sábado, 31 de mayo de 2025

Bajo fuego enemigo.

Se arrancó el gotero intravenoso y, aunque dolorido, no recordaba cómo había llegado al hospital; solo le importaba dónde estaba ella. Debía encontrarla; sin ella, se sentía perdido. Abrió la puerta y se encontró con un bullicio normal en un hospital de primera línea de guerra. 

Se encaminó hacia la salida y, como un flash, el sol lo cegó. Se puso la gorra y se encaminó a un humvee blindado. Lo tomó prestado, arrancó y se dirigió al último sitio donde la vio. 

Cuando llegó, descubrió con estupor que el lugar donde la vio era un gran cráter. Se bajó del humvee y descendió por la ladera del cráter; en el centro no había nada. A duras penas se agachó y sopló el polvo, que dejó ver un brillo etílico que recogió. Eran unas chapas identificativas; por suerte o por desgracia, no eran las suyas, pero pertenecían a uno de los soldados de su pelotón.

Mientras se agachaba para recoger las chapas, una oleada de recuerdos lo inundó. Risas compartidas, promesas susurradas bajo el cielo estrellado, y momentos de camaradería en medio del caos. La imagen de ella, con su sonrisa luminosa, se superpuso a la desolación del cráter. 

Se levantó, apretando las chapas en su mano como si pudieran guiarlo. Miró a su alrededor, buscando cualquier señal que le diera pistas sobre lo que había sucedido. El viento soplaba suavemente, trayendo consigo ecos de conversaciones lejanas y el sonido sordo de vehículos en movimiento.

Decidido, se dirigió hacia el lugar donde habían sido enviados por última vez. Cada paso era un recordatorio del peligro que enfrentaban; cada sombra parecía ocultar un secreto que debía descubrir. Su mente corría a mil por hora, preguntándose si ella había estado allí, si había luchado por sobrevivir.

Al llegar a una pequeña base improvisada, encontró a un grupo de soldados reunidos alrededor de una mesa. Descubrió que eran integristas y se mofaban del pelotón al que casi habían esquilmado; se reían de lo que harían al soldado cuando su capitán acabara con ella.

¡Ella! Escuchó bien, localizó lo que podría ser una celda improvisada, se deslizó entre las sombras; ni un búho lo hubiera visto. Su rostro, totalmente embadurnado de betún, y su traje de camuflaje lo hacían invisible a los ojos de los vigías.

Se coló en la pequeña casucha donde el capitán torturaba a su compañera. La ira y la furia lo embargaron, cogiéndolo por el cuello. Utilizó su cuchillo bowie para cortarle el cuello sin emitir ningún sonido. Ella lo vio y sus ojos reflejaron un atisbo de alegría; creyó que él había caído como el resto del pelotón.

Continuará...

M. D. Álvarez 

Destrezas inesperadas.

Por lo visto, no habían visto de lo que era capaz con un tenedor de plástico, pero no le quedaba más remedio que demostrar sus destrezas con aquel asaltante. Este se levantó y se acercó al pobre incauto, lo cogió del cuello y le susurró al oído:

—Como no desaparezcas de mi vista en menos que canta un gallo, te demostraré mis destrezas con el tenedor de plástico, y creo que no te gustaría perder un ojo u otra cosa, ¿no crees?

El aterrorizado asaltante percibió un cambio en su mirada, antes dulce y mimosa con ella, y ahora salvaje y furibunda con él. Decidió que era mejor no esperar a que aquel joven desplegara sus destrezas llevándose un ojo u otra parte de su cuerpo y salió huyendo.

Por dónde iba, refirió él cortésmente, volviendo al picnic donde ella había asistido con visible admiración a las dotes de persuasión de su compañero. Ella le sirvió una generosa porción del dulce pastel que había hecho exclusivamente para él y no pudo menos que mostrar su dulce sonrisa. Él estaba cautivado por su sonrisa y le regaló una de las pocas sonrisas incisivas.

Estaba cayendo la tarde cuando decidieron volver; empezaba a refrescar, así que se quitó su suéter y se lo ofreció a ella, que, agradecida, se lo puso.

M. D. Álvarez 

viernes, 30 de mayo de 2025

Una noche muy especial.

Su férreo apetito por sus labios lo volvía loco; deseaba llegar a casa para saborearlos con verdadero placer. Ella adoraba cuando él llegaba; sabía que la esperaba una tarde de besos placenteros y suaves, y si la noche era propicia, harían el amor.
¡Me encanta el comienzo! Tiene una energía intensa y romántica que atrapa al lector de inmediato. La tensión entre el deseo y la anticipación es palpable, y ya se siente la conexión emocional entre los personajes. Aquí tienes una posible continuación que podría seguir esa línea:

El tráfico se arrastraba por las calles, y cada semáforo en rojo era una tortura para él. Se imaginaba cómo sería ese primer beso, el roce de sus labios, el sabor a fresa de su bálsamo labial, la suavidad de su piel. La idea lo hacía sonreír mientras apretaba el volante con fuerza.

Cuando finalmente llegó a casa, el corazón le latía con fuerza. Abrió la puerta y el aroma del café recién hecho llenó el aire. Ella estaba en la cocina, con su cabello suelto cayendo sobre sus hombros, y una blusa que parecía resaltar cada curva de su figura.

—¡Hola! —dijo ella con una sonrisa radiante—. Te estaba esperando.

Él cruzó la habitación en un instante, cerrando la distancia entre ellos. Sin pensarlo dos veces, tomó su rostro entre sus manos y la besó con una pasión contenida. Sus labios se encontraron en un roce suave pero lleno de promesas, como si cada beso fuera un pacto secreto entre ellos.

Ella respondió al beso con fervor, sus manos se enredaron en su cabello mientras lo acercaba más a ella. El mundo exterior se desvaneció; solo existían ellos dos en ese momento perfecto.

—¿Cómo estuvo tu día? —preguntó ella cuando finalmente se separaron, sus ojos brillando con complicidad.

—Largo —respondió él—. Pero ahora estoy aquí… contigo.

Ella sonrió y le ofreció una taza de café humeante. Él aceptó, disfrutando del calor que emanaba de la cerámica contra sus manos. 

—¿Sabes? Estaba pensando en lo que haremos esta noche —dijo ella con un guiño travieso—. Tengo algunas ideas…

Él dejó caer la taza sobre la mesa y se acercó a ella nuevamente, tomando su cintura con firmeza.

—Te escucho —dijo con voz grave—. Pero antes de cualquier cosa… quiero más de esos besos.

Con esa declaración, volvió a inclinarse hacia ella, esta vez con más urgencia, como si cada beso los acercara más a desatar esa pasión reprimida que había estado creciendo entre ellos.

M. D. Álvarez 

jueves, 29 de mayo de 2025

Blanco y negro.

Lo que no sabes es que ella no nos diferencia. Somos gemelos; bueno, tú eres el gemelo bueno y yo voy a disfrutar con tu novia. Le voy a hacer cosas que la harán jadear de lujuria.

No le pondrás tus sucias manos encima si yo puedo impedirlo.

Si es por eso, no te aflojas. Te voy a dar una sarta de palos que ni tu madre nos diferenciará, y no te preocupes por tu novia, va a disfrutar, te lo aseguro.

Él intentó atrapar a su gemelo, pero estaba muy débil. Le golpeó con un puño americano en las costillas y después lo noqueó con un izquierdazo en la mandíbula..

No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero debía protegerla. Su hermano era un depravado y salvaje. Logró salir y ya era noche cerrada; no estaba lejos de su cabaña y no podía dejarla en manos de su hermano.

Cuando estaba a punto de llegar, oyó que la puerta se abría y su hermano salía. Lo vio y se acercó. "Sabes, tienes buen gusto con tus novias, pero esta se llama La Palma", se corrió con lujuria contenida. Aquello lo hizo estallar, sacando toda la furia que guardaba bajo toneladas de bondad. Su hermano percibió un atisbo de su furia, pero se rió de él. Lo que no sabía era que esa furia estaba despertando al animal salvaje que encerraba en su interior. Entre contorsiones y contracciones, su piel se cuarteó y dejó paso a un espeluznante hombre lobo que se merendó a su hermano sin contemplaciones..

Ella lo vio todo, se sintió avergonzada. Vio a su compañero en aquellos ojos azules que permanecía inmóvil, culpándose de no haberla podido defender. Ella vio que estaba sangrando y cogió trapos limpios y una jofaina con agua limpia. Le pidió que entrara, pero él no podía; permaneció de pie mientras ella limpiaba sus heridas. Se sentía avergonzado por lo que había hecho su hermano.

