miércoles, 30 de abril de 2025

Del espacio exterior.

Vino del espacio y así se lo hizo saber. No era humano, pero se parecía a ellos; en algunos momentos no había diferencias palpables, pero cuando se enfadaba, surgía su aspecto más aterrador. Aunque ella sabía calmarlo, con solo su dulce y susurrante voz lograba dormir al animal que llevaba dentro. 

La encontró en aquel gigantesco invernadero de árboles de todo tipo; se había enredado en una maraña de cables y no lograba soltarse. Aquellas cuerdas le resultaban desconocidas; debía de ser una tecnología alternativa, pero lo había atrapado. 

Ella acudió al oír el estruendo y, al verlo tan azorado y enredado, le dijo: "Espera, si sigues tirando así, te vas a hacer daño."

Después de aquel día, se sintió agradecido con ella, pero no así con el resto de los pobladores, que no lo veían del todo claro. Sabían que era diferente, sabían que en su interior anidaba una criatura bestial que, como lo cabrearan y no estuviera ella para calmarlo, los despedazaría de un plumazo.

M. D. Álvarez 

martes, 29 de abril de 2025

Recuerdos reprimidos.

Los recuerdos llegaban a borbotones, como un torrente furioso; llegaban en oleadas, mostrándole su identidad, su carácter manso, aunque a veces un poco irascible. No hallaba consenso con el carácter marcado por su familia, una unidad indisoluble e inquebrantable que volvía a su mente justo en el momento preciso, cuando más necesitaba sus recuerdos. Por ejemplo, el día en que la conoció y supo que sería la única en su corazón.

La necesitaba, al igual que sus recuerdos, que lo hacían tan especial y tan dócil con ella. La lucha interna que se estaba celebrando en su mente era aterradora y opresiva; le llevaba a cuestionarse si sería ético o responsable mostrarle sus recuerdos. Sabía que alguno de esos recuerdos la podría herir.

La decisión lo consumía. Cada recuerdo que emergía traía consigo un eco de risas y lágrimas, momentos que definían quién era. Un día, mientras se sentaban juntos en el jardín, él sintió el impulso de abrir su corazón. Mirándola a los ojos, comprendió que su amor merecía la verdad, incluso si eso significaba arriesgar su felicidad. “Hay cosas que debo compartir contigo”, murmuró, su voz temblando. Sabía que, al hacerlo, podría liberarse de sus cadenas internas y acercarse a ella como nunca antes.

Ella lo miró, sorprendida pero dispuesta a escuchar. “Estoy lista”, respondió con dulzura. En ese instante, ambos comprendieron que el amor podía superar cualquier sombra del pasado.

M. D. Álvarez 

lunes, 28 de abril de 2025

Testud.

Aquella cabeza era lo único que le quedaba; el cuerpo esbelto había sido inmolado después de haber sido decapitado ante su amada esposa y su tierno hijo. La otrora magna cabeza de su adorado esposo, cuyos dulces bucles morenos descansaban sobre el regazo de su amada esposa, no daba crédito a la dantesca acción que acababa de vivir. Aquel grupo de soldados había asesinado a su amado esposo cuando trataba de evitar un abuso por parte de ellos.

Estos, al ver el acto tan execrable que habían cometido, huyeron al percatarse de que los lugareños acudían a defender a aquel joven que trató de proteger a su amada esposa e hijo, quienes, con cara de susto, presenciaron el salvaje asesinato de su padre.

M. D. Álvarez 

domingo, 27 de abril de 2025

El eco de un corazón

¿Quién ha cogido mi frasco de colonia? —gritó él, envuelto en una toalla, recién duchado. Le faltaba tiempo; aún tenía que afeitarse antes de salir del cuarto de baño. Tras la puerta, sus amigos se reían; nunca lo habían visto tan excitado por una chica.

—No me hagáis salir, que me conozco —rió él, abriendo la puerta. Los pilló sonriendo.

—No os reiréis tanto cuando os dé una lección —dijo él, localizando el frasco en manos de uno de ellos. Envuelto en la toalla, se lanzó a por el pobre que no pudo esquivar su abrazo de oso.

—Está bien, está bien, toma tu frasco y termina de afeitarte que ya vas tarde.

Agarró el frasco y se perfumó. Después de terminar de afeitarse, se puso su mejor traje con chaleco a juego.

