En aquella cafetería se servía algo más que cafés; era un lugar donde se despachaban los más diversos pedidos. Ella, la camarera, era la amabilidad personalizada. Sabía ser discreta, como algunos pedidos que requerían algún encuentro casual.
Era encantadora y sabía lo que querías con tan solo mirarte a los ojos, aunque conmigo lo tuvo algo más complicado. Por mi timidez y azoramiento, tenía mis pensamientos revueltos y no sabía por qué había entrado en aquel establecimiento.
Ella comprendió mi turbación y me dijo: "No muerdo, y si no te veo los ojos, no sé qué quieres." Cabizbajo y todavía receloso, alcé mi rostro.
"Con esos ojos tan bellos, no deberías ocultarlos", dijo ella, visiblemente satisfecha. "Tus ojos me dicen que andas en busca de una de las mayores reliquias del pasado: una espada artúrica, pero no es Excalibur, sino la espada de un caballero noble e íntegro, la espada de Sir Galahad." Debió de darse cuenta de que lo había descubierto al ver la expresión de sorpresa en él..
"Te puedo preguntar por qué buscas la espada de un caballero tan noble", le preguntó ella.
"Es mi espada, la espada de mi familia, mi herencia; sin ella, me siento desnudo", dijo él, conmocionado.
"Tu herencia no está muy lejos; solo tienes que buscar en tu corazón. Si eres su legítimo dueño, la hallarás", le declaró ella sin dejar de mirarle a los ojos. "Y ahora te invito a un café; parece que lo necesitas".
Aún hoy es el día en que no comprendo cómo logro leer mi tribulación en mis ojos.
Pero me he vuelto asiduo a sus enigmáticos ojos verdes.
El joven, se encontró intrigado por las palabras de la camarera. ¿Cómo podría su herencia estar en su corazón? ¿Y qué tenía que ver con la espada de Sir Galahad?
Decidió seguir su consejo y buscar en su interior. Se sentó en una esquina de la cafetería, con la taza de café caliente entre sus manos. Cerró los ojos y respiró profundamente. Las imágenes de su infancia comenzaron a desfilar ante él: su abuelo, un anciano sabio y amable, que le contaba historias de caballeros y dragones; su madre, que le enseñó a montar a caballo y a manejar la espada de madera en el jardín trasero.
Recordó el día en que su abuelo le había entregado una pequeña caja de madera. "Esto es para ti,, le dijo. "Es un regalo de nuestra familia. Contiene algo muy valioso". Dentro de la caja, encontró un antiguo medallón con un símbolo grabado en él: una espada cruzada con una flor de lirio.
El medallón siempre lo acompañó, incluso cuando se mudó a la ciudad para estudiar. Pero nunca le dio mucha importancia. Ahora, con las palabras de la camarera resonando en su mente, decidió examinarlo más de cerca. Lo sostuvo en su mano y sintió una extraña conexión. ¿Podría ser que este medallón estuviera relacionado con la espada de Sir Galahad?
Se levantó de su silla y miró a la camarera. Ella estaba ocupada atendiendo a otros clientes, pero sus ojos verdes seguían fijos en él. Se acercó a ella y le mostró el medallón. "¿Sabes algo sobre esto?", preguntó.
La camarera sonrió. "Ese medallón es más importante de lo que crees. Es la llave que te llevará al camino de los caballeros". Le indicó una puerta al fondo de la cafetería. "Ve allí. Allí encontrarás las respuestas que buscas".
Él asintió y atravesó la puerta. Se encontró en un pasillo oscuro, iluminado solo por antorchas. Las paredes estaban cubiertas de tapices que representaban hazañas de caballeros y damas valientes. Al final del pasillo, una figura encapuchada lo esperaba.
"¿Eres tú el guardián del camino de los caballeros?", preguntó él.
La figura asintió. "Soy Lysandra, la última descendiente de Sir Galahad. Tu medallón te ha guiado hasta aquí. Si deseas encontrar la espada, debes superar tres pruebas".
Él tragó saliva. "¿Cuáles son las pruebas?"
Lysandra señaló una puerta a la derecha. "La primera prueba es la del coraje. Debes enfrentarte a tus miedos más profundos".
Abrió la puerta y se encontró en un campo de batalla. Dragones, gigantes y criaturas míticas lo rodeaban. Pero no tenía una espada real; solo su medallón. ¿Cómo podría enfrentarse a semejantes adversidades?
Él miró a su alrededor, sintiendo el calor de las llamas y el rugido de los dragones. Su medallón brillaba débilmente en la penumbra. ¿Cómo podría enfrentarse a estas criaturas sin una espada?