A la mañana siguiente, él estaba tendido delante de la puerta con su aspecto humano; no se había atrevido a entrar.

M. D. Álvarez 

miércoles, 28 de mayo de 2025

Paquete bomba.

No veo nada, gritó él, exasperado y asustado. Ella corrió a su encuentro con una cantimplora de agua; su rostro expresaba preocupación y ansiedad.

—Ya estoy aquí, espera —dijo, fijándose en la terrible herida de su rostro. Había sido alcanzado por una deflagración que le dio de lleno en la cara. Ella vertió el agua sobre su rostro; sus ojos eran los más dañados. Sintió cómo su corazón se encogía; adoraba a su compañero, su mirada limpia era inconfundible.

—Tranquilo, es superficial —dijo ella, imprimiendo seguridad en sus palabras.

—¿Tan mal aspecto tengo? —preguntó él. No lo podía engañar; la conocía bien.

—Todavía es pronto; mejor será que te lo valoren los médicos —dijo ella, llevándoselo hacia una de las ambulancias.

Lo trasladaron a un hospital cercano después de evaluarlo y, mientras lo llevaban en la ambulancia, ella le preguntó: —¿Qué pasó?

—Un paquete bomba dirigido a mí. Al parecer, me estoy acercando demasiado a una célula terrorista y han querido quitarme de en medio —repuso él. 

Una vez en el hospital, los médicos comenzaron a trabajar rápidamente, limpiando las heridas y aplicando vendajes. Después, lo trasladaron a una habitación donde debían esperar a que pasara el médico jefe a informarles. Pasadas un par de horas, un médico entró en la habitación; su rostro era serio.

—La buena noticia es que no hay daño significativo en los ojos, pero deberá guardar reposo y seguimiento por un tiempo —dijo el médico.

M. D. Álvarez

martes, 27 de mayo de 2025

En la cuerda floja.

Estaba en un casi escueto equilibrio; si se desplazaba a la derecha o a la izquierda, caería a la sima donde miríadas de bocas con afilados dientes buscaban devorarlo. El riesgo era palpable, pero no se podía quedar en la cuerda floja. Cuanto más esperase, más le costaría atravesar el abismo. Así que se armó de valor y deslizó su pie desnudo hacia adelante. Manteniendo el equilibrio, paso a paso fue cruzando el negro pozo. Al otro lado, lo estaban esperando sus compañeros, que habían cruzado el puente antes de que se cayera y dejara tan solo una áspera cuerda. La situación se había complicado; ya no podrían volver por el mismo sitio. Él era el único capaz de cruzar por aquella soga, ayudado por una pértiga, donde a cada lado perdían los petates de sus compañeros a modo de contrapeso. 

Por fin llegó al otro lado, pero sus pies estaban casi desollados. No había tiempo que perder y se calzó sus mocasines; a pesar del dolor, debían encontrar al resto de la expedición. Ya se ocuparía de sus pies más tarde..

Llegaron a la parte central de la gran caverna, donde habían perdido la comunicación con la expedición. Allí, todo parecía en calma, pero no había nadie; ninguno de los quince integrantes de la gran expedición se encontraba allí. 

Sus compañeros comenzaron a protestar por el camino tan intrincado que habían recorrido hasta llegar allí y no los recibían como se merecían.

—No estamos aquí para que nos doren la píldora —refirió él con tono duro—. Estamos aquí para rescatar a la expedición. Mañana nos distribuiremos en parejas e iremos avanzando en abanico por las galerías aledañas —dijo él, quitándose con visible dolor los mocasines. El equipo se dio cuenta de la gravedad de la misión al ver el estado en que tenía los pies. Uno de sus mejores amigos le aplicó una pomada desinfectante y antibiótica y le vendó con sumo cuidado. 

—No deberías ponerte en pie al menos una semana.  

—No puedo permitirme ese lujo; debo encontrarla —refirió él. 

—Lo sé, pero esta noche debes descansar.

Pero no pegó ojo; escuchaba cada sonido, crujido y chasquido de la gruta, esperando percibir voces de los expedicionarios. De pronto, creyó oír la voz de ella al fondo de la gruta. Se levantó sin importarle el dolor y, a tientas, alcanzó la pared húmeda. Buscó de dónde venía su voz; la oía claramente, venía de la galería central. Se adentró en la total oscuridad, tanteando con las manos. De repente, vio un atisbo de luz al fondo de la galería. Se dirigió hasta el final del corredor y vio a los expedicionarios reunidos alrededor de una pequeña fogata. Ella estaba mostrándoles los hallazgos cuando lo vio acercarse.  

—¿Estás aquí? —refirió ella, sorprendida.  
Cuando se acercó más a la hoguera, ella se fijó en sus pies; había comenzado a sangrar. Lo obligó a sentarse y, con mucho cuidado y dedicación, le quitó las vendas y aplicó unas hierbas que calmaron su dolor. Ella admiraba su valor y determinación.  

—¿Has venido solo? —preguntó ella, con un atisbo de esperanza..

—No, somos un equipo de rescate. Están en la caverna principal —respondió él, visiblemente más aliviado. Aquellas hierbas habían conseguido que el dolor se calmara.

M. D. Álvarez

lunes, 26 de mayo de 2025

La higuera y la extraña pareja.

Bajo aquel sol abrasador, el único cobijo donde se podía descansar era a la sombra de aquella vetusta higuera. No se sabía cuántos años llevaba en aquel paraje, pero era la última de su especie. Al borde del devastador erial que se cernía ante ella, era el único refugio que aquella extraña pareja halló. Él, delicadamente, depositó a su adorada pareja a la sombra de aquella gran higuera y solicitó permiso al hermoso árbol para recoger algunos de sus vástagos y alimentar a su amada.

La higuera, llena de júbilo por tal petición, le concedió diez de los más gustosos frutos de sus ramas a aquel noble ser, que mansamente recogió los frutos maduros de la servicial higuera. Él le ofreció tan dulce manjar que ella no pudo más que agradecer con estas palabras: "Tú, la más noble de los árboles frutales, has sido la única que nos ha ofrecido con gusto sus hijos para que no muramos de inanición. Serás por siempre alabada en nuestras oraciones, noble higuera."

La higuera no cabía en sí de gozo, aunque desconocía el linaje de la extraña pareja. Se sentía rebosante de alegría y de dicha.

La pareja era de noble cuna, pero de diferentes especies: él era un apuesto y aguerrido noble licántropo, y ella era una bellísima princesa humana. Iban en busca de nuevas tierras donde no fueran juzgados por su apariencia.

Él le preguntó a la majestuosa higuera si conocía tierras donde no se juzgara a la gente por su aspecto físico. La higuera había oído que tras el desierto que tenía ante ella crecían montañas y valles llenos de vida joven y dichosa, lugares donde poder coexistir con todos los seres vivos. Él la escuchó entusiasmado. A la mañana siguiente, partieron, dejando a la regia higuera un obsequio sin igual: él poseía un don de extraer agua de cualquier sitio. Había dispuesto un pequeño túmulo de piedra e hizo manar un pequeño manantial que mantuvo a la noble higuera fuera de peligro de morir de sed.

Él cogió a su dulce amada en brazos y se adentró en las abrasadoras tierras de aquel infernal erial. La higuera se quedó pensativa sobre qué llevaría a tan extraña pareja a adentrarse en un infierno sin fin; quizás las palabras que ella le dijo al noble licántropo debieron permitir que cogieran más de sus dorados frutos, pues con tan solo diez no tendrían suficiente para atravesar el infernal desierto.

Una mañana fresca, acertó a pasar al lado de la higuera un hermoso ruiseñor, que entre trino y trino le contó una hazaña acaecida en las regiones allá al otro lado del desierto. La higuera, curiosa, le preguntó qué hazaña era esa.

El ruiseñor había visto a un gran y noble licántropo llevando a una lindísima princesa en sus brazos, protegiéndola del terrible calor. Cuando abandonaron el desierto, ella entregó un hermoso higo dorado a los habitantes de aquellas tierras, que lo recibieron con devoción. Plantaron el tierno higo y lo regaron con el agua que el bondadoso licántropo hizo manar de las montañas..

La dulce higuera lloraba lágrimas de alegría; la noble pareja logró su objetivo, llevando a uno de sus más dulces hijos al otro lado de aquel abrasador desierto.

M. D. Álvarez 

domingo, 25 de mayo de 2025

Batalla onírica.