—A ver qué os parece, estoy bien —preguntó él a sus amigos.

—¡Woow! Estás hecho un pincel, eres una belleza —le dijeron sus amigos—. Ahora ve a por ella y no la dejes escapar —le dijeron sus amigos.

Él cogió su coche y fue a recogerla. Ella se quedó extasiada; nunca lo había visto tan guapo.

Se bajo del.coche y le abrió la puerta.  ¿Dónde vamos? le pregunto sin quitarle la vista de encima

Se bajó del coche y le abrió la puerta. ¿Dónde vamos? le preguntó sin quitarle la vista de encima.

Es una sorpresa, dijo él. Arrancando, condujo durante media hora hasta una cala salvaje que él había descubierto y había preparado una mesa ricamente decorada con el plato favorito de ella.

Le acercó la silla y le sirvió el manjar más delicioso y delicado: sabía que ella adoraba soufflé de pato con un chardonnay de Borgoña.

—Te acordaste, y del vino también. Eres una caja de sorpresas —refirió ella con una amplia sonrisa.  

Tras la cena, decidieron dar un paseo por la orilla. La luna iluminaba el mar y las estrellas parpadeaban en el cielo despejado. Él tomó su mano suavemente, y ella sintió un escalofrío de emoción recorrer su cuerpo.

—Gracias por esta noche —dijo ella en voz baja—. Ha sido mágica.

Fue entonces cuando el ambiente se volvió más serio; ambos sabían que estaban en un punto crucial de la noche. Ella se acercó un poco más, y él sintió que su corazón latía con fuerza.

—¿Puedo besarte? —preguntó él, rompiendo el silencio.

Ella asintió lentamente, y cuando sus labios se encontraron, fue como si todo encajara en su lugar. Fue un beso dulce y lleno de promesas; ambos sabían que esta noche era solo el comienzo de algo hermoso.

Tras aquel dulce beso, la llevó a su casa y la acompañó hasta la puerta.

—Buenas noches, dulce Angie —dijo él con ternura.

Ella lo besó cálidamente y después entró.  
—Hasta mañana, Romeo.

Él estaba que no cabía en sí de gozo y volvió a su cuartel, donde lo esperaban sus amigos, que con caras expectantes lo miraban.

—Que soy un caballero y no puedo comentar nada —dijo él al ver las caras de sus amigos.  

Sabían que era un chico muy especial; había perdido a sus padres cuando tan solo era un niño y había entrado a formar parte de un sistema de protección integral de niños hasta que fue adoptado por un maestro que lo acogió cuando contaba con tan solo cinco años. Después, cuando contaba con 18 años, se enroló en el ejército, donde hizo muy buenos amigos. Estos mismos amigos habían notado su cambio cuando conoció a aquella jovencita; estaba más centrado, más atento, y eso les parecía bien; sabían que necesitaba una pareja. Sabían que aquella relación lo haría feliz y ellos querían que él lo fuera.  

M. D. Álvarez

sábado, 26 de abril de 2025

Caperucita roja.

¿Por qué Caperucita Roja y no Caperucita Blanca? Os voy a contar la verdadera historia de Caperucita.

Esta dulce niñita no era ni dulce ni inocente, sino todo lo contrario, era desobediente e irascible. Por eso, cuando su madre la mandó a casa de su abuela al otro lado del bosque y le dijo que no se apartara del camino y no hablara con desconocidos, ella se internó en el bosque y se encontró con un lobo, que le preguntó: "¿A dónde vas con esa cesta?".

A lo que ella le respondió: "A ti qué te importa, lobo sarnoso y apestoso". Y sin mediar palabra, le asestó varios hachazos con el hacha que llevaba en la cesta.

Su preciosa capucha blanca se salpicó con la sangre del lobo... el color rojo le gustó y empapó su capucha con la sangre del animal, y desde aquel día se llamó "Caperucita Feroz", perdón, "Caperucita Roja".

M. D. Alvarez

viernes, 25 de abril de 2025

Noches de duelo literario.(R.E.C.)

Solo puedo encogerme de hombros y esperar a que oscurezca para poder salir a pasear mi genio innato. 

