó sin dudarlo. Juntos, enfrentarían lo que fuera que acechaba en las sombras.

Continuará...

M. D.  Álvarez 

lunes, 21 de octubre de 2024

Esos enormes ojos azules.

Aquellos enormes ojos azules le suplicaban que terminara con su sufrimiento.

No podía soportar la sensación de agobio y presión; sabía que si no lograba controlar su furia interna, ésta se abriría paso a través de su cuerpo y la lastimaría a ella, y eso sería imperdonable para él.

Pero ella tenía miedo de perder a la única persona que la amaba tal como era, y ella también lo amaba con sus cambios de humor y su furia desatada.

Su único consuelo era mantenerlo aislado hasta que le pasara y calmara su genio.

M. D. Álvarez 

Inspiraciones

Rick Astley y Sinéad O'Connor son dos formas de inspirar a mis musas. Uno las pone en sintonía con sus letras y los relatos que surgen de esa inspiración son alegres y amenos. En cambio, con Sinéad mis musas se vuelven melancólicas.

Debo encontrar un término medio que satisfaga las necesidades de ambas entidades por igual. Les voy variando los gustos musicales y ellas me van mostrando una variación de relatos insospechados. A veces son tiernas y dulces, y otras son crueles  e irascibles.

M. D. Álvarez 

jueves, 17 de octubre de 2024

La desaparición.

En aquel piso se había llevado a cabo la peor de las tragedias: toda la familia había desaparecido sin dejar ni rastro.

 Ni una sola mota de polvo reflejaba que allí hubiera habido una familia de tres miembros. Lo que voy a contaros a continuación es verídico, según cuentan algunos: el padre se volvió loco e invocó a los servidores de Satanás para entregarles a su esposa e hija.

Al parecer, los servidores, no contentos con el ofrecimiento, se lo llevaron a él también, dejando la casa impoluta, sin huella alguna de los que allí habitaban.

M. D. Álvarez 

Tiempo.

Su espíritu jamás dejaría la tierra, era su destino cuidar de los últimos nacidos, sus hermanos y hermanas, hijos e hijas de los primeros moradores del universo frío y siniestro.

Los otros universos no tenían constancia de su aparición ni de por qué fueron creados, solo él conocía su gran destino, por eso se sacrificó para que todo su potencial guiara a sus hermanos a su último destino.

¿No sabéis cuál es? Bien, os lo voy a decir: son los erradicadores del multiverso. Ya lo sabíais, todo lo que empieza tiene que acabar para volver a surgir de nuevo con más fuerza que antes.

Yo soy el guardián del tiempo y mis hermanos y hermanas son las horas, minutos y segundos que os quedan para sucumbir al tiempo.

M. D. Álvarez 

La congregación de las meriendas. 2da parte.

La congregación se reunía en su cafetería habitual, y ella se encargaba de reservar su rincón favorito..

La protagonista, siempre se sentaba en la esquina más alejada. Su cabello oscuro caía en ondas sobre sus hombros, y sus ojos brillaban con una mezcla de curiosidad y determinación. Aunque era la más joven del grupo, su voz resonaba con convicción cuando expresaba sus ideas.

El pater,  era un hombre joven y una mirada penetrante. Siempre llevaba un libro bajo el brazo y se sentaba al frente, observando a todos con una sonrisa enigmática. A veces, intervenía en las discusiones con una anécdota o un proverbio antiguo.

Una tarde, cuando el tema giraba en torno a la compasión, ella levantó la mano y dijo: -Creo que la verdadera compasión va más allá de sentir lástima por alguien. Es actuar con empatía y comprender su dolor, incluso si no podemos resolverlo por completo.

El pater asintió, sus ojos arrugados por la sabiduría. -Tienes razón", dijo. - La compasión es un puente entre los corazones. No se trata solo de palabras, sino de acciones que alivian el sufrimiento.

Y así, las conversaciones continuaron, tejiendo lazos entre los miembros de la congregación. Cada merienda era un recordatorio de que, aunque el mundo podía ser complicado y a veces doloroso, siempre había espacio para la esperanza y la conexión humana.

M. D.  Álvarez 

Noche de pasión. 2 da parte.

Al llegar a casa, el aroma de la comida recién hecha inundó sus fosas nasales. Ella lo esperaba en la mesa, radiante y con una sonrisa pícara. Conversaron animadamente mientras disfrutaban de la cena, cada palabra cargada de una sensualidad latente.

Ella se levantó de la mesa y, con movimientos lentos y sensuales, se acercó a él. Le susurró palabras al oído, llenas de promesas y deseo. Sus manos recorrieron su cuerpo, encendiendo una llama de pasión que no podía ser apagada.

Lo condujo hacia el dormitorio, donde la luz tenue de las velas creaba una atmósfera íntima y romántica. Ella se quitó la ropa con movimientos lentos y seductores, revelando un cuerpo perfecto que lo dejó sin aliento.

Se entregaron a la pasión con una intensidad que solo se puede sentir en el amor verdadero. Exploraron cada centímetro del cuerpo del otro, entregándose al placer sin inhibiciones.

Alcanzaron el clímax juntos, en una explosión de éxtasis que los dejó temblando. Se acurrucaron uno junto al otro, exhaustos pero satisfechos, sabiendo que habían compartido un momento mágico que nunca olvidarían.

M. D. Álvarez 

Violeta.

Una hilera de dientes blanquísimos le sonreía bajo aquella gorra de béisbol. Cuando levantó la gorra en señal de saludo, se quedó hipnotizada con sus ojos, que eran de un color violeta oscuro.

Se sintió intimidada bajo su mirada, escrutada, aunque él no pretendió molestarla. Le pidió disculpas por haber chocado con ella.

Él le besó tímidamente la mano y se ofreció a llevarla adonde quisiera. Aún no tenía todas sus certezas, pero aceptó su ofrecimiento y la llevó al centro, invitándola a tomar un café. Se dio cuenta de que ella no dejaba de mirarle a los ojos. Él le dijo que ese color de ojos se lo debía a su madre, quien lo había educado como un caballero. 

-¿Puedo llamarte? -preguntó tímidamente.

Ella le dio su número de teléfono y se despidió un tanto nerviosa. Una semana después, recibió una llamada suya, invitándola a comer en uno de los mejores restaurantes de Madrid. Se vieron al día siguiente; ella iba preciosa con su vestido largo, él llevaba un traje negro con camisa blanca y una corbata que hacía juego con sus ojos. 

Él le confesó que aquel choque fortuito no fue tan fortuito, quería entablar una relación con ella, admiraba su forma de ser y la había estado siguiendo con el único deseo de encontrarse de frente con ella. La amaba desde que la vio en el metro. Ella no supo qué decir, pero aceptó. Sus enigmáticos ojos eran encantadores y hacían que se sintiera especial.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 16 de octubre de 2024

Las Úrsidas. 2da parte

Mientras observaban el cielo, él le tomó la mano y la apretó suavemente, transmitiéndole calidez y seguridad. Cada estrella fugaz que cruzaba el firmamento parecía llevar consigo un deseo secreto, un anhelo compartido en silencio.

Ella se acurrucó más cerca de él, sintiendo el latido de su corazón acompasado con el suyo. El café caliente en el termo les ayudaba a mantener el calor, pero era la compañía mutua lo que realmente les reconfortaba.

De repente, una estrella especialmente brillante cruzó el cielo, dejando una estela luminosa que pareció durar una eternidad. Ambos cerraron los ojos y pidieron un deseo, sabiendo que, aunque no lo dijeran en voz alta, sus corazones estaban sincronizados.

La noche avanzaba y el frío se hacía más intenso, pero ellos no querían moverse. Cada momento bajo aquel cielo estrellado era un tesoro, una memoria que atesorarían para siempre. La lluvia de estrellas continuaba, y con cada destello, su amor se fortalecía, iluminado por la magia de la noche.

M. D. Álvarez 

El verdadero amor.

Con el corazón roto y deshecho, partió al exilio sin la persona que creía su amor verdadero y lo había despojado de su gallardía y corazón sin miramientos ni excusas. Vagó por el mundo solitario y cabizbajo, temiendo al mundo que lo vio nacer y crecer como hombre sincero y cabal.

Un buen día decidió detenerse en un puente y acertó a pasar una dulce joven que le preguntó de dónde venía y hacia dónde se dirigía; él no supo qué decirle, aún traumatizado por el trato vejatorio de la que creía su amada.