Sentado en su sofá favorito, llevaba horas desafiando al sueño. Cabeceando en contadas ocasiones, lograba despertarse en el último segundo antes de caer dormido. Sus sueños eran aterradores y peligrosos; había descubierto en ellos atisbos de realidad. La última vez que durmió, fue herido de una puñalada en el costado, y cuando se despertó, la herida estaba allí.

Si sus enemigos habían logrado infiltrarse en sus sueños, debía luchar en varios frentes, pero no lo haría solo; tenía un equipo preparado para contingencias adversas por si no lograba despertarse. Sus sueños eran monitorizados por un equipo de especialistas, entre los que se encontraba su pareja, que permanecía a su lado en aquella habitación blanca, donde el único toque de color lo ponía aquel sofá azul cielo.. 

Los párrafos le pesaban cada vez más y, cuando estaba a punto de sumergirse en un oscuro sueño, oyó la voz de ella que lo mantenía centrado. 

—Recuerda que no estás solo —dijo ella, acercándose hasta el sofá. Le tomó las constantes vitales y la temperatura; estaba dentro de los límites. Por fin había llegado el día del último combate. Había estado entrenándose con técnicas oníricas donde él era el dueño absoluto de sus sueños. 

Tomó una profunda respiración, cerró los ojos y, en un instante, se hallaba en un oscuro reino onírico donde sus mayores temores se hacían realidad en la forma de aterradoras criaturas de descomunales tamaños que lo atosigaban e intentaban morderlo con sus aterradores dientes. Pero, por suerte para él, había estado entrenándose profundamente; su mente era un bastión inexpugnable y, desde aquel bastión, luchaba con renovadas energías. Debía acabar con todos sus temores o, en algún momento, esos temores le darían muerte.

Ella observaba los monitores con preocupación; su entrenamiento había sido exhaustivo, pero corría el peligro de que sus energías mermaran rápidamente. "Date prisa, no te queda mucho tiempo", le dijo al oído.

Él la oyó y redobló sus esfuerzos, sintiendo que su energía emanaba de su corazón, iluminando el aterrador campo de batalla y mostrando lo nimios que parecían sus temores a la luz de la bondad.

"Nunca lograrás vencerme; tengo un corazón noble y la oscuridad no tiene poder sobre mí", gritó con todas sus fuerzas. La luz se expandió, borrando del mapa a los enemigos que habían tratado de matarlo en sus sueños.

Abrió los ojos y allí estaba ella; había vuelto de un combate épico con algún que otro rasguño, pero nada que unas tiernas caricias no lograrán aliviar.

M. D.. Álvarez 

sábado, 24 de mayo de 2025

Ganas de vivir. 2da parte

Al día siguiente, sol brillaba intensamente, y el canto de los pájaros llenaba el aire. Ella y él se encontraron en la orilla del cenote, listos para su aventura. El amigo escéptico había decidido quedarse en casa, pero les prometió que no se preocuparía por ellos.

—¿Tienes todo lo que necesitamos? —preguntó ella, ajustándose la mochila en los hombros. 

—Sí, el diario, la brújula y un par de bocadillos por si nos da hambre —respondió él con una sonrisa pícara.

Nadaron de regreso al templete, donde la luz del sol iluminaba el antiguo pergamino. Al abrir el diario, sus corazones latían con emoción. La primera instrucción decía: "Dirígete hacia el lugar donde las sombras se alargan y el agua susurra secretos."

—Eso suena misterioso —dijo ella, mirándolo con curiosidad.

—Vamos a averiguarlo —contestó él, señalando hacia un sendero cubierto de hierbas que se adentraba en la selva.

Caminaron entre árboles altos y lianas colgantes, escuchando el murmullo del agua cercana. Después de unos minutos de exploración, llegaron a un claro donde un pequeño arroyo serpenteaba entre las piedras. 

—Aquí es donde las sombras se alargan —dijo él, mirando hacia el suelo donde los árboles proyectaban sus sombras.

Ella sonrió y se agachó para tocar el agua. De repente, notó algo brillante entre las piedras. Se acercó y sacó un pequeño objeto: era un medallón dorado con intrincados grabados.

—¡Mira esto! —exclamó ella emocionada.

—Eso podría ser parte del tesoro —dijo él con ojos brillantes.

Mientras examinaban el medallón, encontraron otra pista grabada en su interior: "Sigue el camino del eco y escucha lo que la naturaleza tiene que contar."

—El eco... ¿quizás debemos gritar? —sugirió ella.

Él rió y gritó: “¡Hola!” Su voz resonó entre los árboles, creando un eco encantador.

—¡Escucha! —dijo ella al oír una respuesta lejana. 

Decidieron seguir el sonido, que los llevó a una cueva oculta detrás de una cascada. La entrada estaba cubierta de musgo y flores silvestres. Con cuidado, entraron en la cueva iluminada por destellos de luz que se filtraban a través de las grietas.

Dentro encontraron antiguos grabados en las paredes y más objetos perdidos en el tiempo: urnas decoradas y herramientas de los ancestros. En el centro había un altar donde reposaba un cofre polvoriento.

—¿Crees que este es el gran tesoro? —preguntó ella con emoción contenida.

Él asintió mientras abría lentamente la tapa del cofre. Dentro había joyas brillantes y un mapa antiguo que parecía indicar más aventuras por venir.

—Esto es solo el comienzo —dijo él con una mirada decidida. Sus ganas de vivir seguían más presentes que nunca, y ella lo amaba por ello.

Se había sobrepuesto a graves enfermedades que los médicos no se explicaban; cómo podía estar vivo. Aquella aventura junto a ella lo hacía sentir más vivo que nunca.

viernes, 23 de mayo de 2025

Los moradores de la catedral.

La catedral era un refugio de hambrientos cuerpos, huesos y demorados; el terror se vislumbraba en su mirada casi sin vida.

Él tenía que salir a buscar alimento. Aunque estaba visiblemente débil, conservaba una chispa de determinación en sus ojos. Se acercó a las grandes puertas de la catedral y, en cuanto se disponía a salir, ella le agarró del brazo y le dijo:

—¿Por qué tienes que ir tú?

—Porque soy el único con el ánimo suficiente como para salir a cazar —refirió él con mesura.

Abrió una de las grandes hojas de la puerta y se deslizó fuera. Hacía un frío atroz, pero se adentró en la gran ciudad, otrora faro de las civilizaciones. La naturaleza había tomado posesión de la ciudad; grandes árboles abrazaban las calles y los animales campaban a sus anchas por doquier. Se situó en aquella gran torre de hierro que todavía conservaba su antaño esplendor, oteó el horizonte y divisó una gran manada de búfalos y cebras que se encaminaban en su dirección..  Cuando las tuvo a tiro de piedra, su cuerpo se transformó en una criatura aterradora que saltó en medio de las dos manadas. Destripó con sus grandes garras a un gran macho de búfalo, destrozó el cuello de otro, tres búfalos y degolló a siete cebras. Con aquellos animales tendría suficiente para pasar el invierno, así que se permitió cazar uno más para su disfrute personal. Aquel macho de cebra era vigoroso, pero no le hizo frente, sino que trató de huir sin conseguirlo. De un gran salto, aterrizó sobre su lomo y, de un gran mordisco, le privó de la vida. Se tomó su tiempo en devorar toda su presa; no estaban los tiempos para desperdiciar ni un ápice de carne. Cuando terminó, se cargó sobre sus anchos hombros las once piezas que se había cobrado.

Volvió a la catedral, dejó las presas delante de la entrada principal y recobró su aspecto humano. Había recobrado su verdadero aspecto: era un chico fornido y apuesto.

Llamo a la puerta y ella le abrió. Cuando lo vio con su anterior aspecto, se adusto, pero él la detuvo y le mostró la caza que había realizado y que, con tan solo comer, había recobrado su apariencia anterior.

Ella abrió las puertas, indicando a los allí reunidos que era hora de comer. Fue un espectáculo verlos salir corriendo y abalanzarse sobre las diez piezas que él se había cobrado, mientras los pobladores de la catedral se alimentaban como criaturas de la noche. Él se había quedado con una presa que le ofreció a su adorada dama. Ella lo miraba con una ternura cautivadora y quiso compartirla con él, pero él rehusó; ya había comido lo suficiente como para pasar el invierno. Así que la invitó a que comiera.

Devoró con delicadeza la tierna carne que él le había ofrecido. Al terminar, su cuerpo se volvió cálido y deseable.

Los pobladores de la catedral notaron los efectos de aquella carne en pocos minutos y dieron gracias al joven que, después de aquel día, se convirtió en su protector y cazador. Con él no volverían a pasar hambre.

M. D. Álvarez 

jueves, 22 de mayo de 2025

El caso del florin desaparecido

Caso número 3

El caso del florín desaparecido.