Me habían vapuleado sin misericordia, pero no me achanté; iría de nuevo a por el siguiente concurso nocturno, aunque esta vez la tenía a ella como escolta, abriéndole paso hasta la pista donde un malencarado escritor no sabía lo que se le venía encima. 

Con mi verbo fluido y mi lisongera lengua, lo borré de un diestro plumazo gracias a mi musa altanera que guarda mis espaldas. 

Esta vez si que si, no se me pudo escapar. Gracias a mi dominio y mi imaginación no volví solo y derrotado a mi lecho.

M. D. Álvarez

jueves, 24 de abril de 2025

Digno de Ascensión.

De dónde procedía aquella criatura de dos metros, cubierta por un pelaje espeso y oscuro, con una mirada desafiante de un color azul, nadie lo sabía. Se decía que había surgido de uno de los pasadizos que comunican este mundo con el mismísimo Seol. Nadie conocía su misión en la Tierra, pero ya hay quienes lo tachan de ser una criatura del mal.

Transcurrieron milenios hasta que aquel ser perdiera el miedo a la luz y se mostrara tal y como era: tenía un corazón noble e indómito. Al parecer, surgió de uno de los muchos calderos del diablo, pero por su carácter noble fue expulsado de la Gehena.

No había lugar para él en el abismo y los de arriba no tenían muy claro si lograría ascender, así que optaron por mantenerlo en la Tierra hasta que demostrara si era digno de ascender al reino de los cielos.

Hasta entonces, debería seguir vagando por la Tierra haciendo méritos para ser digno de ser recibido en la nueva tierra donde convivir con todo tipo de criaturas.

M. D.  Álvarez 

miércoles, 23 de abril de 2025

Su nombre.

Aquel tatuaje era una declaración de amor hacia ella, su mejor amiga y compañera, su nombre franqueado por dos dragones rampantes. En cuanto ella vio su espalda cubierta de apósitos, se asustó, pero él la tranquilizó diciéndole que era un tatuaje muy especial que mostraría sus verdaderos sentimientos. Ella se sintió intrigada, pero esperó 24 horas hasta que le cambiara los apósitos.

Al día siguiente, ella le quitó los apósitos y sintió una mezcla de amor y admiración por el gran gesto que su compañero había realizado por ella. Lo abrazó cuidadosamente y le colocó suavemente los apósitos.

—Eres encantador y te quiero por eso, dijó ella, besándolo con pasión. —Te lo voy a compensar", refirio, mordiéndose el labio y esbozando una sonrisa pícara.

—¿Te gusta? —preguntó él con una sonrisa nerviosa, observando su expresión.

Ella lo miró a los ojos, intentando encontrar las palabras adecuadas. —Es... impresionante —dijo finalmente—. Nunca pensé que harías algo así por mí.

Él se encogió de hombros, como si lo que había hecho no fuera gran cosa. —Siempre quise hacer algo especial. Sabía que significabas mucho para mí, y quería que lo supieras de una manera única.

Ella se acercó más, sintiendo el calor de su cuerpo. —Lo has hecho... realmente lo has hecho —respondió, su voz casi un susurro. 

El silencio entre ellos se llenó de una electricidad palpable. Su corazón latía con fuerza mientras pensaba en lo que significaba ese gesto. Era un paso hacia algo más grande, algo que ambos habían esquivado durante tanto tiempo.

M. D.  Álvarez 

martes, 22 de abril de 2025

El último aviso.

Al que dé un paso más en esa dirección no le auguro nada bueno, respondió él, mirándolos con desasosiego, pues sabía que no le harían ni caso.

Solo ella permanecía a su lado. A pesar de estar herido, se alzó con su gran envergadura y se lo volvió a advertir, pero no le escucharon. Se quedaron los dos esperando a que llegara el vehículo de rescate. Este llegó a los cinco minutos y los recogió.

El chofer no preguntó por la cara de dolor y la urgencia con la que ella lo apreciaba. Arrancó; si hubieran esperado dos minutos más, estarían muertos, ya que los que habían tomado aquel camino quedaron sepultados por una inmensa mole de rocas que se desprendió de los farallones. Él se lo había avisado varias veces, pero ellos ni tan siquiera le escucharon. 

Mientras el vehículo avanzaba, él miró por la ventanilla, perdido en sus pensamientos. Recordaba cada advertencia que había hecho, cada mirada despectiva que había recibido. ¿Por qué no le escucharon? La culpa se apoderaba de él. 

