jueves, 28 de agosto de 2025

Su voz meliflua.

Increíble pero cierto, su melosa voz le transportaba a su desaparecido hogar, al que no podía volver porque fue abrasado por una supernova. 

Aunque sus recuerdos de la niñez lo hacían sonreír, después recordaba cómo toda su familia lo protegió enviándolo lo más lejos posible de todos sus seres queridos. 

Ella reconocía sus altibajos de humor, pero sabía que si le cantaba mientras permanecía dormido, conseguiría hacerlo feliz, aunque solo fuera momentáneamente. Su rostro enojado se transformaba en el ser que ella amaba: un hombre feliz. 

Y en aquel momento, ella necesitaba hacerlo feliz. Su última intervención lo mandó directo a una cámara de estasis donde lo mantenían con vida.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 27 de agosto de 2025

Una cena y algo más.

No sabía lo bien que le quedaba aquella negligé de satén rojo. La había invitado a una cena y todavía se preguntaba cómo habían pasado del comedor a su habitación. Siempre había sentido algo por ella, y ella lo sabía. Se había puesto un precioso vestido de seda rojo con zapatos Jimmy Choo a juego. Adoraba verlo descolocado y nervioso, pero conocía la docilidad con ella .

El ambiente estaba impregnado de un suave aroma a vino tinto y velas encendidas, creando una atmósfera perfecta para la intimidad que ambos anhelaban. Él se pasó una mano por el cabello, intentando recobrar la compostura mientras la miraba con admiración. Aquella negligé de satén rojo abrazaba su figura como si hubiera sido hecha a medida, resaltando cada curva con elegancia.

—No puedo creer que estés aquí —murmuró, su voz apenas un susurro.

Ella sonrió, un destello travieso en sus ojos. —¿Y por qué no? Siempre has querido que esto sucediera.

Él se acercó un poco más, sintiendo la tensión en el aire. —Lo sé, pero nunca pensé que llegaría este momento. 

—¿Y qué piensas hacer al respecto? —preguntó ella, dando un paso hacia él, su mirada fija en la suya.

La proximidad hizo que su corazón latiera más rápido. Él tragó saliva y tomó aire. —Quiero… quiero que sepas cuánto significas para mí.

Ella arqueó una ceja, divertida. —¿Solo eso? ¿Después de toda esta cena y el vino?

Él soltó una risa nerviosa. —Quizás debería ser más directo.

Sin pensarlo dos veces, se inclinó hacia ella y capturó sus labios en un beso suave pero intenso. Ella respondió con calidez, haciendo que cada duda se desvaneciera. 

Cuando se separaron, ambos respiraban entrecortados, con sonrisas cómplices. Ella jugueteaba con el borde de su negligé mientras decía: —Ahora sí me has dejado sin palabras.

—Eso era precisamente lo que quería lograr.

Ella lo miró con picardía y un toque de desafío en sus ojos. —¿Y ahora qué? ¿Vas a llevarme a la cama o solo vas a quedarte aquí disfrutando del momento?

Él sintió cómo el calor subía a sus mejillas, pero la determinación lo invadió. —Te prometo que no te decepcionaré.

Con una sonrisa cómplice, tomó su mano y le indicó el camino hacia la habitación. Cada paso era un juego de seducción y promesas no dichas. Al cruzar el umbral, él supo que esa noche cambiaría todo entre ellos.

M. D. Álvarez 

martes, 26 de agosto de 2025

La batalla del color.

El silencio fue absoluto; nadie podía arrepentirse. No había tiempo que perder; si llegaban tarde, los supremacistas acabarían por conquistar las tierras del sur y no podían permitirlo. Sabían que ocurriría: pasarían a cuchillo a todos los que no fueran de su raza y color.

Él era un mestizo de padre blanco y madre siux. El resto de su equipo lo formaba un gran abanico de nacionalidades y razas; su lucha sería sin cuartel, no les daría tregua a aquellos retrógrados extremistas. 

La batalla fue dantesca y apocalíptica. ¿Quién creéis que ganó? Claro, ¿quién sino? Ya que en la variedad está la sabiduría del creador: todos diferentes, pero a la vez iguales.