El teléfono no paraba de sonar y yo no tenía ganas ni fuerzas para descolgar. Desde la pérdida de Rachel, nada era igual. Tan solo su hermana Nadia lograba sacarlo de casa y alimentarlo.

—Víctor, ¿qué crees que pesaría Rachel si te viera así de desaliñado y decaído? —le dijo ella cuando lo encontró tendido en el sofá.

—Tienes razón, hermanita. Debo ponerme en forma y cuidarme, pero es muy duro no verla cada día.

—Lo sé, el dolor nunca pasa, pero el tiempo lo atenúa un poco.

—Si te apetece, ven a comer con Walter y conmigo —le dijo, acariciando su cabello.

—Te lo confirmo más tarde —dijo él con media sonrisa. De pronto, el móvil sonó; lo tenía en la mesita de té. Nadia contestó y se lo pasó a él, diciendo: "Es Walter".

—Dime, Walter, ¿qué ocurre? Si lo conozco, vale, me paso en 10 minutos. Y colgó el celular. Bueno, al parecer, tu marido me ha conseguido un caso —dijo con melancólía..

Se levantó, se duchó y se puso uno de los mejores trajes que Rachel le había comprado.

Te acompañó, dijo ella.

A dos manzanas del loft, la policía acordonaba el lugar donde había sido sustraído un objeto de gran valor.

Te dejo y avísame si vienes a cenar, le expresó su hermana, besándole la frente.

Gracias, Víctor, por venir, terció Walter, viendo cómo Nadia lo acompañaba.

Hola, Walter, ¿qué puedes decirme?

El dueño del edificio ha echado en falta un objeto de un valor incalculable. Lo tenía en una Fichet de último modelo. Y, según le había asegurado, era una caja inexpugnable.

Vamos a ver esa caja. Se dirigió al salón, donde no tuvo dificultad para encontrar la ubicación de la caja. Estaba empotrada en el suelo; se fijó que las esquinas de la impresionante alfombra persa estaban desgastadas, más en un lado que en el otro. Se puso unos guantes que Walter le había dado y levantó la esquina más gastada. Allí estaba la flamante caja fuerte con el teclado. 

—¿Tienes la llave? —preguntó.  
—Sí, aquí la tienes, y la clave es... —se detuvo cuando vio que había tecleado una clave. Le pidió la llave y crack se abrió. 

Víctor se agachó y examinó la caja fuerte con detenimiento. La pintura estaba intacta, no había signos de forzamiento. Sin embargo, algo no encajaba. Se pasó la lengua por los labios y se concentró. De repente, sus ojos se posaron en una pequeña marca en la esquina inferior izquierda del teclado. Era casi imperceptible, pero allí estaba. Una pequeña muesca en el metal. Sonrió con satisfacción.

—Walter, creo que sé cómo se hizo esto —dijo, señalando la marca.

Ese detalle no lo habría descubierto si no hubiera logrado abrir la caja. Curiosamente, lo que sorprendió a Walter fue la habilidad de Víctor para abrir la caja en tan solo 20 segundos, y le preguntó:  

—¿Cómo lo has hecho?  

—Es fácil, conozco al dueño y sé de sus gustos esotéricos. Solo había dos opciones: o era una secuencia de Fibonacci o el número áureo. Me decidí por el primero y acerté.

¿Te ha dicho el dueño que guardaba en la caja fuerte? —preguntó Víctor.  

Sí, un florín de oro. Creo que es una primera acuñación de 1252.  

La primera edición. ¿Qué interesante?

Sabes que corre una leyenda que cuenta que los primeros florines fueron acuñados con oro robado por unos ángeles para asegurar el futuro de su amado pueblo a Lucifer.

Todo poseedor de una de las primeras monedas será salvaguardado por los mismos ángeles de los ataques de Lucifer, que desea recuperar su oro.

Cuando Víctor se percató de lo maravilloso de aquel objeto, enseguida supo quién había sido el ladrón. Era un ladrón de guante blanco, un enviado del señor del averno.

—Vamos, estamos a tiempo de pillar al ladrón antes de que desaparezca —dijo, mientras cogía su Porsche GTS y salía disparado, seguido de la patrulla de Walter.

En la antigüedad, los accesos al averno, o Hades, como prefiráis llamarlo, eran diez, pero con el transcurso del tiempo se fueron cerrando y, en la actualidad, quedaban cuatro: uno en el Etna, otro en el pozo de Darvazá, en Turkmenistán; otro más en Australia, más exactamente en una grieta de Uluru, la roca gigantesca. Pero había una cuarta, y se encontraba en Luisiana, más exactamente en el gran Bayou Plaquemine, junto a un gran ciprés calvo de ramas entrelazadas.

Víctor llegó a la entrada del parque natural y alquiló un aerodeslizador para moverse por los ramales y marismas. Los cipreses calvos y espartinas lo cubrían por doquier; era como si no le dejaran avanzar, hasta que descubrió el gran ciprés calvo de color mortecino con una endidura en su tronco. Habían llegado a tiempo, ya que minutos después se presentó el famoso ladrón de guante blanco, Omar Sy, que al verlo allí se dio cuenta de que no tenía escapatoria; eran buenos conocidos..

"Omar, tú por aquí, querido amigo", dijo Víctor con cautela. ."Omar, te has mezclado con algo que no te compete. Si le devuelves el florín a esa sabandija, te matará", dijo Víctor con calma. "Esto tan solo atañe a seres etéreos. Dame el florín", apremió, tendiéndole la mano.

Omar se lo pensó, pero finalmente se lo entregó. Era una magnífica pieza de 500 gramos de 24 quilates. Grabados en el anverso, había una imagen de dos serafines transportando una enigmática caja y, en el reverso, la imagen de un enigmático ojo con la leyenda en latín que rezaba así: "Omnia videt, omnia cognoscit et agit"; que para los que no sepan latín dice así: "Él todo lo ve, todo lo sabe y actúa en consecuencia".

"Omar, será mejor que te vayas; están a punto de llegar la policía", dijo Victor.

"¿Pero por qué lo haces? ¡Merezco que me detengan!", refirió él

—"No tienes la culpa de que te dejaras seducir por el príncipe de las sombras, que, deseoso de recuperar su oro, otrora manchado de sangre de inocentes, pero ahora puro y virginal, se valió de engaños y subterfugios para atraerte a su círculo", dijo Víctor, cabizbajo.

 —"Yo devolveré el florín y ya intentaré algo para librarte del peligro".

—Víctor, eres un gran amigo. Lamento no haber asistido a los funerales de Raquel, dijo apesadumbrado. Se giró y desapareció justo en el instante en que llegaba Walter.

—Toma, aquí tienes el florín desaparecido. Casi lo logra; si no hubiera llegado a tiempo, se lo habría llevado al otro lado.

Walter puso esa cara de "no me lo puedo creer, lo ha vuelto a hacer" y a mí me deja con un canto en los dientes.

—Te puedes llevar todo el mérito, querido amigo. Después de todo, eres mi cuñado y te mereces un ascenso, refirió Víctor.


M. D. Álvarez

Final del tercer caso del detective Víctor Vorodier.

miércoles, 21 de mayo de 2025

El hombre de la lluvia.

Su interpretación de la danza de la lluvia, al ritmo del megamix de Deep Forest, lo convertía en un auténtico ser celestial. Era envidiada por todas sus amigas; sabían que, como él, no había ninguno.

Sus movimientos rítmicos al son de la energética música eran poderosos y siempre terminaban con la llegada de la ansiada lluvia. Su beso apasionado bajo el aguacero lo convertía en el hombre de la lluvia, su hombre, quien, para finalizar, la invitaba a unirse a él en la frenética danza de amor y libertad.

M. D. Álvarez

martes, 20 de mayo de 2025

Accidente de moto.

Por suerte para él, el casco y el monoteaje integral lo libraron de algunas rozaduras. La peor parte se la llevó su Yamaha de 500 cc, que quedó empotrada bajo aquel descomunal tráiler. Él salió catapultado por encima de su Yamaha, lleno a caer en un prado de mullida hierba. 

El camionero descendió a toda prisa de la cabina y corrió hacia el motorista, que no se creía la buena suerte que tenía. Se podría haber roto el cuello, pero debía de estar tocado por los hados, pues no se hizo el menor rasguño. 

Él se incorporó lentamente, aún aturdido por la caída, mientras el camionero se acercaba con una mezcla de preocupación y alivio en su rostro. 

—¡Estás bien! —exclamó el camionero, con un tono que reflejaba tanto la tensión del momento como la incredulidad de que el motorista hubiera salido ileso.