Ella vio su tribulación y le ofreció un lugar donde quedarse. Pasaron meses, quizás años, hasta que él volvió a confiar y le ofreció su corazón antes roto, pero gracias a los cuidados de ella volvía a latir con más fuerza. Ella lo aceptó de todo corazón. Ahora viven juntos para amarse y cuidarse mutuamente.

M. D. Álvarez

Calypso.

La música de Jean Michel Jarre la transportaba a su mundo onírico, donde ella tomaba las riendas de su destino, un destino lleno de peligros e incertidumbre, donde la aguardaban sus amigos para ayudarla a mantener el orden natural de las cosas. 

El disco de "En attendant Cousteau", los tres primeros temas, todos ellos titulados "Calypso", eran sus temas favoritos. Con ellos era capaz de volver a su rutina diaria después de salvar al mundo.

M. D. Álvarez 

El licántropo.

Su especie era verdaderamente peligrosa y salvaje. Él era un ejemplo de agresividad y tenacidad. Sus ataques a los moradores de las tinieblas eran aterradores y salvajes; sus víctimas no lo veían llegar y, cuando se daban cuenta, no tenían escapatoria: eran eliminadas por él. Si último ataque lo perturbó un poco, se trataba de una especie mucho más peligrosa que el
 
La criatura acechaba en las sombras, sus ojos brillando con una intensidad sobrenatural. Su piel escamosa reflejaba la luz de la luna, y sus garras afiladas dejaban marcas profundas en la tierra. Los moradores de las tinieblas, acostumbrados a enfrentar peligros, temblaban ante su presencia.

El último ataque había sido devastador. El, un cazador de criaturas sobrenaturales, había perdido a su compañero en la lucha contra esta bestia. Ahora, solo y herido, se encontraba en una encrucijada. ¿Debería seguir persiguiendo al monstruo o retirarse antes de que fuera demasiado tarde?

Sabía que esta especie era diferente. No solo era más peligrosa, sino también más inteligente. Se movía con astucia, evitando las trampas que él había preparado. ¿Qué motivaba a esta criatura? ¿Por qué atacaba a los moradores de las tinieblas? Las preguntas lo atormentaban mientras seguía su rastro.

La luna llena iluminaba el bosque cuando encontró una pista. Huellas frescas en el suelo indicaban que la bestia estaba cerca. Se adentró más en la espesura, su corazón latiendo con fuerza. No podía permitirse fallar esta vez. 

Él era el último cazador de moradores de las penumbras y el último licántropo con conciencia. No podía permitir que aquella criatura saliera del bosque.

M. D. Álvarez

En el espacio profundo. 2da parte.

Los Alnitaks, resentidos por la imposición de restricciones energéticas, comenzaron a conspirar en las sombras. Su líder supremo, aún obsesionado con la tecnología de la nave, ideó un plan desesperado. Creó una facción secreta que infiltró los círculos de poder en el mundo recién nacido.

Mientras tanto, el comando exploraba las vastas llanuras y los bosques oscuros del planeta. Descubrieron ruinas antiguas, inscripciones en una lengua desconocida y artefactos misteriosos. Cada hallazgo parecía conectarlos con los Alnitaks de alguna manera.

La tensión creció. Los líderes del mundo azul se volvieron paranoicos, acusándose mutuamente de traición. El comando sabía que debían descubrir la verdad antes de que estallara la guerra.

Y así, en las profundidades de una cueva olvidada, encontraron un antiguo dispositivo. Al activarlo, reveló una verdad impactante: los Alnitaks eran descendientes de una civilización ancestral que había colonizado ambos mundos. La guerra no era inevitable; la reconciliación estaba al alcance de sus manos.

¿Qué camino tomarían? ¿La paz o la destrucción? El destino de dos mundos pendía de un hilo. 

M. D. Álvarez 

martes, 15 de octubre de 2024

La turba.

Y mucha, muchísima mala hostia se veía venir: una horda de descerebrados con muy mala leche se dirigían hacia ellos con el único fin de castigarlos por los pecados que no habían cometido.

Los indefensos críos no supieron lo cerca que estuvieron de ser linchados. Solo una persona se interpuso entre ellos y los hooligans, que como una horda de seres sedientos de sangre, no veían nada más que sangre y vísceras.

Sin embargo, fueron detenidos en seco: aquel gigante alzó la voz de manera atronadora y les recriminó sus actos. Ellos no estaban libres de culpa.

Tal y como llegaron, la marabunta se disolvió, dejando a los chiquillos en paz. Solo el coloso los cogió en brazos y los llevó a su casa.

La chiquilla le dio las gracias besándole en la mejilla. Los padres, asustados, lo expulsaron de mala manera, aunque la jovencita se interpuso y habló en su favor. Les contó cómo aquel gigante los había salvado de ser masacrados por una turba de maleantes.. 

Sus padres, al ver su error, acogieron al coloso en su humilde hogar.

M. D.  Álvarez 

El profundo azul.

En el profundo océano se escondía y solo salía para verla a ella en su playa.no lograba quitársela de la cabeza. Lo había hechizado con tanta sutileza.

El misterio del océano y su hechizo persistían. Cada ola susurraba su nombre, y él anhelaba su presencia en la orilla. Pero, ¿qué secreto guardaba ella? ¿Qué la atraía hacia ese lugar? El océano, testigo silencioso, aguardaba el próximo capítulo de su historia. .

Un día él decidió abandonar las seguras aguas de su hogar para acercarse a ella.  Se sorprendió al verlo a su lado sus intensos ojos azules la anhelaba.

El corazón del océano latía con fuerza mientras él emergía de las profundidades. Sus escamas centelleaban bajo la luz de la luna. La playa estaba desierta, salvo por ella, que miraba al horizonte con una expresión melancólica.

Ella se giró al sentir su presencia. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el mundo se detuvo. El hechizo se intensificó, y ambos sintieron una conexión ancestral. ¿Cómo podía un ser marino y una humana sentir algo tan profundo?

Sin palabras, ella extendió la mano hacia él. Él la tomó con delicadeza, y juntos caminaron por la orilla. Las olas acariciaban sus pies, como si el océano aprobara su unión. 

La promesa de un amor que trascendía las barreras de los mundos. El océano, siempre testigo, susurró su bendición mientras las estrellas titilaban en el firmamento. El hijo del gran azul había encontrado a su alma gemela 

M. D. Álvarez 

lunes, 14 de octubre de 2024

La muralla.

La Gran Muralla fue edificada por un solo hombre, pero no un hombre cualquiera. Era un héroe legendario, el nombre de dicho héroe todavía es un misterio, pero puedo aventurarlo: el héroe en cuestión era Fu Shi. Su castigo fue ejemplar ante el primer emperador, Ying Zheng, quien lo obligó a construir la muralla.

El castigo fue debido al peor de los delitos: Fu Shi se enamoró de una de las concubinas, pero no una cualquiera, sino la primera y más amada por el emperador, quien airado le encomendó la labor más ardua y dolorosa de todas.

Ahí estaba trabajando, acarreando piedras de gran tonelaje sobre su espalda, arrastrándolas desde lejanas canteras de las que extraía gracias a su portentosa fuerza. Se cuenta que su labor le llevó 1000 años y que al finalizar, Shangdi lo elevó a los cielos como hijo legítimo y lo convirtió en la constelación La Séptima de las Tres Estrellas, que nosotros conocemos por el nombre de Orión.

El emperador le ordenó la construcción por tres motivos que no os vais a imaginar: Uno, para evitar la entrada de pueblos invasores. Dos, evitar el paso de las criaturas penumbrales que habitaban al otro lado. Y tres, que era la más importante, evitar la huida de los sagrados dragones dorados, sin los cuales no podía recibir el título de emperador del mundo.

M. D. Álvarez 

Un sol en las tinieblas.

Su estatus en la naturaleza era irascible, pero solo con ella se mostraba paciente, cariñoso, encantador. Pero los demás sentirían su cólera, su furia, si alguno de los moradores de la noche trataba de dañarla.

Era su sol, su luz en las tinieblas. Con ellos sería despiadado, no tendría contemplaciones con los que querían arrebatarle su luz..

La noche se cernía sobre el bosque, y él, con sus ojos centelleantes, acechaba desde las sombras. Sus alas extendidas, como un manto de oscuridad, le permitían moverse sin hacer ruido. La luna llena brillaba en lo alto, y él la miraba con devoción.