—¿Estás bien? —preguntó ella, tocando su brazo con suavidad.

Él asintió, aunque sabía que las cicatrices no solo estaban en su piel. —No sé si podré perdonarme —respondió con voz queda.

Ella se acercó más, su presencia cálida contrastando con el frío del miedo. —Lo importante es que estamos aquí, juntos. A veces las palabras no son suficientes para salvar vidas.

M. D. Álvarez 

lunes, 21 de abril de 2025

Calendario lunar

Nuestros nombres eran los meses del año lunar en el calendario agasir. Nuestro nacimiento fue concebido en contraposición al año solar, cuyos meses se creían todopoderosos. Lo que no sabían era que nuestro poder era muy superior al suyo; en cuanto nuestra naturaleza lunar se hacía presente, no había nada que nos parara. Robamos el sol e instauramos a nuestra madre, la luna, que nos nutría con su clara luz reflejada en las cristalinas aguas de las fuentes de donde bebíamos con asiduidad, fortaleciendo nuestro poder oscuro y arcano. Nada se interponía entre la luna y sus doce hijos, los cuales la izaron al trono lunar donde reinaba para el mayor honor y gloria de sus adorados doce hijos.  

M. D. Álvarez 

domingo, 20 de abril de 2025

Arcanos.

Ella consultó a los sabios arcanos qué podía hacer para llegar a su corazón. Estos le respondieron que buscara en los recuerdos de sus vidas anteriores, donde eran una pareja con un corazón unido. En el fondo, ya conocía la respuesta: siempre la amó, pero en la última vida no pudo evitar que la mancillaran y se sentía culpable.

—Mi vida, tú no tuviste la culpa de lo que me pasó en la otra vida. Lo único que anhelo son tus caricias y tu amor; solo quiero que vuelvas conmigo —le dijo con un hilo de voz al oído.  

Él tuvo un estremecimiento en el alma y recordó los momentos mágicos y maravillosos que tuvo con ella en pasadas vidas. La besó con ternura y le dijo al oído: "Yo solo quiero estar contigo, con nadie más."

M. D. Álvarez 

sábado, 19 de abril de 2025

El vacio.

Su inefable dualidad le daba dos posibilidades: renacer o extinguirse. 

No recordaba cuánto tiempo llevaba bajando por el cosmos en busca de quién sabe qué; solo él conocía los parámetros de su creación. 

Él dominaba la materia con la que se crean los mundos, pero ahora estaba inquieto; era susceptible a la manipulación. Tenía que seguir buscando algo que todavía le era vedado. 

Tras eones de búsqueda, vio un destello en un planeta lejano. Fuera de su camino, se dirigió a investigar y vio una espectacular criatura que inflamó su ya de por sí aguerrido corazón; había logrado encontrar su mitad, sin la cual nadie se sentía completo. 

Ella lo haría querer renacer una y otra vez para amarla, ya que su sino era encontrarse siempre.

Los que lo crearon así lo habían dispuesto: renacer una y otra vez, al igual que el universo que habitan las dos criaturas creadas de la sangre y materia estelar que los creadores aglutinaron en los seres más perfectos de su creación. 

Pero debían darle un acicate; tenían que dotarle de un instinto de búsqueda; debía hallar algo que llenara aquel vacío que atormentaba su existencia.

M. D. Álvarez 

viernes, 18 de abril de 2025

Big Crunch.

¿Qué había antes de existir nuestro universo? Eso nadie lo sabe, pero permítanme hacer una elucubración: ¿y si su nacimiento fue causado por la onda de retroceso de lo que hubiera habido antes? 

Y si nuestro universo tiene los días contados y está en remisión, ¿qué sucedería después de la implosión? ¿Surgiría otro universo o un ente superior se encargaría de hacer explotar el huevo cósmico y así eternamente?

Yo prefiero pensar que, en un principio, algo o alguien ideó una forma de energía que combinaba la oscuridad y la luz para fusionar ambas materias e imprimirles una presión aterradora que las llevara a unirse en un diminuto huevo. 

Luego, siguió comprimiendo más y más hasta que la presión fue insoportable, lo que provocó una explosión, y las materias antes unidas se separaron. Ahora vagan buscándose, pues su atracción fue programada para atraerse. 