—Sí, creo que sí... —respondió él, aún tratando de asimilar lo ocurrido. Miró a su alrededor, notando cómo la Yamaha yacía destrozada bajo el tráiler, como un ave herida en la tierra. Un escalofrío recorrió su espalda al pensar en lo que podría haber sido.

El camionero le tendió una mano para ayudarlo a levantarse. —¿Estás seguro? Deberías ver a un médico.

Él se sacudió un poco, intentando recuperar la compostura. —No, de verdad. Solo necesito respirar... y pensar en qué hacer con mi moto —dijo mientras observaba su fiel compañera, con el corazón encogido.

El camionero lo miró con empatía. —Puedo llamar a una grúa si necesitas ayuda. No puedes dejarla aquí así.

Unos instantes de silencio se hicieron presentes entre ellos, antes de que él finalmente decidiera aceptar la oferta. —Está bien, gracias. No sé qué haría sin ti.

Mientras esperaban a que llegara la grúa, comenzaron a hablar. El camionero reveló que había estado conduciendo durante horas y que este viaje era solo una parada más en su largo recorrido. Él le contó sobre su pasión por las motos y cómo cada viaje era una forma de libertad para él.

A medida que intercambiaban historias, el aire tenso del accidente se fue desvaneciendo, y una extraña camaradería comenzó a florecer entre los dos hombres. El motorista se dio cuenta de que, aunque había pasado por un momento aterrador, también había encontrado un nuevo amigo en medio del caos.

La grúa finalmente llegó y lo que parecía ser un día lleno de desgracia terminó convirtiéndose en una anécdota inesperada que contaría durante años. Mientras observaba cómo levantaban su Yamaha destrozada, sintió una extraña satisfacción al saber que incluso en los momentos más oscuros siempre hay algo bueno esperando ser descubierto. 

—Prométeme que no dejarás que esto te detenga —dijo el camionero mientras se alejaban juntos.

—Lo prometo —respondió con una sonrisa renovada—. La carretera me espera. 

Y así, mientras el sol comenzaba a ponerse en el horizonte, ambos hombres compartieron risas y esperanzas de futuros viajes por venir.

M. D. Álvarez 

lunes, 19 de mayo de 2025

Cambio drástico.

La tormenta había estallado sin previo aviso, empapándolos hasta los huesos. Su grupo de aguerridos soldados no puso excusas; tenían que llegar al campamento y escoltar a la científica que había logrado extraer la información del núcleo del satélite que había sido derribado por un país negacionista, PACE, cuyas siglas en inglés son Plancton, Aerosol, Nube, Ecosistema oceánico. En los datos se mostraba que ya no había vuelta atrás; nos encaminábamos a la extinción si no hacíamos un cambio radical en nuestras costumbres.
El capitán mantenía una relación amorosa con ella; por eso, puso a su disposición a los mejores hombres, que, junto a él, la llevaron bajo el aguacero a la base que se encontraba en el antiguo polo Norte, que estaba totalmente descongelado. La base se construyó sobre unas construcciones que, según el carbono 14, tenían una antigüedad de casi un millón de años. En esa fecha, los polos no tenían hielo; algo debió de pasar para que aquella tierra fuera cubierta por los magnos hielos que, hasta hace unos años, todavía cubrían aquellas sagradas tierras.

Mientras el grupo se movía en dirección a la base, el capitán reflexionó sobre la importancia del satélite PACE. No solo había sido un símbolo de esperanza para muchos, sino también un objetivo para aquellos que negaban la crisis climática. Su destrucción había dejado un vacío en la recolección de datos cruciales, y ahora, con la información que la científica había conseguido extraer, tenían la oportunidad de llenar ese vacío y presentar pruebas irrefutables ante el mundo.

“Capitán”, interrumpió ella, sacándolo de sus pensamientos. “Los datos que obtuve no son solo estadísticas frías; son historias de comunidades enteras que han sufrido los efectos del cambio climático. Historias que necesitan ser contadas”.

Él miró su rostro empapado y cansado, pero lleno de pasión. “Tienes razón. No se trata solo de números, sino de vidas humanas. Debemos asegurarnos de que este mensaje llegue a quienes pueden hacer un cambio”.

El sonido de los drones resonaba más cerca, y el grupo se movió con mayor rapidez. Mientras se acercaban a la base, el capitán reflexionó sobre cómo habían llegado a ese punto. Todo había comenzado con el lanzamiento de PACE, un satélite diseñado para recopilar datos sobre las temperaturas del océano, los niveles de CO2 y los cambios en los ecosistemas marinos.

“¿Recuerdas cuando lanzaron PACE?” preguntó uno de los soldados en un susurro nervioso. “Era como si por fin tuviéramos una herramienta real para combatir el cambio climático”.

“Sí”, respondió el capitán con melancolía. “Pero también atrajo la atención equivocada. Aquellos que no querían escuchar lo que tenía que decir se aseguraron de silenciarlo”.

De repente, el joven soldado regresó corriendo hacia ellos, cubierto de barro y sudor. “He logrado distraer a algunos drones”, jadeó. “Pero no tenemos mucho tiempo antes de que regresen”.

“Vamos”, ordenó el capitán, guiando al grupo hacia una entrada oculta en la base. Con cada paso, sentía el peso del mundo sobre sus hombros; sabían que su misión era crucial.

Al entrar en la base, las luces parpadeantes revelaron un antiguo laboratorio lleno de tecnología obsoleta pero aún útil. La científica se dirigió rápidamente a una consola y comenzó a trabajar en los datos que había traído.

“Necesito unos minutos para procesar esto”, dijo con urgencia mientras tecleaba furiosamente. “Si podemos demostrar cómo los cambios en el clima han afectado directamente a las comunidades vulnerables, podremos presionar a los líderes mundiales para actuar”.

El capitán vigilaba la entrada, su mente alerta ante cualquier movimiento sospechoso. La tormenta seguía rugiendo afuera, pero dentro de la base había una calma tensa.

“Estamos contigo”, dijo uno de los soldados mientras preparaba su equipo para defender la posición si era necesario. “No vamos a dejar que nos detengan”.

Las palabras resonaron en el corazón del capitán; sabían que estaban luchando por algo mucho más grande que ellos mismos.

M. D. Álvarez 

domingo, 18 de mayo de 2025

Las baquetas de Dionisio.

Sus solos de batería eran los más enérgicos y brutales. Era uno de los mejores bateristas; en cuanto comenzaba a agitar las baquetas, el espectáculo estaba garantizado. Ella era su mejor fan. Él tenía una sala insonorizada para practicar ritmos cada vez más melodiosos y atábicos. Sus solos conectaban su espíritu con la tierra de la que emanaba su energía.

Un día, ella lo sorprendió con un regalo. Él abrió el paquete y vio las baquetas más hermosas de nogal americano, pero no eran unas baquetas normales; venían en una urna de plata, envueltas en una historia que ella le contó. 

La urna había sido encontrada en una mina de arcilla roja y, según cuentan las leyendas, en aquella tierra los bélicos Coribantes golpeaban con aquellas baquetas los tambores para evitar que Hera escuchara los llantos del pequeño Dionisio, ya que si lo descubría, le daría muerte. El querubín, al alcanzar la madurez, les concedió a los Coribantes el poder de subyugar con sus baquetas a los que escucharan sus ritmos melodiosos.


Él sostuvo las baquetas con reverencia, sintiendo la suavidad de la madera y la historia que llevaban consigo. La leyenda de los Coribantes resonaba en su mente, y una chispa de inspiración lo atravesó. Decidió que esas baquetas no solo serían un instrumento; serían su conexión con el pasado, un vínculo entre el arte de la música y las antiguas tradiciones.

El siguiente día, se encerró en su sala insonorizada, la luz tenue iluminando su espacio sagrado. Con cada golpe en el tambor, sentía cómo las historias de aquellos guerreros resonaban a través de él. Los ritmos fluían como ríos caudalosos, llevando consigo la energía de la tierra y el eco de los Coribantes. 

Pero había algo más; ella estaba allí, observando desde la puerta, con una mirada de admiración y amor. Su presencia lo llenaba de fuerza, y por un momento, se sintió como un dios en el escenario. Decidió dedicarle su siguiente solo. Con cada golpe, le enviaba mensajes silenciosos: "Gracias por creer en mí. Gracias por darme estas baquetas mágicas".

El ritmo se intensificó, cada golpe era un latido del corazón, cada redoble un susurro dirigido a ella. En su mente, imaginó a los Coribantes danzando a su alrededor, protegiendo el secreto de Dionisio mientras él tocaba. La música se convirtió en un ritual; ella era su musa y su inspiración.