Ella, la única que podía calmar su tormento, estaba en peligro. Los lobos aullaban en la distancia, y los vampiros se escondían entre los árboles retorcidos. Pero él no permitiría que le hicieran daño. No cuando ella era su razón de existir.

Se deslizó hacia adelante, sus garras afiladas listas para la batalla. Los enemigos se acercaban, pero él no vaciló. Protegería a su sol, a su luz, aunque eso significara enfrentarse a todo el inframundo.
 
M. D. Álvarez 

sábado, 12 de octubre de 2024

Al.borde del abismo.

Le sorprendió al borde del acantilado, sentado con los pies colgando hacia el abismo. Se preocupó por él; lo oyó llegar. "No te quedes ahí, acércate", le dijo sin volverse.

"¿Qué haces aquí?", preguntó ella, preocupada. Él había sufrido graves reveses en su vida.

"Tranquila, no me voy a lanzar al vacío. Vengo aquí cuando tengo que pensar."

"¿Y qué tienes que pensar?", dijo ella, sentándose a su lado.

"De lo que pasó el otro día", dijo él, mirando al horizonte.

Ella recordaba lo que pasó: ao defendió frente a una chusma; cuando los puso en fuga, ella lo besó apasionadamente. 

Desde aquel día, se sintió perdido, aislado cuando ella no estaba presente, pero en cuanto la veía, su corazón se aceleraba, se sentía feliz y no podía parar de sonreír.

M. D. Álvarez 

El pequeño caballero.

Aquel gran dragón, con su jinete a la espalda, tenía la preciosa muñequita de su hermanita pequeña en la boca. Él la situó tras de sí y, con su pequeño escudo y su espada de madera, le hizo frente, diciendo: "Si no devuelves la muñeca sin ningún rasguño, te vas a enterar". 

El jinete lo miró de arriba a abajo y dijo, riéndose a su dragón: "Devuélvesela, o te va a dar un mandoble con su sable y te abrirá la cabeza".

Su hermanita lo miraba con cara de asombro; no había visto a su hermano tan enfadado. El dragón devolvió la preciosa muñequita a su dueña, que la recogió con cuidado de la boca del dragón. Estaba inmaculada y corrió al patio de su casa con la muñequita agarrada con fuerza. Mientras, su joven hermano se quedaba vigilando con torva mirada, hasta que el jinete tiró de las riendas y el dragón se elevó, alejándose en dirección al palacio.

El hermano suspiró al ver cómo el dragón se alejaba, sintiendo un mezcla de alivio y orgullo. Su hermanita regresó, sonriendo con la muñequita en brazos. "Eres mi héroe", le dijo, abrazándolo fuerte. 

Él sonrió, prometiéndose a sí mismo que siempre la protegería, sin importar cuán grandes fueran los dragones.

M. D.  Álvarez 

Este relato está dedicado a mi hermano pequeño, Angel V. Álvarez, a quien espero sorprender el día de su cumpleaños con un relato basado en una ilustración suya.

El primero.

A veces pecaba de prudente, pero era porque le preocupaba que le hicieran daño a ella. En su estado, no podía permitir que sufriera.

Habían perdido a su primer hijo y ella se sentía culpable. Él no se lo recriminaba, sabía que había sido muy prudente. Aún así, lo perdió. 

Esta vez sería diferente: la mimaría y cuidaría con ternura. Sería un marido y un padre ejemplar.

Su mirada  se posó sobre el vientre de su esposa, acariciándolo con ternura. Un nuevo latido, una promesa de vida que llenaba su corazón de esperanza. Esta vez, no fallaría. Sería el escudo protector de su familia, el faro que los guiaría a través de cualquier tormenta.

La tragedia del pasado solo serviría como un recordatorio constante del amor que los unía, un amor que ahora se multiplicaba y se fortalecía con cada palpitar de la nueva vida que crecía en su interior. La prudencia seguiría siendo su guía, pero esta vez estaría templada por la infinita ternura y la férrea determinación de proteger a su amada y a su futuro hijo.

M. D.Álvarez 

viernes, 11 de octubre de 2024

En el claro del bosque.

Aquella inquietante criatura escuálida y asustadiza se movía entre las sombras. Era el resultado de la unión de dos criaturas oníricas, salidas de la mente más atroz y sanguinaria. 

La tierna criatura no tenía la culpa de sus orígenes y solo quería ser amada por los pobladores de la oscuridad. Lo único que anhelaba era una pareja a quien amar.

Pero los pobladores de la penumbra no lo aceptaban y le tendieron una trampa. Lo citaron en un claro del bosque donde había una bella criatura de ojos brillantes. 

Él se aproximó con cautela, no las tenía todas consigo, hasta que se decidió. Ella no se movió. Cuando se sentót a su lado, ella se volvió con una desgarradora sonrisa y le dijo: "No debiste venir". Sin mediar palabra, le desgarró la garganta de un mordisco. La pobre criatura no se lo podía creer, había caído en su trampa.

M. D.  Álvarez 

jueves, 10 de octubre de 2024

El rey del mundo

Desde mi silla de ruedas puedo controlar mis impulsos, pero no siempre estuve atada a esta silla de ruedas. 

En el pasado, era como vosotros, inconsciente y rebelde. No podía controlar mis apetitos, caminaba por el mundo en busca de retos a los que enfrentarme. 

En uno de aquellos retos, perdí la función motriz y me relegaron a esta silla de ruedas. Pero lo que aún no sabéis es que desde ella puedo hacer factibles ciertos deseos y pasiones. 

Gracias a mis musas, ellas me transportan en volandas a su mundo cálido y amoroso, donde yo soy el rey de su mundo.

Un mundo lleno de amor y belleza, donde mis bellas ninfas me agasajan y cuidan con esmero, y donde doy rienda suelta a mi poder que emana de ellas.

Ellas me cautivaron y reconstruyen mi cuerpo; en su mundo, puedo caminar, correr, saltar, aunque cuando regreso a mi mundo sigo anclado a mi silla, sé que en el de ellas puedo hacer mucho más. 

M. D. Álvarez

Un concierto memorable.

Ella lo mantenía a su lado a pesar de las ganas que manifestaba. Lo tenía atado en corto desde la última vez que se escapó a un concierto de Jean Michel Jarre. No le dejó volver a escaparse, sabía cómo atraerlo y dominar su impulso. 

Lo quería con locura y lo dejó ir diciendo: "Ve a partir la pista, yo te espero". "Nada de eso, tú vienes conmigo", respondió él. El último concierto de Jean Michel Jarre fue apoteósico y ellos dos disfrutaron de la mejor noche de todas. 

Eran unos bailarines buenísimos y, nada más comenzar el concierto, les hicieron un corro. Su noche fue memorable, al igual que el concierto. 

M. D. Álvarez 

Mientras duermes. 2 da parte.

La cena estaba lista: un vino tinto suave, pasta fresca con salsa de tomate y albahaca, y una ensalada de rúcula y nueces. Él había preparado todo con esmero, pensando en cada detalle. La mesa estaba iluminada por velas, creando una atmósfera íntima y cálida.

Ella se despertó poco después, estirándose y frotándose los ojos. Al ver la cena dispuesta, sonrió y se sentó en la silla frente a él. Sus ojos se encontraron, y en ese instante, el mundo exterior desapareció. Solo existían ellos dos.

—¿Qué es todo esto? —preguntó ella, asombrada.

—Una sorpresa para ti —respondió él, acercándose y tomando su mano—. Quiero que esta noche sea especial.

Brindaron con el vino y comenzaron a comer. Las conversaciones fluyeron fácilmente. Hablaron de sus pasiones, sus sueños, y compartieron risas. Cada gesto, cada mirada, era una promesa silenciosa de algo más profundo.

Después de la cena, él la llevó al balcón. La ciudad se extendía ante ellos, las luces parpadeando como estrellas en la distancia. Se abrazaron, sintiendo el latido del corazón del otro.

—¿Qué somos? —preguntó ella, con voz temblorosa.

Él la miró a los ojos, sin titubear.

—Somos dos almas que se han encontrado en medio del caos. No sé qué depara el futuro, pero quiero descubrirlo contigo.

Se besaron, y el mundo se detuvo. En ese momento, no había pasado ni futuro, solo el presente y la promesa de un amor que trascendería el tiempo.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 9 de octubre de 2024

El enclave prohibido.