Por eso, cuando dos entes diferentes chocan, terminan por unirse en una danza de psión eterna o hasta que el ser supremo les ordene regresar al principio y comenzar de nuevo con el ciclo de fusión.

M. D. Álvarez 

jueves, 17 de abril de 2025

El campanu.

En aquel recoveco se situó el pescador. Era uno de los muchos saltos de agua con los que debía enfrentarse. El primer ejemplar de salmón dorado llevaba unos tres saltos de agua cuando percibió un sugerente y jugoso gusano. Se lanzó en su persecución sin saber que estaba siendo atraído hacia una muerte segura, pero peleó como un jabato, luchando por un bocado suculento. 

Cuando lo tuvo en la boca, se percató de que no era un gusano cualquiera; se le enganchó en las agallas y, por mucho que luchara, no podía soltarse. La batalla fue épica: el salmón daba saltos mortales para tratar de soltarse y el pescador tiraba con fuerza. Cuando el salmón ya no tuvo fuerzas, fue izado. 

Al ver el ejemplar tan magnífico que había pescado, dijo: "Este es el primer campanu, pero como ha sido un gran luchador, te devuelvo al agua". Le quitó delicadamente el anzuelo y lo depositó en el cauce del río. 

Mal sabía el pobre pescador que, un par de saltos más arriba, el campanu se iba a topar con un gran oso grizzly que se lo comió sin contemplaciones.  

M. D. Álvarez

miércoles, 16 de abril de 2025

Misión fallida. 2da parte

Ella despertó lentamente, los ojos entreabiertos, y se encontró con él, que aún dormía a su lado. Su corazón se llenó de alivio al saber que estaba a salvo, pero el dolor de su sacrificio la golpeó con fuerza. Se levantó con cuidado, intentando no perturbar su sueño. Miró sus manos, ahora garras, y sintió una mezcla de admiración y tristeza.

Mientras se levantaba, recordó los horrores que había vivido en la guarnición. La imagen del licántropo la perseguía, pero también la del hombre que había arriesgado todo por ella. Decidida a no dejar que su sacrificio fuera en vano, tomó una decisión: debía regresar a la guarnición.

Salió de la habitación en silencio, sintiendo el peso de su misión. Sabía que él no aprobaría su plan, pero necesitaba enfrentarse a sus miedos y liberar a otros que pudieran estar sufriendo como ella lo había hecho. La oscuridad del pasillo la envolvió mientras avanzaba hacia la salida.

Al llegar a la entrada de la guarnición, se detuvo un momento para respirar profundamente. Recordó las palabras de él antes de entregarse a su furia: "No dejaré que nadie más sufra". Con esa determinación grabada en su corazón, cruzó el umbral.

La guarnición parecía diferente bajo la luz del día; los ecos de sus gritos aún resonaban en las paredes. Se movió con sigilo, buscando pistas sobre los prisioneros restantes. A medida que se adentraba más en el lugar, comenzó a escuchar murmullos y lamentos que le rompían el corazón.

Finalmente llegó a una celda donde encontró a varios cautivos, todos debilitados y asustados. Los miró a los ojos y les habló con firmeza: "He venido a rescataros. ¡Seguidme!" Sin dudarlo, comenzaron a seguirla.

Mientras escapaban, el sonido de pasos resonó detrás de ellos. Los centinelas habían notado su ausencia. Ella sintió cómo la adrenalina recorría su cuerpo; debía actuar rápido. Con un movimiento decidido, tomó una antorcha del suelo y la arrojó hacia las sombras donde estaban los guardias.

El fuego estalló en llamas voraces y el caos se desató. Ella guió a los cautivos hacia una salida secreta que había descubierto en sus días de prisión. Justo cuando estaban a punto de salir, un rugido ensordecedor resonó tras ellos: el licántropo había despertado y, al no verla en la cama del hospital, supo dónde había ido y la siguió.

Moviéndose rápidamente, ella empujó a los prisioneros hacia fuera mientras se enfrentaba al monstruo que había sido su salvador y su amigo. "¡Detente! No soy tu enemigo", gritó mientras intentaba razonar con él.

Sus palabras parecían atravesar la neblina de rabia que lo envolvía por un momento; sus ojos se encontraron y ella pudo ver destellos de reconocimiento en su mirada bestial. "¡Vuelve!", le ordenó ella con desesperación.