Cuando terminó, el silencio llenó la sala como una bruma suave. Ella aplaudió con entusiasmo, sus ojos brillando como estrellas. Se acercó y lo abrazó fuerte. 

—Eres increíble —dijo con una sonrisa—. Siento que esos ritmos tienen vida propia.

Él sonrió, sabiendo que había encontrado algo más que un simple regalo; había descubierto una conexión profunda entre su arte y la historia que habían compartido juntos.

M. D. Álvarez 

sábado, 17 de mayo de 2025

Combate a muerte.

Todo comenzó con un deseo de muerte. Aquel reto lo llevaría a enfrentarse con el más cruel de sus enemigos, que se vanagloriaba de no haber sido vencido en ninguna lid. Pero él conseguía sacarlo de quicio por la forma de luchar; se entregaba al máximo con todo su ser, y su contrincante ponía todas sus energías en el primer golpe, así no esforzarse. 

Aquel duelo sería el último para él; su deseo de vivir tranquilo lo llamaba cada vez más. No anhelaba seguir luchando y, con aquel enfrentamiento, lograría ser considerado un no vencido jamás, por lo que nadie osaría retarlo de nuevo. 

Fue un combate largo y salvaje. Su contrincante, una mala bestia de 2 metros y semejante a un armario ropero, usó su mejor golpe al principio, pero él logró esquivarlo, golpeándolo en las costillas. La pelea continuó alrededor de tres horas, en las que nuestro protagonista esquivó casi todos los golpes y propinó certeros puñetazos a su adversario. El combate era a muerte, así que él buscaba la manera de retorcer el cuello. Por fin logró tenerlo de rodillas y le rompió el fornido cuello. La pelea había terminado y solo quedaba él en pie. Su vida, después de la inapelable victoria, fue tranquila y apacible.

M. D. Álvarez 

viernes, 16 de mayo de 2025

Como un millón de soles.

Con solo chasquear los dedos, era capaz de redefinir el cosmos y crearlo a su imagen. Su creador le había mostrado los entresijos de la creación y le había mandado a reformar un cosmos rebelde que se estaba saliendo de madre. Su total desprecio por sus otros cosmos hermanos era insufrible y estaba afectando al inmenso macrocosmos del primer y único fundador del multiverso.

Aquel cosmos rebelde reunía algunas piezas clave que, si se podían redefinir, no haría falta aniquilar e idear otro; solo tenía que eliminar algunos corpúsculos aberrantes y el cosmos otrora rebelde se convertiría en un cosmos que brillaría como un millón de soles.

M. D. Álvarez 

jueves, 15 de mayo de 2025

El último sacrificio.

La trayectoria final era clara: iba en dirección de colisión. No había nada que hacer hasta que él se ofreció a probar una última opción. Era arriesgada, pero tenía que hacer algo si quería que ella sobreviviera. Cogió una pequeña lanzadera y la cargó de explosivos. No les dijo nada y se lanzó como un kamikaze contra aquel gigantesco asteroide que amenazaba la vida de su mundo. Ella lo buscó, pero no lo halló y supo que se había sacrificado por todos ellos.

Era un verdadero héroe y no se lo había dicho; no quería que ella se sintiera culpable, y le dejó una hermosa carta sobre la almohada donde le contaba todos los sentimientos que tenía hacia ella.

Ella leyó la carta con lágrimas en los ojos, comprendiendo al fin la magnitud de su amor. Las palabras danzaban en su mente, llenas de esperanza y dolor. Decidió honrar su sacrificio convirtiéndose en líder de la comunidad, impulsando a todos a reconstruir y proteger su hogar. 

Cada día miraba al cielo, recordando su valentía, y se prometió que nunca olvidarían su heroísmo. Con el tiempo, el nombre de él se convirtió en leyenda, un símbolo de amor y sacrificio. En cada estrella brillante que iluminaba la noche, sentía que él seguía cuidándola desde arriba. 

M. D. Álvarez 

miércoles, 14 de mayo de 2025

El ventanuco secreto.

Umm, la curiosidad. La curiosidad es todo aquello que provoca un sentido de observación de algo raro y singular.

Él tan solo pasaba por allí cuando los vio mirando por aquella ventanilla. Se acercó y preguntó: "¿Qué miráis con tanto detenimiento?" Al verse sorprendidos, huyeron despavoridos, y él observó lo que tanta curiosidad había despertado en aquellos jóvenes.

El ventanuco daba a una sala donde hermosas odaliscas se solazaban lujuriosamente sin ser vistas.

Era una ventana al placer oculto de un voyeur, y él no lo era, así que cubrió el ventanuco para que aquellas dulces concubinas disfrutaran de sus momentos más tiernos.

M. D. Álvarez 

martes, 13 de mayo de 2025

Miedo escénico.

Su miedo escénico era palpable; se ponía rojo como un tomate, y eso divertía a su grupo de amigos, que no paraba de ponerlo en actitudes que lo avergonzaban. Ella, al principio, lo encontraba divertido y hasta encantador, pero llegó un momento en que no pudo soportarlo más y estalló su furia, que se hizo descontrolada y salvaje; solo podían quitarse de en medio. 

No conocían su genio, pues si lo hubieran sabido, no se habrían burlado de él en tantas ocasiones. Ahora trataban de esconderse de él, pues le habían sometido a todo tipo de burlas por su miedo escénico. 

Sabían que se ponía nervioso cuando tenía que hablar en público, y ellos no hacían más que mandarle a recibir premios que, por su valor y altruismo, había ganado. 

Ella era la nota discordante; en un principio, le parecía adorable, pero al ver que se iba calentando, se interpuso entre él y su grupito de amigotes, pues eso era lo que eran.

Ella lo apoyaba en todo, y al ver que aquello terminaría mal, se acercó con cautela y lo besó dulcemente. Eso lo descolocó y hizo que se calmara.

El beso de ella fue como un bálsamo para su alma. Se sintió envuelto en una calidez que le recordó por qué había aceptado esos premios en primer lugar: por su deseo de ayudar a los demás, no por la necesidad de ser el centro de atención. Su furia se disipó, y en su lugar, una nueva determinación comenzó a florecer.

Ella lo miró a los ojos, buscando la chispa que había visto tantas veces, y le susurró: —"No tienes que demostrar nada a nadie. Solo sé tú mismo". Sus palabras resonaron en su corazón y le dieron el valor que necesitaba.

—"Lo sentimos de veras, no debimos burlarnos de ti. Pensamos que era divertido, pero no supimos ver cómo te afectaba", dijo su mejor amigo.  

El protagonista, aún procesando lo sucedido, sintió que algo se movía dentro de él. La sinceridad de su amigo fue un alivio y una carga a la vez. —"Gracias", respondió con voz temblorosa. —"No es fácil para mí estar frente a todos; siempre he tenido miedo de hablar en público".

Ella lo tomó de la mano y lo llevó hacia el grupo. —"Quizás sea hora de que todos aprendan algo sobre el verdadero valor del apoyo", dijo con firmeza. Juntos, formaron un círculo de apoyo a su amigo donde cada uno reconoció  miedos personales y vulnerabilidades.


Finalmente, se giró hacia sus amigos con una sonrisa tímida pero genuina. —"Si alguna vez me ven nervioso en el escenario otra vez, recuerden esto: estoy aquí porque quiero compartir algo importante. Y si me apoyan en lugar de burlarse, podré hacerlo mejor".

Sus amigos asintieron con comprensión renovada y promesas silenciosas de cambiar su comportamiento en el futuro. Ella sonrió orgullosa al ver cómo él comenzaba a brillar nuevamente.

Y así, aunque el miedo escénico no desapareció por completo, había encontrado un nuevo camino para superarlo; uno lleno de apoyo verdadero y amistad sincera.

M. D. Álvarez 

lunes, 12 de mayo de 2025

Sobre su cabeza.

Él, un auténtico ser ingrávido dotado de un poder sobrehumano, sostenía sobre su férrea espalda el cosmos, conocido como desconocido. Su aspecto era el de un gigantesco hombre lobo de pelo violáceo. Su nombre, Abrhukan, hijo del creador de mundos, tenía un único cometido: soportar el orbe del universo. En su corazón albergaba un único sueño: el de crear una vida junto a su adorada esposa. Cada noche, él volvía tras depositar el gigantesco orbe en el descomunal pedestal donde descansaba.