Era la fecha de su cumpleaños y no podía estar con ella, pero la llamó con un teléfono vía satélite.  

—Hola, mi vida, siento no poder estar contigo en tu día, pero te lo compensaré con creces —dijo dulcemente.  

—¿Estás bien, cariño? No te preocupes, tan solo quiero que vuelvas sano y salvo —le pidió suplicante.  

—Haré lo que pueda, cielo. Vuelvo en dos semanas. Te quiero, mi amor. ¡Feliz cumpleaños! —dijo, viendo que su sargento se acercaba.  —Tengo que colgar, amor mío. Intentaré llamarte otro día. Te quiero.  

—Mi capitán, partimos ya —dijo el sargento con un rictus de preocupación.  

—Tranquilo, sargento, es una misión de observación.  

—Sí, mi capitán —se cuadró y saludó.  

Avanzaron por la sofocante jungla hasta el enclave recién descubierto: eran unas megaruinas con enormes muros de contención y esculturas aberrantes y dantescas. Tomaron cientos de fotografías y regresaron al campamento base.  

—¿Cómo definirías lo que hemos visto, sargento?. 

—Como algo que no deberíamos compartir con nadie", dijo visiblemente asustado.

—Regresamos a casa, no te preocupes. Cargaron con todo el material fotográfico y el equipo de campaña.

A su regreso, despachó el informe con su comandante, que le agradeció la información aportada.  

—Te mereces unas vacaciones, cógete 20 días de permiso.

Continuará...

M. D. Álvarez 

La pérdida.

Sería capaz de mover el mundo por estar un solo minuto más con ella. Cuando me dejó, el universo se derrumbó sobre mí. Ahora comprendía cuánto la necesitaba a mi lado; su sola presencia me calmaba y ejercía una paz sobre mí. 

Ahora que no la tengo a mi lado, siento que mi dolor es incontrolable e insufrible, como su enfermedad que me la arrebató sin previo aviso. Debí aprovechar los momentos que podía estar con ella. 

En vez de eso la dejé ingresada en el hospital hasta su fatal desenlace. No podía hacer frente a su pérdida.

M. D. Álvarez 

El mundo de mis musas.

No podía dejar de teclear, la música las volvía locas y no paraban de susurrarme historias y más historias de su mundo oscuro, hasta el punto de desear entrar en él.

Eso sucedió en medio de uno de sus mejores conciertos. En su mundo, yo era un autor adorable y alcanzable. Ellas me amaban y yo las amaba. Jean Michel Jarre excitaba mis neuronas como nadie y sacaba el genio que había en mí. 

Siempre he sido una escritora  la que no le faltaba la inspiración, y menos cuando hay buena música de fondo. Al concluir el concierto, volví a la realidad con inspiración renovada e imaginación desbordada. 

Creé un mundo para mis musas, donde yo podría ir a visitarlas y recibir sus atenciones y cuidados. No os he dicho el nombre de mi nuevo mundo. 

Bueno, quizás un día de estos lo comparta con el resto del mundo. Pero los que me conocen saben de mi ingenio para ocultar a mis bellas musas de ávidas miradas.

M. D.  Álvarez 

Trance 2da parte.

Los dos se abrazaron con fuerza, sus lágrimas mezclándose con la tierra. Ella le contó cómo había crecido, cómo había aprendido a leer y escribir, y cómo había soñado con encontrarlo algún día. Él escuchó, asombrado por la valentía y la determinación de su pequeña hermana.

Juntos, caminaron de regreso a la cueva. Los matones habían huido, y la niña estaba a salvo. El hermano se sentó en su lugar de meditación, mirando a su alrededor con ojos nuevos. La cueva ya no era solo su refugio; ahora era el lugar donde había encontrado a su hermana perdida.

La niña le preguntó sobre su meditación y cómo había logrado permanecer tanto tiempo en ese estado. El hermano sonrió y le explicó que había aprendido a controlar su mente y su energía vital. Le enseñó algunos ejercicios simples para ayudarla a concentrarse y encontrar la paz interior.

Con el tiempo, la cueva se convirtió en su santuario compartido. Juntos, meditaban, compartían historias y observaban el mundo exterior a través de la entrada de la cueva. La hermana creció fuerte y sabia, y el hermano encontró un propósito más allá de su propia búsqueda espiritual.

La historia de los hermanos se convirtió en una leyenda en la región. La gente decía que la cueva estaba bendecida por los dioses, y aquellos que la visitaban encontraban respuestas a sus preguntas más profundas. Pero solo los hermanos sabían la verdad: que el verdadero tesoro estaba en el amor y la conexión que habían encontrado el uno en el otro.

M. D.  Álvarez 

Noche de pasión.

Aquel sería el día que ella elegiría para acostarse con él, una fecha señalada. Lo amaba y quería colmarlo de atenciones. Él era muy especial para ella y se lo quería demostrar. Mientras él se entrenaba, ella fue a comprar comida para la noche. 

Le ofrecería un banquete antes de insinuarse. Sabía cómo incitarle y llevarlo a la cama. Se sentía deseada y lo complacería hasta un profundo clímax de satisfacción y éxtasis. 

Llevaba mucho tiempo pensando en él. Sabía cuánto había sacrificado por su trabajo, era muy arriesgado y fue herido en un altercado donde se encontraba ella. 

Siempre la defendía, aún a costa de su propia seguridad, pero le compensaría y conseguiría decirle que lo quería de mil formas diferentes. 

M. D.  Álvarez 

martes, 8 de octubre de 2024

Escuálido.

En los mundos oscuros donde todo es maldad y perdición, todo es gigante y aterrador, pero también se subestima al pequeño y escuálido. Se lo pensarán dos veces antes de volver a meterse con aquella pobre criatura. Lo que no sabían era que en su pequeño corazón albergaba una energía inagotable que podría acabar con todos los gigantes aterradores de su mundo.

En cuanto sacara su genio a pasear, no dejaría ninguno, pero tenía buen corazón y no deseaba dañar a nadie. Por eso lo vapuleaban y torturaban, aunque hubo un momento en el que ya no lo soportó más y su transformación fue desgarradora, verdaderamente brutal. Su piel se desgarraba y cuarteaba, y de su interior nació un ser poderoso que no temía a la oscuridad.

No os he dicho por qué no pudo soportarlo más. Aquellos que lo golpeaban y torturaban dirigieron sus golpes hacia otra criatura indefensa, colmando la copa de ira que había ido incrementándose en él.

M. D. Álvarez 

¿Con alas., o sin ellas?

¿Cómo te gustan, con alas o sin ellas? —fue su única pregunta. Ella se sorprendió y no supo qué contestar. Él la miraba con sus intensos ojos azules, expectante. 

Según su respuesta, ella sería la elegida o no. Viendo que estaba indecisa, él la tranquilizó diciéndole que le daba tiempo para pensarlo.

Al día siguiente, él volvió y ella respondió titubeante: "Me gustan con alas". Él sonrió y de su espalda surgieron dos alas poderosas.


Ella observó con asombro cómo las alas se desplegaban desde la espalda de aquel hombre misterioso. Eran de un blanco iridiscente, con plumas que parecían atrapar la luz del sol. El aire vibraba a su alrededor mientras él extendía sus brazos, mostrando su nueva forma.

"¿Qué eres?" preguntó ella, aún aturdida por la revelación.

"Un ángel", respondió él con una sonrisa. "Y tú también lo eres ahora".

Ella miró sus propias manos, viendo cómo la piel se volvía más translúcida, cómo las venas brillaban como hilos de plata. Se sentía ligera, como si pudiera elevarse en cualquier momento.

"¿Por qué yo?" preguntó, sintiendo que su corazón latía con fuerza.

"Porque tienes un corazón puro", dijo él. "Porque elegiste las alas".

Juntos, volaron hacia el cielo, dejando atrás la tierra y sus preocupaciones. Ella se sentía libre, llena de una alegría que nunca había experimentado. Y mientras ascendían, él le susurró al oído:

"Ahora eres parte de algo más grande. Eres un mensajero de esperanza, un protector de los que sufren. Y siempre estaré a tu lado".

Y así, comenzó su nueva vida como un ángel. Con alas poderosas y un propósito más allá de lo que jamás había imaginado. 

M. D.  Álvarez 

Sin ella.