M. D. Álvarez 

lunes, 25 de agosto de 2025

Mirando al abismo.

Había mirado al abismo y el abismo le había devuelto la mirada. 

—Tú no me puedes doblegar, rugió al abismo y le lanzó una feroz mirada. Ya me puedes devolver a mi amada sin mácula o te voy a destrozar, atronó furioso. 

El abismo, desde su oscuridad, lanzó a sus criaturas más terroríficas. Él ni se inmutó; los fulminó con certeros golpes. 

—"Me vas a obligar a bajar y sabes que no te conviene", gruñó cada vez más enfadado.

La sima tenebrosa tembló; algo gigantesco salía, pero él no temía a nada ni a nadie. Por muy grandes criaturas que me mandes, te las devolveré hechas trocitos, vociferó, lleno de ira.

Un gigantesco dragón de escamas rojas emergió ante él. No se movió ni un ápice; lo devolvió a la sima completamente destrozado. 

—Ya me he cansado, voy a bajar y mirar. Te lo advertí: si me haces bajar, te destrozaré y no dejaré piedra sobre piedra hasta dar con ella, refirió colérico.

Comenzó el descenso, cada vez más furioso. Se la habían arrebatado aquellos hijos del abismo y, de muy malos modos, no podía consentirlo.

La traería de vuelta a su reina; cuando estuviera libre, conseguiría calmarse. Hasta entonces, su cabreo era mayúsculo. Continuó su descenso a los infiernos de aquella fosa nauseabunda, poblada por la peor calaña de bestias deformes y aterradoras. 

Cada paso que daba, más preocupado estaba por ella, y su cólera iba en aumento. Cuando tocó fondo, fue recibido por las peores y más sanguinarias criaturas del averno. 

Se deshizo de ellas utilizando su furia interior; ya nada se interponía entre el señor del abismo, que se mostraba, y él, que con rabia mal contenida lo retó a un duelo singular. 

El rey de la fosa se presentó, jaleado por una caterva de criaturas aduladoras y espantosas. El amo de la sima le mostró a su reina.

—¿Estás bien? preguntó él, viéndola atada como una esclava.  

—Sí. Sácame cuanto antes de aquí, por favor —suplicó ella.

El combate fue rápido; el diablo de la sima no le duró ni medio golpe. Utilizó su férreo puño y lo derrotó, aplastándolo aún más en el averno de donde no volvió a salir por miedo a él.

—¿Crees que puedes agarrarte a mi cuello? —dijo él dócilmente a su amada.  

—Sí, pero sácame de aquí, te lo suplico —dijo con una voz casi inaudible.

La escalada fue rápida y cuidadosa; él no quería que ella sufriera daño alguno. Cuando llegaron arriba, la depositó con ternura sobre su capa y derribó la sima para que nada ni nadie saliera de allí.

M. D. Álvarez

domingo, 24 de agosto de 2025

Al borde del abismo. 2da parte.

Ella miró hacia el horizonte, donde el sol comenzaba a esconderse detrás de las montañas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y púrpuras. El silencio se instaló entre ellos, pero no era incómodo; era un espacio donde ambos podían reflexionar.

—¿Por qué te pesa tanto eso?, preguntó ella, rompiendo el silencio. —Lo que hiciste fue valiente. No deberías sentirte culpable por defenderte.

Él suspiró, dejando que el viento acariciara su rostro. —No se trata solo de eso. Me siento... confundido. Ese beso, ese momento... cambió todo. No sé si estoy listo para esto.

Ella giró la cabeza hacia él, sus ojos llenos de comprensión. —A veces, las cosas cambian sin que lo busquemos. Solo sucede. Pero eso no significa que sea malo.

—Lo sé, respondió él, su voz apenas un susurro. —Pero tengo miedo de perderte si esto avanza demasiado rápido. No quiero arruinar lo que tenemos.

—¿Y si no lo arruinamos? Ella se acercó un poco más, sintiendo la calidez de su presencia. Podemos descubrirlo juntos. No tienes que cargar con este peso solo.