Cuando regresaba, era agasajado por su dulce amada con un banquete de pingües delicias. Tras el banquete, disfrutaban del hermoso espectáculo de estrellas que cuajaban el firmamento sobre ellos. Allí, en el mismo lugar donde observaban las luminarias, la amó con ternura y pasión. A la mañana siguiente, volvió a alzar el inmenso orbe con un brío renovado. La dueña de su corazón fue a verlo con una canasta de viandas y se acercó a su oído y le susurró dos palabras..

El al oírlas sonrió y lanzó el inconmensurable universo por encima de su cabeza, lo que hizo que casi todos los pobladores sintéticos se movieran como un gran vaivén en el inversor. Cuando el universo cayó de nuevo, él lo cogió con una sola mano, ya que con su otro brazo estaba abrazando a su adorada.

¿Aún no sabéis qué le susurró? Muy fácil: le susurró: "Estoy embarazada".

M. D. Álvarez 

domingo, 11 de mayo de 2025

El grupito de jovencitas.

¡Es él! ¡Es él! oyó que gritaban. Se volvió para ver qué ocurría y vio a un grupito de jovencitas que lo señalaban, locas de excitación, y dando grititos echaban a correr tras de él. No tuvo más remedio que calarse la gorra de béisbol y se metió en el metro. Las vio pasar de largo; al llegar a su casa, ella lo esperaba..

—¿Qué pasa? —preguntó, viendo la cara de preocupación de él.

—Hoy me han perseguido un grupo de jovencitas.

—Será porque eres el chico más encantador y adorable que han visto —dijo ella, quitándole hierro al asunto.

Al día siguiente, en el gimnasio, mientras entrenaba, se sentía observado por miradas lujuriosas.

—Si es que así no es posible —dijo, cabreado..

¿Otra vez? —preguntó ella.  
—Si es que yo no hago nada —refirió él, apenado.  

—Cielo, eres adorable y achuchable. Tus dulces ojos azules y tu denso pelaje te hacen irresistible. No puedo enfadarme con ellas por querer devorarte con la mirada. Tú eres mi lobo y nadie te pondrá la mano encima si no soy yo —dijo ella, acercándose sinuosamente—. Esta noche serás mío —le susurró al oído.

M. D. Álvarez 

sábado, 10 de mayo de 2025

Hapalo, el púlpito de anillos azules.

Aquel pequeñín era un escapista nató, pertenecía a la familia de los cefalópodos. Era el más chiquitín, pero también era el más peligroso. Pertenecía a la familia Hapalochlaena y también es conocido como pulpo de anillos azules. Este chiquitín, que llamaremos Hapalo, era un hábil escapista; se fugó de todos los acuarios en los que lo habían introducido. No había obstáculo que le impidiera salir. ¿Sabéis por qué quería ir este chiquitín con tanta fuga? Deseaba colarse en el acuario de una preciosa y lindísima pulpita de adorables anillitos azules, que, viendo el valor de aquel chiquitín, lo esperaba con visible excitación.

El jovencito, amorosamente, seguía fugándose de los acuarios donde lo depositaban, hasta que uno de los científicos se dio cuenta del porqué de su fuga y decidió depositarlo junto a su amada. Había otro pulpo; este era un poco más grande que nuestro valiente. Hapalo, al ver a aquel pulpo rondar a su hembra, se interpuso entre ella y aquel cefalópodo. Al ver la férrea defensa de aquel pequeñín, desistió de rondar a aquella hermosa pulpita. Ella, al verse libre de aquel brabucon, le dedicó tiernas caricias a su valiente enamorado.

M. D. Álvarez 

viernes, 9 de mayo de 2025

Thishrei y Eluli

Nuestros nombres eran los meses del año que daban comienzo y final al año drahul. Yo era Thishrhei y ella era Eluil. Yo soy el comienzo de todo y ella es la purificación. Nuestras esencias se mezclan en una danza cósmica donde la creación y la purificación se unen en armonía, dando comienzo a los diez meses restantes, todos ellos hijos nuestros. 

Sus nacimientos estaban marcados por las fases de la luna: Jhesván, Khislerv, Thevet, Sevhat, Aldar, Nushán, Iyhar, Shiván, Tharmuz y Alvur. Nuestro favorito y benjamín, cuyo nombre significa "cañas", fue concedido en un cañaveral, el mismo en el que nos conocimos. Siempre será nuestro pequeño, amado.

El primogénito, Jhesván, cuyo nombre significa "la octava luna", creció grande y fuerte, lleno de vigor y fortaleza. Khislerv, cuyo nombre significaba "abundante", les dio grandes alegrías. Thevet, la dorada, fue la alegría de su vida, su primera hija. Sevhat, cuyo nombre derivaba del "serval", era un hermoso felino. Aldar, el ecuánime, sería uno de los mayores jueces. Nushán, cuyo nombre significa "la bendecida", tenía el pelo rojo como el fuego; Iyhar, la guerrera, luchó por el honor de su familia; Shiván, el ágil, era flexible como los juncos y un gran bailarín; Tharmuz, el tozudo, no se le resistía nada; y, por último, y no menos querido, Alvur, concebido al albor de las cañas y un gran cazador. 

Todos estos son nuestros hijos, a cada cual más extraordinario. Son fruto de mi unión con la más pura y adorada de todas las fhardail.

M. D. Álvarez 

jueves, 8 de mayo de 2025

Corazón de hielo.

Aquel glaciar era el último que quedaba en el otrora reino de hielo. Sus hielos longevos e imperecederos se habían mantenido inmutables e inamovibles cuando el resto de los hielos se había derretido. 

Él permanecía guardando en sus gélidas entrañas a la única criatura a la que debía pleitesía: el rey de los hielos, que, sabedor del destino de su amado reino, se sacrificó y formó el gigantesco glaciar que mantenía vivo su mundo. 

Mientras su corazón permaneciera frío, el glaciar continuaría creciendo, renovando los hielos derretidos gracias al amor de su rey, que anhelaba a su reina de hielo. Según algunos escritos antiguos, su unión crearía el más maravilloso y extraordinario mundo de hielo. Ella llegará cuando el corazón del rey comience a derretirse.


El tiempo pasó y el glaciar siguió creciendo, su brillo azulino reflejando la luz de las estrellas en las noches más frías. Los habitantes del reino de hielo, ahora dispersos por el mundo, contaban historias sobre el rey y su sacrificio. 

Algunos decían que, en las noches más silenciosas, se podía escuchar el latido del corazón del rey resonando a través del hielo, un recordatorio constante de su amor eterno.

Un día que hacía un calor abrasador, el corazón del rey comenzó a derretirse. Al poco de comenzar el deshielo, apareció en el horizonte una hermosa joven de ojos azules y pelo blanco. Se aproximó al cúspide del glaciar. Al llegar a la cima, encontró una cueva oculta, y en su interior, un trono de hielo donde yacía el rey, su corazón aún latiendo con fuerza. 

Ella, la criatura más fría, se sentía atraída por el valeroso y sacrificado rey del hielo. Ella había llegado para unirse a él y crear juntos un nuevo mundo de hielos imperecederos, más maravillosos y extraordinarios.

M. D. Álvarez 

miércoles, 7 de mayo de 2025

El protector implacable.

Tenía un plazo de 72 horas para rescatarla y no iba sobrado de tiempo para nimiedades con sus amigos, que lo reclamaban por sus dotes detectivescas. Salió de su casa y cogió su Yamaha; sabía dónde debía indagar: aquel bar donde la habían visto le pondría sobre la pista. 

Entró en aquel antro y jaló por las solapas al camarero, que le dijo todo lo que quería saber. Un grupo de moteros, los Coyotes Azules, la había secuestrado y se reunían en un chamizo a 20 kilómetros por la R6. 

Se encaminó con cara de pocos amigos; si le habían hecho daño, no dejaría ni uno vivo.

No eran muy despiertos; había dejado las motos aparcadas delante de la choza y se oían risotadas, lo que le hizo entrar en cólera. De una patada, tiró la puerta. Los allí reunidos se sorprendieron y no reaccionaron a tiempo; los eliminó a los diez. Ella estaba colgada de las muñecas, semidesnuda. Él la descolgó y la cubrió con su chaqueta. Ella abrió los ojos y lo vio junto a ella; sabía que él la encontraría. Siempre la protegía con mimo, amor  y atención.

M. D. Álvarez 

martes, 6 de mayo de 2025

Gilgamesh y Enkidu.

El aire era espeso; denso, podría cortarse con un machete. Habían logrado descender a la tumba más antigua del imperio sumerio, más exactamente, la tumba del rey mítico Gilgamesh, el héroe hijo de la diosa Ninsu y de uno de sus novicios llamado Lillah.