La lucha interna en él era palpable; podía sentirlo desgarrándose entre la bestia y el hombre que amaba. En ese instante crítico, ella dio un paso adelante y extendió su mano hacia él. "Recuerda quién eres", susurró. Él logró reconocerlo y su furia e ira se fueron calmando.

M. D. Álvarez 

martes, 15 de abril de 2025

Misión fallida.

Sus pensamientos estaban en otra parte y no lograba concentrarse en su tarea, pero debía hacerlo o los perdería a todos. Su trabajo era no dejar a nadie atrás, aunque la última vez estuvo a punto de perderlos a todos, y todo por una falta de cálculo. 

Sus fuerzas eran ilimitadas, o eso creía él. En su estado brutal, no podía contener sus fuerzas y podía herir gravemente. 

Solo había alguien capaz de apaciguar su furia y, por lo tanto, modificar su comportamiento, aunque la había perdido en la última misión. Decidió ir en su busca, ya que sin ella no sería más que un animal salvaje. 

La última ubicación donde la vio era un paraje inhóspito y agreste, lleno de cuevas y recovecos donde podían emboscarlo. Percibió su olor, pero también percibió a un formidable enemigo que la retenía. Bajo su forma bestial, localizó a los centinelas que guardaban la entrada y se deshizo de ellos fácilmente. Una vez dentro de la guarnición, se percató de que no había vigilancia; todos los efectivos se hallaban en un solo punto: el salón de juntas, en el mismo lugar en el que estaba ella y aquel enigmático ser.

Se encaminó hacia dicho lugar, sabiendo que era una trampa, pero no la dejaría en aquel atroz lugar. En su estado irracional, se deshizo de todas las tropas que había allí, pero lo que vio a continuación lo horrorizó y lo paró en seco: ella estaba encadenada, su mirada perdida en los horrores y abusos que había sufrido a manos de aquel descomunal hombre lobo. 

"Si te mueves, será lo último que veas", dijo el espantoso licántropo mientras la penetraba.

Aquello fue el punto de no retorno; su rabia y su furia se volvieron rojas. No hubo súplicas ni permiso; se lanzó como un dantesco y aterrador hombre lobo al cuello de aquel titánico lobo que, sorprendido, no tuvo tiempo de esquivar la mortal dentellada. Ella había perdido el conocimiento tras las penetraciones sucesivas de aquel salvaje licántropo. 

Después de destrozar a su adversario, se volvió hacia ella, que seguía inconsciente y encadenada. Rompió las cadenas y la recogió con cuidado y ternura; la trajo de vuelta a su hogar, pero ya no pudo ocultar su aspecto de hombre lobo: había sacrificado su humanidad por ella. 

Los que antes eran sus compañeros pensaron que él era el culpable del estado en el que había quedado ella y quisieron negarle el acceso a su habitación, pero ninguno le hizo frente y permaneció sentado a su lado. Hasta que se recuperara, tardara lo que tardara, permanecería junto a ella. 

Pasaron seis meses hasta que se despertó y lo vio a su lado, profundamente dormido, y supo que estaba a salvo; él la había rescatado. También se dio cuenta de que había sacrificado su forma humana y lloró amargamente; se sentía culpable de la pérdida. Ella decidió adentrarse en la guarnición sin esperar a los demás.

Continuará...

M. D. Álvarez

lunes, 14 de abril de 2025

La cañada real de la Manchica.

La trashumancia de cabras que parte desde La Manchica es una celebración que casi cae en el olvido, si no fuera por un gran escritor que quiso plasmar las vivencias de un pastor llamado Federico, quien se había tenido que ver con grandes peligros, no solo para él, sino también para sus exclusivas cabras de las mesetas. Eran cabras perfectamente adaptadas a la montaña; su denominación biológica es Capra aegagrus hircus.

Bueno, como iba contando, Federico y sus perros mastines recorrían todos los años, al acabar el verano, la ruta de la Cañada Real de la Mancha, donde debía enfrentarse a osos y linces que, al carecer de comida, atacaban a sus cabras y cabritillos.

