Cuando estaba con ella, sentía un fuego arrollador que lo abrasaba por dentro. Desprendía una ola de calor cuanto más cerca estaba de ella, y lo percibía cuando estaba a dos metros de distancia.
En verano, se mantenía alejado; no deseaba sofocarla, aunque en invierno ella lo buscaba. Sabía que su pasión por ella era ardiente. Le gustaba que, al llegar por la noche, si tenía frío, solo tenía que acurrucarse a su lado y besarle. Él la abrazaba con ternura y sentía cómo su fuego prendía su corazón.
El fuego que ardía entre ellos era más que una simple pasión. Era como si sus almas estuvieran entrelazadas en una danza eterna de calor y deseo. En las noches frías, él buscaba refugio en sus brazos, y ella lo envolvía con ternura, compartiendo su propio calor para mantenerlo a salvo.
En una de aquellas frías noches de invierno.
Él sonrió, y sus labios ardieron como brasas. "Porque tú eres mi hogar. Eres la única que puede apaciguar mi fuego sin apagarlo por completo. Eres mi equilibrio."
Así continuaron su danza de amor y fuego, enfrentando juntos las estaciones cambiantes. Ella lo abrazaba con cuidado, sintiendo cómo su corazón latía al ritmo de las llamas que ardían en él. Y él, en sus brazos, encontraba la paz que tanto anhelaba.
La pasión entre ellos no era solo física; era espiritual. Dos almas ardientes, destinadas a encontrarse en medio del frío invierno, buscando calor y consuelo en el fuego que compartían.
Con cada día que pasaba, su conexión se profundizaba. En las noches más gélidas, cuando la escarcha cubría los cristales de las ventanas, ella lo sostenía contra su pecho, sintiendo cómo su propio calor se fusionaba con el de él. Los copos de nieve danzaban afuera, pero dentro de su pequeño refugio, el fuego que compartían era más brillante que cualquier estrella en el cielo.
A medida que el invierno avanzaba, él le reveló más detalles sobre su naturaleza. "Soy un espíritu del fuego ancestral", le confesó una noche mientras se acurrucaban junto a la chimenea. "Nací en las llamas de un antiguo volcán, y mi existencia está ligada a los ciclos de la naturaleza. Solo puedo manifestarme en los momentos más fríos del año, cuando la tierra necesita mi calor para renacer."
Ella lo miró con ternura. "¿Y qué pasa cuando llega la primavera?"
Él suspiró. "En primavera, mi energía se desborda. Siempre he sido un peligro para todo lo que me rodea. Por eso, durante siglos, he buscado refugio en las estaciones más frías, cuando puedo estar cerca de los mortales sin causar daño."
Ella acarició su cabello, sintiendo la suavidad y el calor que emanaba de él. "¿Y yo? ¿Por qué puedo estar cerca de ti sin temor?"
"Porque tú eres especial", respondió él. "Tus emociones, tu compasión, tu amor... todo eso me equilibra. Eres mi ancla en este mundo. Cuando estoy contigo, puedo controlar mi fuego interior y encontrar paz."
Así, su relación floreció en medio de la nieve y las estrellas. Se prometieron amor eterno, sabiendo que solo podrían estar juntos durante los meses más fríos. Pero cada invierno, cuando él regresaba a sus brazos, el fuego que compartían les recordaba que su amor trascendía las estaciones y las limitaciones del tiempo.
Y así, en las noches más heladas, cuando el viento aullaba fuera de su cabaña, ellos se abrazaban con fuerza, alimentando el fuego que ardía entre ellos. Porque, al final, el amor verdadero siempre encuentra una manera de sobrevivir, incluso en los corazones más ardientes y en las almas más misteriosas.
A medida que los años pasaban, su amor se volvía más profundo y significativo. Se establecieron en una pequeña cabaña al borde del bosque, donde las llamas de la chimenea siempre danzaban en sincronía con el latido de sus corazones.
En las noches de verano, cuando él no podía estar cerca debido a su energía incontrolable, ella lo esperaba pacientemente. Le escribía cartas que dejaba en la mesa junto a la ventana, esperando que el viento las llevara hacia él. En esas cartas, le contaba sobre su día, los cambios en el paisaje y cómo anhelaba su regreso.
Él, por su parte, exploraba el mundo en su forma de fuego. Visitaba los volcanes, las auroras boreales y los lugares más remotos de la Tierra. Pero siempre volvía a ella, como si su hogar estuviera en sus brazos.
.En los días más oscuros del invierno, cuando la nieve cubría el mundo exterior, él se convertía en una llama suave y se acurrucaba en su regazo. Juntos, leían libros antiguos y se perdían en conversaciones sobre el significado del tiempo y la eternidad.
En su última primavera juntos, él le susurró al oído: "Nuestro amor es eterno. Aunque no pueda quedarme contigo para siempre, siempre serás mi hogar".
Y así, cuando llegó el momento de su partida, él se convirtió en una llamarada brillante y ascendió hacia el cielo. Ella lo miró con gratitud y tristeza, sabiendo que su amor había trascendido las limitaciones del tiempo y el espacio.
Y aunque él ya no estaba físicamente a su lado, ella seguía sintiendo su presencia en cada llama que ardía en la chimenea, en cada estrella que brillaba en el cielo nocturno. Porque su amor era más que una pasión fugaz; era un fuego eterno que nunca se extinguiría.
M. D. Álvarez