En una de sus correrías, el joven héroe se topó con multitud de criaturas que ni nos podríamos imaginar que existieran en los orígenes de la civilización sumeria.

Su tumba era fastuosa y albergaba un gigantesco sarcófago de oro y plata en una de las cientos de criptas que contenía tan grande mausoleo. Todas las criptas estaban ricamente decoradas en vivos colores con las hazañas del hijo de Ninsu. Pero había una diminuta cripta donde los motivos de decoración eran infantiles, con ilustraciones de juegos de niños. Podía tratarse del joven Gilgamesh y su buen amigo Enkidu. En ella se guardaba un precioso objeto que, al parecer, el joven Gilgamesh regaló a su buen amigo Enkidu: un pequeño caballo de oro y marfil.. 

Seguimos recorriendo las criptas, cada cual más suntuosa y ricamente ornamentada, hasta llegar a la última, en la que se encontraban cuatro sarcófagos. Uno de ellos, de un tamaño ciclópeo, tenía una efigie de un gigante barbado con ojos azules, lujosamente tallada en oro y plata. Era el gigante Gilgamesh 

Un segundo sarcófago, de una hermosura sin parangón, pertenecía a la esposa de Gilgamesh, la diosa Inanna, y estaba realizado en jade y esmeralda. 

El tercer sarcófago era el de su amado hijo Ur-Nungal, labrado en arenisca roja. 

El cuarto sepulcro era casi tan grande como el de Gilgamesh; estaba labrado en jaspe y lapislázuli, y si os lo imagináis, sabréis quién está enterrado en él: Enkidu, el amado hijo de Aruru, la diosa de la tierra. 

La última cripta representaba los verdaderos orígenes de la primera dinastía mitológica de la civilización sumeria. Las paredes recogían toda la historia del nacimiento, vida y muerte de un dios en vida, sus anhelos, trifulcas y vicisitudes varias.

Continuará...  
M. D. Álvarez

lunes, 5 de mayo de 2025

El bebé con luz. 2da parte.

Ella le ocultó su embarazo porque sabía que su trabajo era muy arriesgado y los lugares que visitaba estaban llenos de criaturas y entes oscuros que podían verse atraídos por la luz que emanaba de él. El pequeño había heredado su fulgor y le aterraba que lo atraparan. Por eso se asustó cuando el pequeño desapareció y no tuvo más remedio que solicitar la ayuda de él; era el mejor de los viajeros entre planos. 

"¿Por qué no me lo dijiste?", le había preguntado él. 

"Tenía miedo" comenzó a decir ella, "miedo de que lo localizaran". 

"¿No me crees capaz de defenderos", respondió él, visiblemente entristecido. "Tengo capacidades especiales que me permiten luchar tanto en este plano como en el astral. Soy lo suficientemente fuerte como para luchar por los dos".

Ella bajó la mirada, sintiendo el peso de su decisión. "No es que no confiara en ti, es que el miedo me paralizó. No podía soportar la idea de perderte a ti también."

Él la abrazó con ternura, sintiendo el peso de sus palabras. "Lo entiendo, pero ahora estamos juntos y nada nos detendrá."

Ella asintió, sintiendo una mezcla de alivio y determinación. "Debemos estar preparados. El ente oscuro no se detendrá hasta encontrarnos."

"Lo sé," respondió él, "pero ahora tenemos una ventaja. Sabemos dónde está nuestro hijo y podemos protegerlo."

Se miraron a los ojos, compartiendo una silenciosa promesa de luchar juntos. Con el bebé en brazos, comenzaron a planear su siguiente movimiento. Sabían que el camino sería peligroso, pero estaban dispuestos a enfrentarlo.

"Primero, debemos fortificar nuestra posición aquí," dijo él. "Necesitamos crear barreras que impidan al ente oscuro rastrearnos."

Ella asintió, ya pensando en los hechizos y protecciones que podrían usar. "Y también debemos estar listos para movernos rápidamente si es necesario."

Con una nueva determinación, se pusieron a trabajar, sabiendo que la seguridad de su hijo dependía de ello.

M. D.  Álvarez 

domingo, 4 de mayo de 2025

Brillante y afilado.

No se merecía su perdón; lo que había hecho no tenía nombre. Aquel individuo había cometido el peor de los pecados.:

El aire se tornó denso, casi irrespirable, mientras la oscuridad envolvía la habitación. Los ojos de la víctima, abiertos de par en par, reflejaban un terror indescriptible. Cada rincón del lugar parecía susurrar secretos macabros, y el crujido de las tablas del suelo resonaba como un eco de condena. 

El individuo, con una sonrisa torcida, avanzó lentamente, sus pasos resonando como un presagio de muerte. En su mano, un objeto brillante y afilado capturaba la poca luz que se filtraba por las ventanas cubiertas de polvo. La víctima intentó retroceder, pero sus piernas no respondían; el miedo las había paralizado.

"Esto es solo el comienzo", murmuró el agresor, su voz un susurro helado que penetraba hasta los huesos. La víctima sabía que no había escapatoria, que el horror apenas comenzaba. Y en ese instante, la oscuridad se cerró por completo, dejando solo el sonido de una risa siniestra que resonaba en la eternidad.

M. D.  Álvarez 

sábado, 3 de mayo de 2025

Megamotivado.

Lo amaba más allá de toda duda; él era su guardián y protector. Sabía que podía confiarle su vida; con él estaba segura. Él era un licántropo megamotivado por su protegida. 

Su primer encuentro fue cuando tan solo eran unos niños; ella lo defendía ante los otros mocosos que se burlaban de su aspecto. 

Ella curaba sus heridas cuando se peleaba y salía perdiendo, pues se enfrentaba a chicos mayores que él, que le sacaban tres cuerpos. 

Una vez creció, su aspecto formidable y su bravura eran suficientes como para espantar a los moscones que revoloteaban alrededor de ella.

Con el tiempo, su vínculo se fortaleció aún más. En las noches de luna llena, él la protegía de cualquier peligro, mientras ella le ofrecía consuelo y comprensión. 

Juntos, enfrentaron desafíos inimaginables, demostrando que el amor y la lealtad podían superar cualquier obstáculo. Su historia era un testimonio de valentía y devoción.

M. D. Álvarez 

viernes, 2 de mayo de 2025

La calma en la tormenta.

Cuántas vidas se perdieron el día que descubrió su naturaleza indómita y salvaje. Nunca lo sabrán; su sed de sangre era inagotable, tan solo se aplacaba cuando ella estaba cerca. Aquel día, ella lo aplacó acercándose aún más. Él se sintió turbado e incómodo, pero se contuvo. A ella le gustaba su aspecto fiero y bravo. Había algo en ella que dominaba hasta tal punto que lograba tranquilizarlo con solo mirarlo.

Ella se acercó aún más, sus ojos reflejando una mezcla de valentía y ternura. Él, sintiendo su presencia tan cerca, notó cómo su furia comenzaba a desvanecerse, reemplazada por una calma inesperada. Sus manos, que antes temblaban de rabia, ahora se relajaban al contacto con la piel suave de ella.

"¿Por qué haces esto?" preguntó él, su voz apenas un susurro.

"Porque veo en ti algo más que la bestia que todos temen," respondió ella, sin apartar la mirada. "Veo a alguien que lucha contra su propia naturaleza, alguien que necesita ser comprendido y aceptado."

Sus palabras resonaron en él como un eco lejano, despertando recuerdos de un tiempo en el que no era consumido por la ira. Poco a poco, comenzó a confiar en ella, permitiendo que su presencia lo guiara hacia una paz que creía perdida para siempre.

Ella era su calma y su anhelo más dulce, así que avanzó un paso hacia ella y la abrazó con ternura. Él sería suyo para siempre; con ella, la ira y la furia darían paso a la calma y el sosiego.

M. D. Álvarez 

jueves, 1 de mayo de 2025

El bosque más joven.

Solo quedaba uno entre un millón que existía en las cuentas de todos los ríos: eran bosques antiguos. Cuando los dinosaurios existían, ellos ya estaban; allí eran los protectores de la vida, los dadores de alimentos. Ahora, tras la sistemática destrucción de sus hermanos mayores, solo quedaba uno, el más joven, pero frondoso y conocedor de todos los secretos de antaño. Él buscaba repoblar con todas sus fuerzas los márgenes de su gran benefactor, el río más caudaloso del sistema fluvial.

No contábamos con su poder de recuperación; fue capaz de ampliar hasta el infinito su vasto manto.

Os preguntaréis dónde estábamos nosotros. Muy fácil: nos extinguimos y dejamos a la naturaleza a su libre albedrío.

M. D. Álvarez