Su hogar era donde ella estaba. Un lugar lleno de luces y sombras donde podía vivir junto a ella y darle todo lo que necesitara sin que lo pidiera. 

Él sería su eterno caballero y guardián de su mundo lleno de color y luz, donde ella era la reina de su corazón y se sentía libre para amarla sin medida ni restricciones.

Su felicidad era su único deseo y esperanza, ya que sin ella su reino no tendría razón de ser. Desaparecería al igual que su eterno amante.

M. D.  Álvarez 

lunes, 7 de octubre de 2024

El número uno.

La música fluía de su mente como un torrente, con determinación y un fuerza que lo elevaba hasta cotas insopechadas 

Sería su mejor composición, con ritmos pop, dance y de discoteca para su verdadera musa. Ella lo convertiría en un éxito mundial, juntos serían imparables. 

Ella, a su vez, ya no lo veía como un mediocre. Lo veía como el creador de aquel tema que la llevó hasta el éxtasis más profundo y anhelado. Supo que él sería para ella y ella para él. 

Aquel tema fue uno de los muchos que él escribió para ella y todos y cada uno alcanzaron el número uno en todas las listas de éxitos.

M. D. Álvarez

Campos Elíseos.

Roto por el dolor de la pérdida de su esposa, luchó contra todas las críticas que encontraba en su eterno deambular sangriento. 

Ella murió por su culpa y no podía soportarlo. Buscaba reunirse con ella a toda costa en los Campos Elíseos, pero la muerte le era esquiva. 

Consultó al oráculo la forma de hallar su muerte, pero el oráculo también le resultó esquivo y engañoso. 

Tomó la determinación de escalar el monte Olimpo y que los dioses le dieran muerte por tal atrevimiento. 

Sin embargo, estos también se le mostraban esquivos, hasta que un buen día el sabio centauro Quirón se apiadó de él y le ofreció un consejo: ¿por qué buscar la muerte cuando puedes hallar a tu amada? Le enseñó la entrada a los Campos Elíseos, donde la hallarás y podrás quedarte con ella si el rey del inframundo te da permiso.

M. D. Álvarez 

Sobresaliente maestría.

Y asestaba cuchilladas con sobresaliente maestría, al igual que su contrincante se deslizaba con destreza evitando las puñaladas que le lanzaba. El adversario también exquivaba las suyas.

No podía ser, era igual de bueno que él, pero no era posible. Él era el mejor, a no ser que estuviera peleando consigo mismo. Se percató de que su enemigo era una sombra de sí mismo.

M. D. Álvarez 

La lengua del Troll.

Su promontorio se encontraba en la lengua del troll, uno de los mejores y más maravillosos miradores desde donde tenía a la vista todos los confines de su territorio, un mundo lleno de amor y alegría donde habitaban tanto las musas como los humanos.

Él era un humano muy especial, dominaba la técnica de narrar historias que aparecían ante los habitantes, quienes disfrutaban de su verbo florido e inigualable.

Un buen día, el narrador de historias vio a quien podría ser su sucesora, la tomó bajo su tutela y le mostró el potencial que tenía en su mente llena de mundos inagotables y ancestrales, donde criaturas de otra era podrían coexistir con los habitantes de la Lengua del Troll.

M. D. Álvarez 

Por ella.

Lo que nadie sabía de él era que estaba aquí para proteger a alguien cada noche de luna oscura. Su animal surgía de su interior como un diablo desaforado con sed de sangre, pero jamás la tocaría a ella. Era su luz, su esperanza.

Solo daba rienda suelta a su instinto asesino cuando alguien se lo merecía.

A pesar de su aspecto salvaje, él siempre volvía junto a ella con mansedumbre, se sentaba a su lado y cuidaba de todas sus necesidades.

La amaba y ella depositaba su mano sobre su noble cabeza lobuna, volviendo así a su ser.

Continuará...

M. D. Álvarez

Delicadeza

La pasión y ternura con ella eran palpables la acariciaba con delicadeza y suavemente satisfacía sus deseos sin prisa y con calma llevándola a un placer inusitado y satisfactorio.

La atmósfera se cargaba de electricidad mientras sus cuerpos se entrelazaban. Cada caricia era un suspiro compartido, y sus labios se buscaban.

Sus besos se intensificaron, explorando cada rincón de sus bocas con avidez. La pasión se desbordaba, mezclándose con la ternura que los envolvía. Sus cuerpos se movían al unísono, como si de una danza se tratara, una danza de amor y placer.

Las palabras se perdían en gemidos y jadeos, mientras sus manos recorrían cada curva de sus cuerpos, encendiendo fuego en cada piel. El placer se apoderaba de ellos, elevándolos a un éxtasis sin igual.

En ese instante, solo existían ellos dos, unidos por una pasión ardiente y una ternura infinita. El mundo exterior se desvanecía, dejando paso a un universo de sensaciones donde solo reinaba el amor.

Al final, se fundieron en un abrazo, exhaustos pero satisfechos. La pasión se había transformado en una ternura profunda, llenando sus corazones de paz y felicidad. Era un momento que jamás olvidarían, un instante grabado en sus almas para siempre.

M. D. Álvarez 

domingo, 6 de octubre de 2024

De vuelta al hogar

Aquella enfermedad lo estaba matando y ningún tratamiento experimental parecía hacer efecto. Solo podía pensar en ella, no podía, no quería dejarla sola. Iba siendo hora de que le contara la verdad. Quedó con ella en la cafetería donde se conocieron. 
Visiblemente nervioso, pero dispuesto a afrontar lo que viniese, comenzó diciéndole: "Sabes que te quiero más que a nadie en el mundo". 

Ella temió que la dejara e hizo ademán de interrumpirle, pero él la detuvo. "Déjame acabar, sino no tendré fuerzas para continuar. Te has dado cuenta de que mi salud está resentida, me muero, pero antes de que te enfades conmigo, he de decirte que ninguno de los tratamientos experimentales ha surtido efecto. Pero sigo luchando, aún me queda una bala en la recámara, tengo que partir solo, hay un lugar donde pueden salvarme la vida 

¿Por qué no me dijiste nada? Tú lo eres todo para mí. Iremos donde haga falta". 

"Lo siento, pero tú no puedes venir, debo ir solo, pero volveré, te doy mi palabra".


Él partió en una nave ligera en dirección a la nube de Ort; más allá de ella estaba su origen y su familia, solo ellos podían recuperar su salud.

Al llegar a su destino, lo estaban esperando y lo introdujeron en una de las muchas cápsulas regenerativas. Tardó 15 días en recuperarse.

Cuando salió, se dirigió a su madre, la única que comprendía a su hijo pequeño y el porqué de su huida de aquel mundo. Aquel faro seguía brillando con más fulgor que antes. Ella lo estaba esperando.

"He de partir, madre. Te debo mi vida, un día lograré saldar mi deuda contigo", le dijo. La abrazó con amor y partió de nuevo hacia su destino.

"Ve con ella, hijo mío, y que todo el amor del universo te acompañe", le dijo su madre al oído.

M. D. Álvarez 

La presión.

La espina se clavó profundamente en su pecho, tras lo cual comenzó a sentir una sensación de desasosiego aterradora, pero no podía permitirse dar muestras de flaqueza. 

Aquella mujer había pisoteado su corazón de forma tan abrupta que casi le dejó sin aliento. Lo había rechazado sin más. Lo que no sabía él es que ella estaba siendo coaccionada para romperle el corazón. 

De regreso a casa, el corazón le dolía tan fuerte que parecía estar taladrando su alma.

Él se retiró a su cubil con la sensación de haber perdido las ganas de vivir. No comprendía el porqué de aquel rechazo.

Se sentía avergonzado porque sabía que a ella le gustaba. ¿Entonces, por qué lo ninguneó?

Se armó de valor y volvió, pero antes de llamar, miró por la ventana y descubrió a dos criaturas infernales que la mantenían presa.

Retrocedió unos metros y se lanzó contra la ventana, atravesándola. Se enfrentó a las dos bestias, logrando deshacerse de ellas. La desató y ella lo abrazó, diciéndole que no lo había dicho en serio, que solo trataba de protegerlo.

Él sabía que en la casa había alguien más alguien a quien ella temía y no quería que la hiciera daño.

Esperame aquí. Vuelvo enseguida, dijo él tranquilamente. 