Él la miró a los ojos y vio en ellos una chispa de esperanza y valentía. Era cierto; cada vez que estaba con ella, sentía que podía enfrentar cualquier cosa, incluso sus propios temores.

—Quizás tengas razón, admitió él con una leve sonrisa. —Tal vez deberíamos dejar que las cosas fluyan y ver a dónde nos llevan.

Ella sonrió aliviada y le dio un ligero toque en el brazo. —Eso es todo lo que pido: que estemos presentes en este momento. Lo demás vendrá solo.

Los dos se quedaron en silencio nuevamente, pero esta vez había algo diferente en el aire: una promesa implícita de explorar sus sentimientos sin miedo al futuro.

Mientras el sol se ocultaba por completo, las estrellas comenzaron a brillar en el cielo nocturno, recordándoles que incluso en la oscuridad hay luz y belleza. Juntos, sintieron que estaban listos para enfrentar lo que viniera.

M. D. Álvarez

sábado, 23 de agosto de 2025

El retorno del Antecesor. 2da parte.

Mientras la lanzadera surcaba el vasto vacío del espacio, ella se sumergió en sus pensamientos. Recordaba la última vez que había visto al Antecesor, su figura imponente y su mirada llena de determinación. Había sido un líder, un faro de esperanza en tiempos oscuros, y ahora su vida dependía de ella.

Los primeros días del viaje fueron tranquilos. Las estrellas se deslizaban a través de la ventana como destellos de luz en un mar negro. Sin embargo, a medida que pasaban los meses, la soledad se hacía palpable. Se aferraba a los recuerdos de sus compañeros y a la promesa de un futuro mejor. Sabía que el tiempo corría en su contra; cada día que pasaba era un día más cerca de la caída de la perla.

Un día, mientras revisaba los sistemas de navegación, recibió una alerta: un pequeño grupo de naves enemigas había sido detectado en su trayectoria. Su corazón se aceleró. No podía permitir que la misión fracasara. Con manos firmes, ajustó los controles y comenzó a maniobrar para evadirlas.

A medida que las naves se acercaban, recordó las enseñanzas del precursor sobre estrategia y valentía. Con astucia y rapidez, logró esquivar sus ataques, pero sabía que no podría mantener esa táctica por mucho tiempo. Necesitaba una solución.

Decidió utilizar el sistema de camuflaje de la lanzadera. Activó el dispositivo y se sumergió en el silencio del espacio, confiando en que los enemigos no la detectarían. Mientras flotaba en la penumbra estelar, sintió una mezcla de miedo y determinación; estaba más cerca que nunca de cumplir su misión.

Finalmente, después de lo que parecieron eternos meses, avistó el planeta donde se encontraba el Antecesor. Su corazón latía con fuerza; sabía que esta sería la clave para salvar todo lo que amaba. Sin embargo, también era consciente del desafío que enfrentaría al encontrarlo: ¿estaría dispuesto a regresar? ¿Se sentiría capaz después de todo lo que había sufrido?

Con una profunda respiración, aterrizó la lanzadera y se preparó para lo desconocido, lista para enfrentar cualquier cosa por el bien de los sistemas libres.

Continuará...

M. D. Álvarez 

viernes, 22 de agosto de 2025

El retorno del Antecesor.

Planetas y más planetas iban cayendo bajo el dominio de aquel monstruo. Inexorablemente, se iba acercando hacia la perla de la congregación de sistemas libres, y si caía la perla, los sistemas libres se hundirían irremisiblemente. Solo había una esperanza: que el Antecesor regresara de su retiro. 

Había quedado visiblemente destrozado, pero seguía vivo. Nadie conocía su lugar de descanso. ¿Nadie? Bueno, alguien sí conocía su ubicación: ella, la única que se atrevió a socorrerlo cuando luchó por ellos. En una de las muchas crisis mundiales, los líderes la obligaron a ir a buscarlo. 

Partió en una pequeña lanzadera; su ubicación distaba un par de pársecs, pero le llevaría alrededor de seis años y medio viajando a la velocidad de la luz.

Continuará...

M. D. Álvarez