Lo que no sabes es que ella no nos diferencia. Somos gemelos; bueno, tú eres el gemelo bueno y yo voy a disfrutar con tu novia. Le voy a hacer cosas que la harán jadear de lujuria.
No le pondrás tus sucias manos encima si yo puedo impedirlo.
Si es por eso, no te aflojas. Te voy a dar una sarta de palos que ni tu madre nos diferenciará, y no te preocupes por tu novia, va a disfrutar, te lo aseguro.
Él intentó atrapar a su gemelo, pero estaba muy débil. Le golpeó con un puño americano en las costillas y después lo noqueó con un izquierdazo en la mandíbula..
No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente, pero debía protegerla. Su hermano era un depravado y salvaje. Logró salir y ya era noche cerrada; no estaba lejos de su cabaña y no podía dejarla en manos de su hermano.
Cuando estaba a punto de llegar, oyó que la puerta se abría y su hermano salía. Lo vio y se acercó. "Sabes, tienes buen gusto con tus novias, pero esta se llama La Palma", se corrió con lujuria contenida. Aquello lo hizo estallar, sacando toda la furia que guardaba bajo toneladas de bondad. Su hermano percibió un atisbo de su furia, pero se rió de él. Lo que no sabía era que esa furia estaba despertando al animal salvaje que encerraba en su interior. Entre contorsiones y contracciones, su piel se cuarteó y dejó paso a un espeluznante hombre lobo que se merendó a su hermano sin contemplaciones..
Ella lo vio todo, se sintió avergonzada. Vio a su compañero en aquellos ojos azules que permanecía inmóvil, culpándose de no haberla podido defender. Ella vio que estaba sangrando y cogió trapos limpios y una jofaina con agua limpia. Le pidió que entrara, pero él no podía; permaneció de pie mientras ella limpiaba sus heridas. Se sentía avergonzado por lo que había hecho su hermano.
A la mañana siguiente, él estaba tendido delante de la puerta con su aspecto humano; no se había atrevido a entrar.
M. D. Álvarez
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