Subió por la amplia escalera victoriana que le llevaba al segundo piso. La habitación principal estaba llena de cachivaches inservibles, pero había algo más ancestral y aterrador, aunque no lo veía, simplemente lo intuía. Un frío helador le golpeó de lleno, pero permaneció impasible.

- ¿Qué quieres de mí? -preguntó él.

- Tu vida. -respondió una voz en la penumbra.

- Te va a costar caro quitármela -dijo sin amedrentarse.

Lo vio de soslayo cuando iba a golpearle y logró esquivarlo, derribándolo de un puñetazo en el costado. Aquel ser oscuro era tangible, por lo tanto, podía golpearlo. Siguió esquivando sus ataques hasta que pudo lanzarle un izquierdazo al hígado que lo dobló de dolor.

- ¿Te rindes? -preguntó con sarcasmo.

- ¡Nunca! -gritó lanzándose hacia él. 

Logró zafarse y lo lanzó por encima de la barandilla, yéndose a estrellar contra una vieja bola del mundo.

- Ahora podemos irnos -dijo cogiéndola de la mano...

M. D. Álvarez

sábado, 5 de octubre de 2024

La cita.

Con un aspecto formidablemente pero incómodo, se disponía a pedirle una cita a la chica de sus sueños.

Ella estaba en un corrillo con un grupo de amigas y amigos. En cuanto se acercó, ellos se plantaron delante para impedirle el paso y sus amigas quisieron llevársela de allí, pero ella insistió en quedarse, al parecer, a ella también le gustaba. 

El más gallito de sus amigos le espetó diciendo: "¿Y tú qué quieres? ¿No ves que ni siquiera te mira?" E intentó golpearle. Él esquivó el golpe, haciendo que el amigo perdiera el equilibrio y cayera de bruces. 

Los otros amigos quisieron golpearle, pero ella se lo impidió. "Dejadle en paz o os vais a enterar de quién soy yo", dijo ella. Él sabía que era de armas tomar. 

Ella le pidió que se acercara, lo llevó aparte y le pidió que no fuera tan duro con sus amigos, después de lo cual le besó dulcemente, sellando su relación que terminó con una boda fastuosa.

M. D. Álvarez 

La boca del averno.

El terror más puro había anidado en su pequeño corazón. Había perdido a su hermanita, un año menor que él, la había soltado de la mano en aquella aglomeración y la perdió de vista en dirección a la boca del metro. 

Se dirigió hacia allí y descendió las escaleras que le llevarían a un mundo oscuro lleno de criaturas tenues, oscuras y etéreas. Buscó con ahínco pero no la encontró, así que se adentró aún más en la madriguera del averno. 

Su descenso lo fue sumiendo en las tinieblas, pero él persistía en encontrar a su hermana, tal era su amor por ella que no le importó que las tinieblas invadieran su corazón. 

Cuando llegó a lo más profundo de aquella sima, la halló profundamente dormida. Se sintió inmensamente feliz, la cogió en brazos y comenzó su arduo ascenso desde las profundidades. Cuando llegaron arriba, los dos estaban cambiados, eran casi adultos. 

Ella lo observaba con cariño, pues había arriesgado su alma por ir a buscarla; siempre la buscaría, tal era su devoción por ella, su hermana pequeña.. 

M.D. Álvarez

Escalofrío.

Mientras se bebía su margarita hawaiana, comenzó a sentir un escalofrío que le recorría la espalda. Algo iba mal, pero no lograba saber qué era. Así que siguió tomándose su bebida sin hacer caso a lo que su instinto le decía. 

Se percató cuando fue a coger su moto, se puso el casco y la arrancó, pero antes de acelerar, algo le golpeó en la espalda, lanzándolo al centro del aparcamiento. Se incorporó presto para responder al ataque, pero no había nadie en los alrededores. Así que, dolorido y tambaleándose, pidió un taxi. Ya recogería su moto.

Al llegar a su casa, el escalofrío se había intensificado, y un presentimiento aún más fuerte le invadió. Entró con cautela, revisando cada habitación, pero no encontró nada. Al llegar a su dormitorio, una figura oscura se abalanzó sobre él, tapándole la boca y arrastrándolo hacia la oscuridad. Un grito ahogado resonó en la noche, mientras la figura lo sacaba por la ventana.

La mañana siguiente, la policía encontró la moto abandonada en el aparcamiento, intacta. La casa estaba vacía, sin señales de lucha ni de la víctima. 

El caso se archivó como una simple desaparición, dejando un misterio sin resolver y un escalofrío que aún recorría la espalda de aquellos que lo recordaban.

M. D. Álvarez 

3500 kilos

La fuerza de su voz movía a todos a danzar en trance; su torrente de voz podía llevar al éxtasis a todos sus seguidores, entre los que me encontraba yo.

Pero yo estaba allí para cuidar de que todo saliera a las mil maravillas: el espectáculo de luz y color debía ser meticulosamente orquestado, el escenario sería la apoteosis, sería arrastrado por uno de los hombres más fuertes de todos los tiempos.

En aquel preciso momento, me estaba poniendo el arnés para arrastrar la plataforma hasta el medio del escenario. Solo me costó arrancar, pero yo podía con aquellos 3500 kilos de acero.

Ella se sorprendió al verme aparecer arrastrando su plataforma, donde ella se subiría 15 minutos después. Al terminar la actuación, vino a mi camerino y me dio las gracias por la entrada tan espectacular que había efectuado.

M. D. Álvarez.

M. D. Álvarez 

viernes, 4 de octubre de 2024

El amor entre un hombre lobo y una diosa.

Ella era su diosa y, por tanto, inalcanzable, o eso creía él. Ella lo había descubierto observándola mientras jugaba con sus amigas. No se enfadó, es más, le pareció tierno y adorable. 

Por él estaría dispuesta a renunciar a su inmortalidad. Le pidió que se acercara. Era un ejemplar precioso de hombre lobo joven y tímido. 

Mansamente se aproximó al grupito de amigas, que huyeron despavoridas, menos ella, que lo acarició dulcemente con cariño. 

Él había sido el responsable de que renunciara a su inmortalidad, pero le daba igual, lo amaba y sabía que era correspondida.

M. D.  Álvarez

Ingenuo.

Él había sido siempre un ingenuo por naturaleza, pero aquello iba a cambiar cuando la conoció a ella. Su actitud y carácter se volvieron irascibles y problemáticos.

Odiaba cuando la miraban con deseo, ávidos de poseerla. Ella no era para ellos, ni mucho menos, era para él. Su carácter ingenuo, bondadoso y pacífico había hecho aparecer una estrella en el firmamento.

Ella estudió su estrella y lo localizó por la luz que irradiaba cuando se encontraba en paz. Su luz comenzó a decrecer conforme intentaban separarla de su lado. Hubo peleas y discusiones que terminaron cuando sacó su genio a pasear y no dejó títere con cabeza.

Después de lo cual, su luz comenzó de nuevo a lucir con más intensidad que antes, junto a ella.

M. D. Álvarez

M. D. Álvarez 

El tapiz.

La triple cocción era el secreto mejor guardado de Ariadna. Sus bordados debían tener un acabado perfecto si quería impresionar a su adorado señor. 

Le dedicó más de dos años para tejer e hilar un tapiz donde las hazañas de su señor quedaron plasmadas. 

Tal era su arte que ese mismo tapiz apareció en la tumba del rey de Micenas Agamenón; llegando hasta nuestros días, se encuentra expuesto en el Museo Pompidou, mostrando las hazañas del divino Aquiles en la sangrienta y cruel guerra de Troya. 

Donde el bravo Aquiles diezmó a casi todas las tropas, seguido por sus leales mirmidones, hasta que en una de las contiendas se topó con una hermosa esclava que lo mantuvo lejos de la batalla hasta que su bello primo Patroclo murió a manos del héroe de Troya, Héctor. 

Desde aquel instante no hubo paz para Troya hasta que acabó arrasada por las tropas griegas. 

Todo ello estaba reflejado en el hermoso tapiz que la bella Ariadna tejió con mágicos hilos indestructibles e imperecederos, para mostrar su amor y hazañas de su señor Aquiles.

M. D. Álvarez 

Temerario.

A ella le gustaba, pero la enervaba su cabezonería, su forma de exponerse al peligro, aunque sabía que era por ella..

Ella le miraba con una mezcla de ternura y exasperación. Sabía que su impulsividad y su desprecio por el peligro nacían de un corazón noble y valiente, pero no podía evitar sentir un nudo de preocupación en el estómago cada vez que se lanzaba a una nueva aventura temeraria.