Decidió confiar en su instinto. Cerró los ojos y se concentró en su respiración. Recordó las historias de su abuelo sobre los caballeros valientes que luchaban contra monstruos. "El coraje no es la ausencia de miedo", pensó. "Es actuar a pesar de él".
Cuando abrió los ojos, vio un dragón acercándose. Sin pensarlo, levantó el medallón y lo apuntó hacia la bestia. Para su sorpresa, el medallón se transformó en una espada brillante. Era la espada de Sir Galahad, la misma que había buscado.
Con determinación, Tristan se enfrentó al dragón. Bloqueó sus garras y esquivó su aliento de fuego. Cada movimiento era una danza mortal. El coraje ardía en su pecho mientras luchaba por su vida.
Finalmente, con un golpe certero, atravesó el corazón del dragón. La bestia cayó a sus pies, y la espada volvió a ser el medallón en su mano. El pasillo se iluminó, y Lysandra apareció.
"Has superado la primera prueba", dijo ella. "El coraje no solo se encuentra en las armas, sino en tu corazón. Ahora, ve hacia la siguiente puerta".
Él asintió y avanzó. La segunda prueba lo esperaba: la Prueba de la Sabiduría.
Él avanzó por el pasillo, su mente llena de preguntas. ¿Qué tipo de desafío le esperaba en la Prueba de la Sabiduría? ¿Cómo podría demostrar su astucia y conocimiento?
La siguiente puerta se abrió lentamente, revelando una sala iluminada por antorchas. En el centro, sobre un pedestal, yacía un antiguo libro. Sus páginas estaban cubiertas de polvo y desgastadas por el tiempo.
Lysandra apareció a su lado. "Bienvenido a la Prueba de la Sabiduría", dijo con una sonrisa enigmática. "Este libro contiene los secretos ancestrales de los sabios. Debes responder a tres enigmas para demostrar tu inteligencia".
Él asintió, sintiendo la presión. Se acercó al libro y lo abrió. Las palabras en una lengua antigua danzaron ante sus ojos. El primer enigma estaba escrito en letras doradas:
*"En la noche más oscura, cuando las estrellas se ocultan, soy el camino que guía a los perdidos. ¿Quién soy?"*
Él frunció el ceño. ¿Qué podría ser? Reflexionó durante unos momentos y luego respondió: "La luna".
Lysandra asintió. "Correcto. La luna es la luz en la oscuridad, la guía para los viajeros nocturnos. Pero aún quedan dos enigmas más".
El segundo enigma estaba grabado en la página siguiente:
*"Soy un puente entre el pasado y el futuro. Los reyes y los campesinos me buscan por igual. ¿Qué soy?"*
Él pensó en las palabras. "El tiempo", dijo con confianza. "Es el puente que conecta momentos y eras".
Lysandra sonrió. "Muy bien. Solo queda un enigma más para superar la Prueba de la Sabiduría".
El tercer enigma parecía más complicado:
*"Tengo un corazón que no late, pero puedo hacer que otros lloren. ¿Qué soy?"*
Él se mordió el labio. Esta vez, necesitaba concentrarse aún más. "Una cebolla", respondió finalmente. "Tiene capas que hacen llorar cuando se corta".
Lysandra aplaudió. "Impresionante. Has demostrado tu sabiduría. Ahora, ve hacia la tercera puerta y enfrenta la última prueba".
Él cerró el libro y se dirigió hacia la siguiente puerta.
Él avanzó hacia la tercera puerta, su corazón latiendo con anticipación. Solo había una forma de averiguarlo. Empujó la puerta y entró en la siguiente sala.
Allí, encontró una habitación circular con un enorme reloj de arena en el centro. La arena dorada fluía lentamente de una esfera a otra. Una figura encapuchada esperaba junto al reloj.
"Saludos," dijo la figura con una voz profunda. "Bienvenido a la Prueba del Tiempo. Debes tomar una decisión crucial antes de que la última partícula de arena caiga".
Él miró el reloj de arena, sintiendo la presión. ¿Qué elección debía hacer? La figura continuó:
"La arena representa momentos de tu vida. Cada grano es un recuerdo, una oportunidad, un camino. Cuando la última partícula caiga, deberás elegir: ¿volver atrás y cambiar algo, o avanzar hacia lo desconocido?"
Él reflexionó. ¿Qué haría? ¿Cambiaría el pasado o abrazaría el futuro? La decisión pesaba sobre él como una losa.