"Eres un loco", le decía entre risas y reproches. "Un día de estos te vas a meter en un lío del que no podrás salir".

Él solo le sonreía con picardía, acariciándole la mejilla con suavidad. "No te preocupes, mi amor", le susurraba. "Siempre encuentro la manera de salir airoso".

Ella no podía evitar rendirse ante su encanto y su despreocupada valentía. Aunque lo regañaba y le pedía que tuviera cuidado, en el fondo admiraba su espíritu aventurero y su capacidad para afrontar cualquier desafío con una sonrisa en el rostro.

Sabía que nunca lograría cambiarlo, y tampoco lo deseaba realmente. Era parte de lo que lo hacía tan especial, tan diferente a los demás. Y, en el fondo, también le gustaba un poco su lado temerario. Le daba emoción a su vida, la hacía sentir viva.

M. D. Álvarez 

Intrépida. 2 parte.

La chica, cautivada por el joven noble, dejó atrás su vida de aventuras y se sumergió en un mundo de lujos y protocolos. Sin embargo, pronto descubrió que la jaula dorada también tenía sus cadenas. 

El joven, aunque apuesto y encantador, ocultaba secretos oscuros. La chica anhelaba la libertad que había perdido y empezó a buscar una salida.

Una noche, mientras la luna brillaba en el cielo, se escapó sigilosamente del castillo. Corrió hacia el bosque, donde sus amigos la esperaban con los brazos abiertos. Allí, entre risas y abrazos, encontró la verdadera felicidad: la libertad y el amor sincero.

M. D.  Álvarez 

El hombre de las nieves.

Una calavera, pequeña y solo su capacidad craneal sobrepasaba la nuestra de forma considerable. ¡Qué criatura tan extraordinaria acababan de encontrar en una gruta del Himalaya! Solo encontraron ese cráneo envuelto en una piel de tigre de las nieves. Dataron los restos en unos 3500 años. Su aparición nos revela que los abominables hombres de las nieves fueron y son reales, que su cultura funeraria era muy rica porque además del cráneo encontraron hachas y cuchillos de sílex. Aquella criatura era muy importante para alguien. Y nosotros la habíamos desenterrado con el consiguiente peligro de desencadenar una maldición. Según algunas leyendas: A quienes perturban el descanso de los muertos no se les permitirá seguir existiendo. ¡Así que cuidado con los saqueadores de tumbas, porque podría estar cerca su fin!
M. D.  Alvarez 

Sombras.

Sombras tiñen de negro mi corazón oscuro que vaga entre las tinieblas. Sigue esperando a su alma gemela que nunca aparecerá, pues su sino es el de permanecer solo y sombrío.

Como única compañía, un cuervo blanco que hace las veces de conciencia y otras de advertencia si alguien o algo se acerca con la intención de tocar mi corazón. 

Su sola presencia era suficiente para detener a los incautos. Al solo tacto de una mano caliente, lo derretiría, dejando mi corazón expuesto a la luz más cegadora.

M. D. Álvarez

jueves, 3 de octubre de 2024

Amor bajo una palmera

Bajo una palmera, mientras él dormía, ella lo observaba dormir tranquilo y sosegado. No parecía el mismo chico pendenciero y buscabroncas que decía ser. Ella empezaba a sospechar que era todo fachada; era un chico tierno, amable y amigo de sus amigos.

Sabían que podían contar con él para lo que fuera. A ella le gustaba ese puntito rebelde que tenía con ella. Entre ellos dos había una conexión especial. 

Los dos eran Géminis y se atraían inexorablemente, se unirían en un amor tierno y dulce. Ella era lo suficientemente adorable y entusiasta, sabía lo que quería y lo lograría. Ahora lo quería a él y no habría fuerza lo suficientemente poderosa que le prohibiera amarlo.

M. D. Álvarez 

Frío y carismático.

Ella había logrado tocar su corazón frío y distante. Lo quería, no por ser su líder, sino porque conocía su temperamento y su frialdad. Todo era debido a su cargo. 

No siempre fue tan frío; lo recordaba de pequeño, cuando era inquieto y adorable. Sabía que su pasión estaba oculta bajo toneladas de bloques de hielo. 

Sin embargo, ahora lo necesitaban frío, pues tenía que decidir con cautela. Sabía que haría lo mejor para que nadie saliera herido. La decisión no le llevó ni dos milisegundos. 

Lo que hizo sorprendió a todos, salvo a ella. Se sacrificó por todos; su vida debía tener alicientes para él. La amaba, pero jamás sería suya. 

Su responsabilidad como líder le obligaba a decidir el mal menor. Si estuviera en otras condiciones, se habría mostrado cálido y apasionado, pero ya era tarde. 

El primer impacto le hirió en el brazo izquierdo, pero no le detuvo; siguió avanzando bajo las balas, llevándose centenares de miles de vidas por delante. No dejaría ninguno vivo, así su equipo lograría salvarse, y su mundo también.

M. D.  Álvarez 

Afrodita y Héctor.

La más hermosa entre todas, así se veía ella, dichosa ante todos, elegida por el único al que no había seducido.

Él la escogió por su corazón e inteligencia. Se conocían por redes sociales, pero no se habían visto nunca. Ella era la hija de Urano, aunque a ella le gustaba presumir de parentela diciendo que era hija del dios tonante, Zeus, y de Dione.

Se había enamorado del único ser humano que no la veía como a una diosa, pero la trataba como tal. Se reunieron en su lugar favorito: en los antiguos bosques de la saqueada Troya. Habían transcurrido 4184 años, pero sus espíritus seguían unidos en el amor.

Ella lo esperaba en la penumbra del bosque de Diana, anhelaba su llegada. Él sabía que ella era su amor verdadero y único; el destino los había unido para toda la eternidad.

M. D. Álvarez

En penumbras.

Su peor enemigo lo atosigaba y vilipendiaba por ser tan altruista y bondadoso.

Lo que no pudo prever fue el cambio tan radical de su actitud, era porque atacó a su bienamada, se volvió irascible y malvado. Sus ansias de destruirlo lo pillaron por sorpresa, sin darle tiempo a reaccionar. Lo borró del mapa sin contemplaciones.

Su vida había cambiado para mal, sin ella, su faro. Todo era oscuridad, sin luz su corazón se volvió tenebroso y sombrío. Ella ya no estaba para guiarlo de nuevo a la luz, se quedaría atrapado en un reino de penumbras y sombras. Solo y abandonado por los que lo querían, abandonó la luz para sumirse en la oscuridad perpetua. Ni los amigos se atrevían a molestarlo por miedo a su reacción. Solo su pequeña hija se sentaba a su lado y le cogía de la mano. Él sentía su calor, pero no podía volver su alma oscura, ya no tenía retorno.
M. D. Álvarez 

Angie

El balandro navegaba por las aguas a una velocidad de 200 nudos, capitaneado por un lobo de mar hábil en el manejo de las velas y el timón.

Con un solo mástil y 15 metros de eslora, logró lo que nadie había conseguido hasta ahora. 

Con todo el velamen izado, logró capear tormentas y huracanes. Ninguna tempestad se atrevió a tocar su embarcación, era el último hijo de Poseidón y dominaba los vientos a su antojo surcando a velocidades endiabladas borrascas, huracanes y tifones. 

Nada ni nadie tocaría su preciosa embarcación que llevaba el nombre de su esposa, Angie. Ni los vientos ancestrales doblegarían su amor por el mar y por su amada. Ni el mismo Poseidón lograría vencer el arrojo y tesón de su bienamado hijo, Glauco.

M. D. Álvarez

La despensa.

En la despensa se encontraba de todo, bueno o casi de todo. Lo único que no se hallaba allí era dinero, pero sí un frenesí de encuentros carnales entre él y ella. 

Siempre que podían escaparse de sus obligaciones, acudían a la gran bodega para calmar sus apetitos sexuales. Era la única manera de continuar en secreto su relación. 

La seguridad que les brindaba la gigantesca guardamanger era tal que no corrían el riesgo de que los pillaran en plena faena. 

Se desfogaban cariñosa y tiernamente hasta que eran reclamados nuevamente a sus obligaciones.

M. D.  Alvarez 

Apetito.

Su apetito no había sido saciado hasta que ella supo cómo dominar su cólera y logró calmar su hambre.

Su cabreo había sido constante hasta su llegada, nadie le había tratado con cariño acariciando su denso pelaje, necesitaba satisfacerla a toda costa.

Le gustaba demasiado, aunque creía que su unión sería descabellada. Ella le sorprendió en su habitación mientras él dormía. Estaba dormida abrazada a él y supo que lo que parecía imposible con ella sí sería posible.

M. D. Álvarez 

En el espacio profundo.

Su comando es el mejor adiestrado para llevar a cabo misiones en el espacio profundo, donde apenas existían estrellas moribundas que partían al explotar, mundos usurpadores de luz y materia. La última estrella en implosionar fue Alnitak, una de las estrellas del cinturón de Orión. 

Su comandante prefirió la trayectoria de aproximación al mundo recién nacido tras la implosión de Alnitak. Su llegada fue fuertemente recibida con recelos. El comando descendió de su nave y entabló conversaciones con los líderes de aquel nuevo mundo, que aún permanecía en penumbras. 

La ayuda de los recién llegados fue bien acogida, salvo por el autoproclamado líder supremo de los Alnitaks. Su megalomanía lo llevó a tratar de retener al comando y estudiar la tecnología de la nave. 

Su locura lo llevó a intentar asesinar a los que habían acudido a ayudar. Aquel día se fraguó la enemistad entre los pobladores del planeta azul y los Alnitaks.

Al estar su tecnología en pañales, nuestros héroes lograron escapar e impusieron restricciones energéticas sobre el mundo recién nacido.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 2 de octubre de 2024

Las seis razas.

Según cuentan los antiguos sabios e historiadores, el mundo al que llamaremos Ghundarhiel estaba poblado por seis razas que coexistían con criaturas maravillosas y extraordinarias. Si me habéis oído bien, seis y no cinco, que son las que lo pueblan en la actualidad: raza blanca, raza amarilla, raza roja, raza parda, raza negra y, por último y no menos importante, la raza azul. La raza azul tenía supremacía sobre las otras cinco, pero no las consideraba diferentes.

Es más, las trataba igual de bien que a sus congéneres. Las demás razas anhelaban el poder de los azules, que tenían el control de la magia. Su don era dominar los saberes arcanos y utilizarlos para el bien común de su mundo. 

Un buen día, las otras cinco razas se reunieron alrededor del templo donde se reunían los azules y los quemaron, matando a todos y cada uno de los azules. Bueno, a todos no; sobrevivió uno solo que huyó a las montañas, donde se encontró con una persona de piel roja que lo miró con cariño y lo acogió en su vivienda en lo más profundo del bosque. 

Con mimo y buenas palabras, logró romper la reticencia del último azul. Se unió a la bella piel roja mostrándose en todo su esplendor, amándola con dulzura. Logró pasar su poder a sus preciosos hijos, que aunque no tenían su color de piel, sí tenían sus preciosos ojos azules..

M. D. Álvarez 

Sedado.

Tuvieron que sedarlo después de un ataque de furia que lo llevó a reducir a cenizas la base enemiga. Lo encontraron bajo una pila de cadáveres; su equipo parecía verdaderamente preocupado, no sabían si estaba vivo o muerto hasta que vieron moverse una pila de cadáveres, surgiendo entre ellos un brazo y una mano con el pulgar hacia arriba. 

Estaba vivo, pero su furia aún no estaba contenida, por eso lo sedaron y lo llevaron al hospital, donde lo mantuvieron sedado un tiempo prudencial. 

Cuando se despertó y los vio a todos a su alrededor, supo que algo terrible había pasado. Contaba con ellos y ellos con él.

Pasaron unos cuantos días hasta que retazos de recuerdos fueron apareciendo, como visiones espantosas de él luchando encarnizadamente por sobrevivir.

Su propia furia le otorgaba la fuerza suficiente para luchar por su vida y la de sus amigos.

M. D. Álvarez 

El protector.

Todavía sentía sus zarpas en su espalda cuando se interpuso entre aquel monstruo y ella. No dejaría que la dañara, prefería mil veces sufrir sus heridas a que le pusiera un dedo encima a ella.

Él se aferró a su decisión, con el corazón aún latiendo con fuerza por el miedo y la adrenalina. La imagen del monstruo acechando era vívida en su mente, sus fauces abiertas y sus garras afiladas listas para atacar. Pero ella no cedería, no mientras pudiera proteger a la otra.

Las heridas en su espalda ardían, un recordatorio constante del peligro que habían enfrentado. Sin embargo, el dolor físico era nada comparado con el que sentiría si la otra persona resultara herida. Ella era su prioridad, su responsabilidad, y no permitiría que nadie le hiciera daño.

Con una determinación renovada,   se puso de pie, ignorando el dolor de sus heridas. Miró al monstruo con una mirada desafiante, listo  para defenderla  a  ella a toda costa.

M. D. Álvarez 

Los setenta descabezados.

La paliza había sido terrible, pero no cedía; siempre se levantaba y seguía luchando por sus amigos. Ellos habían desaparecido, si no les hubiera fallado, seguirían vivos. Se culpaba por ello. 

Ahora trataban de arrebatarle a la persona que más adoraba, su hermanita pequeña, pero no se lo permitiría. Lucharía con todas sus fuerzas, aunque el enemigo fuera muy superior. No se rendiría en el empeño y no se la llevarían. 

Sentía cómo sus adversarios se agotaban, así que pasó a la acción. Atacó con la máxima violencia, sorprendiendo a los maleantes y derrotándolos a todos. Cuando terminó con ellos, volvió a casa, donde se encontraba su hermana, que le curó las heridas y le dijo: "No fue culpa tuya, ellos no quisieron que te enfrentaras a los setenta descabezados".

Continuará...

M. D. Álvarez 

Crómlech de Stonhenge.

Aquella calavera pequeña había aparecido solitaria bajo una losa de dos toneladas y media en el centro del crómlech de Stonehenge. ¿Y os preguntaréis qué tenía de particular aquella calavera? Pues muy fácil, era una calavera bañada en oro.

El crómlech había sido datado alrededor de 3000 años. Y la calavera era mucho más antigua, alrededor de 9000 años.

Debido a ser alguien importante, erigieron el crómlech a su alrededor. Se descubrió, que bajo el cráneo se encontraba una cripta secreta que no había sido abierta en 14.000 años.

¿Estamos dispuestos a abrirla e investigar qué cultura pudo asentarse allí y qué conocimientos tenían de la vida y de las estrellas? Yo, por mi parte, sí desearía conocer más de nuestro pasado, aunque puede que nos arrepintamos...

M. D.  Alvarez 

Premio Nobel de medicina.

Su estilo era informal, pero en aquella ocasión bien merecía un traje de corte clásico, así que acudió a una sastrería donde se hacían los trajes más elegantes. 

Una vez confeccionado y probado, le quedaba como un guante, ya que donde hay una buena percha, todo tipo de vestiduras encajan a la perfección. 

Al mirarse en el espejo, vio por qué todos se volvían a mirarle: su constitución atlética le daba un porte majestuoso. Él nunca se creyó guapo, pero al parecer su genética le hacía verdaderamente atractivo. 

¡Ah! Que todavía no os he dicho de qué ocasión tan especial se trata. Había ganado el premio Nobel en la categoría de medicina, era el único que había descubierto cómo erradicar la peor enfermedad que asola el mundo.

M. D. Álvarez 

En caída libre

Su porte altruista y su apariencia salvaje no definían lo que sentía; un dolor taladraba su pecho de forma constante. Necesitaba estar con ella. Su último aliento fue para ella. La caída lo mataría o le rompería todos los huesos. Todos los medios se hicieron eco del cuerpo que caía desde gran altura y se agolpaban en la zona prevista para el impacto.

Todavía seguía vivo, aunque sumamente dolorido. No se podía mover y era ávidamente observado por los mirones. De pronto, distinguió entre los rostros ajenos el suyo, que se abría paso hacia él, seguido de los bomberos que hicieron que los curiosos se alejaran. Ella se aproximó y lo cubrió con mantas térmicas.

Se agachó y le susurró al oído: "Te quiero y no te vas a librar tan fácil de mí".

Él esbozó una tenue sonrisa a pesar de que le dolía todo.
Apareció una ambulancia que lo trasladó al hospital, donde se recuperó gracias a los cuidados de ella.

M. D. Álvarez