Él atravesó la tercera puerta y se encontró en una sala diferente. Esta vez, las paredes estaban cubiertas de espejos que reflejaban su imagen en múltiples direcciones. El suelo estaba formado por baldosas de colores brillantes dispuestas en un patrón intrincado.
En el centro de la habitación, un anciano con una túnica plateada lo esperaba. Su barba blanca y sus ojos sabios parecían contener siglos de conocimiento.
"Saludos", dijo el anciano con una voz suave. "Bienvenido a la Prueba de la Reflexión. Aquí, debes enfrentarte a tus propias verdades y descubrir quién eres realmente".
Él se sintió intrigado. ¿Qué significaba eso? El anciano continuó:
"Los espejos revelarán aspectos ocultos de tu ser. Observa con atención y responde con sinceridad. ¿Listo?"
Él asintió. El anciano señaló hacia un espejo cercano. En él, vio su reflejo, pero algo estaba diferente. Su imagen mostraba momentos de su vida: alegrías, tristezas, triunfos y fracasos.
"¿Qué ves?" preguntó el anciano.
Él miró su reflejo y respondió: "Veo un viajero en busca de respuestas, alguien que ha enfrentado desafíos y ha crecido".
El anciano sonrió. "Correcto. Pero hay más. Observa otros espejos".
Él caminó hacia otro espejo. Esta vez, vio sus miedos y dudas reflejados. Recordó momentos de indecisión y momentos en los que había cuestionado su valía.
"¿Quién eres en tus momentos más oscuros?" preguntó el anciano.
Él tragó saliva. "Soy alguien que lucha contra sus propios demonios, pero también alguien que busca la luz".
El anciano asintió. "La verdad es compleja. Ahora, el último espejo".
En el tercer espejo, vio su futuro. Imágenes de posibles caminos se desplegaron ante él. Amor, aventura, conocimiento, sacrificio.
"¿Qué deseas?" preguntó el anciano.
Miró su reflejo futuro y respondió: "Deseo aprender, amar y vivir una vida significativa".
El anciano aplaudió. "Has superado la Prueba de la Reflexión. Ahora, ve hacia la última puerta y descubre tu destino".
Él se despidió del anciano y avanzó hacia la cuarta puerta. ¿Qué le aguardaba al final de este viaje? Solo él tenía la respuesta.
Él avanzó hacia la cuarta puerta, su corazón latiendo con anticipación. Empujó la puerta y entró en una cámara aún más impresionante que las anteriores.
Esta sala estaba iluminada por una luz tenue y cálida. En el centro, sobre un pedestal de piedra, descansaba una espada magnífica. Su hoja era de plata pura, con inscripciones rúnicas que parecían danzar a la luz. El mango estaba envuelto en cuero trenzado, y una gema azul profundo adornaba la guarda.
El anciano apareció detrás de él, su mirada fija en la espada. "Has llegado al corazón de la Prueba. Esta es la Espada de Sir Galahad, un arma legendaria imbuida de poderes ancestrales".
Se acercó, sintiendo la energía que emanaba de la espada. "¿Qué debo hacer con ella?"
El anciano sonrió. "La Espada de Sir Galahad solo puede ser empuñada por aquellos que sean dignos. Debes demostrar tu valía. ¿Cuál es tu propósito? ¿Por qué deseas esta espada?"
Él reflexionó. "Busco la verdad, la justicia y la protección. Quiero usarla para defender a los inocentes y luchar contra la oscuridad".
El anciano asintió. "Entonces, toma la espada, pero recuerda: su poder no solo reside en su filo, sino también en tu corazón. No la uses con ira o egoísmo".
Él tomó la espada con reverencia. La hoja parecía vibrar en sus manos. "Lo entiendo".
El anciano le dio una última mirada significativa. "Adelante, caballero. Tu destino te espera".
Él salió de la sala, la Espada de Sir Galahad en su mano. Ahora, su viaje adquiría un nuevo propósito.
Y así, él se adentró en el mundo exterior, listo para escribir su propia leyenda con la espada en su mano y la verdad en su corazón.
Salió al mundo por la misma puerta que le había recomendado la enigmática camarera que, al verlo salir, se dio cuenta de que algo había cambiado en que su mirada antes tímida se había convertido en una mirada magnánima y noble.
"¿Encontraste tu espada, noble caballero?—preguntó ella.
"Si, mi bella dama, aquí llevo la espada de mis ancestros. Tras muchas pruebas y tribulaciones, hallé tan magnífica espada. Gracias a tus hábiles consejos, hermosa Lysandra".
Fin
M. D. Álvarez