Hubo una vez en que tuvo que hacerse el muerto cuando sus preciosas cabras fueron atacadas por un oso furioso. Menos mal que los grandes mastines protegieron a sus cabras exclusivas y él salió sin ningún rasguño. El escritor vivió de primera mano el encuentro con un gran oso que acabó pasando de las suculentas cabras y de sus guardianes. .

Federico, con el corazón aún latiendo con fuerza por el reciente encuentro con el oso, decidió que era hora de descansar. Sus mastines, fieles y valientes, se acurrucaron cerca de las cabras, vigilando atentamente cualquier movimiento en la oscuridad. La noche en la montaña era fría y silenciosa, interrumpida solo por el ocasional aullido de un lobo lejano.

A la mañana siguiente, Federico se levantó con el primer rayo de sol. Sabía que aún quedaba un largo camino por recorrer antes de llegar a los pastos de invierno. Las cabras, rejuvenecidas por el descanso, comenzaron a pastar mientras él preparaba un desayuno sencillo. El escritor, fascinado por la resiliencia de Federico y sus animales, tomaba notas rápidas, intentando capturar cada detalle de esta vida tan diferente a la suya.

El viaje continuó sin mayores incidentes hasta que, un día, al cruzar un estrecho desfiladero, se encontraron con un grupo de linces. Los felinos, hambrientos y desesperados, miraban fijamente a las cabras. Federico, sin perder la calma, ordenó a sus mastines que formaran un círculo protector alrededor del rebaño. Los linces, al ver la determinación de los perros, decidieron no arriesgarse y se retiraron lentamente.

Finalmente, tras semanas de arduo viaje, Federico y su rebaño llegaron a los pastos de invierno. El recibimiento fue cálido y festivo. Los otros pastores, inspirados por la valentía de Federico, comenzaron a considerar la posibilidad de retomar las antiguas rutas de trashumancia. 

El escritor, conmovido por la experiencia, prometió que contaría la historia de Federico y sus cabras para que nunca se olvidara la importancia de esta tradición milenaria en todos los pueblos adyacentes desde donde partía la rebaño de cabras de este afanado pastor.

M. D. Álvarez

domingo, 13 de abril de 2025

El dique.

Aquel invierno fue helador; nevó casi todos los días. Las cumbres estaban cubiertas por un manto blanco, el riachuelo permanecía congelado, pero en una de las vaguadas donde vivía una pareja de castores, el agua seguía fluyendo sobre el dique de contención. 

En cuanto llegara la primavera, el dique sufriría una drástica prueba con el deshielo, cuando tan magnífico caudal llegara en torrente y chocara con el dique y la madriguera de tan dulce pareja. El castor macho se afanaba en cubrir los huecos de su pequeña presa. 

Ella lo lamía con pasión, acicalándolo y cogía hierba fresca para poner en el nido para cuando nacieran sus pequeñines. Él asentó fuertemente los cimientos del dique para que aguantara el torrente de agua del deshielo.

M. D. Álvarez 

sábado, 12 de abril de 2025

La piedra del conocimiento

Él siempre se había considerado un espíritu audaz hasta que se topó con una gran piedra que le impedía avanzar. ¿Qué sentido tenía aquella gigantesca roca? Y, para colmo de males, la roca le hablaba, contándole los dimes y diretes de la ciencia. 

Y cuando creía que ya había terminado de hablar, retomaba su alaraca con chismes de todo tipo. Luego dicen que la piedra del conocimiento es inefable e infalible. 

No debería ser esta, porque su cantinela le estaba provocando un dolor atronador de cabeza. Lo que le obligó a tirar de su ingenio fue que se puso a escalarla mientras la charla seguía dale que te pego. Y cuando llegó arriba, dejó de hablar. 

Qué curioso, pensó él, si tan siquiera me hubiera decidido a escalarlo antes, no me habría puesto este intenso dolor de cabeza con tanta charla sin sentido.

M. D. Álvarez

viernes, 11 de abril de 2025

Entre el deseo y la cautela.

Su dulzura era tan tierna que no podía renunciar a ella, pero tenía que dosificar sus encuentros; un exceso de delicadeza lograría que bajara la guardia, dejando al descubierto sus defensas. Ella lo seducía con su meliflua voz; lo deseaba y nada ni nadie podría separarla de él.

Cada mirada era un pacto silencioso, un juego de sombras y luces que encendía su deseo. Sin embargo, la cautela lo mantenía alerta; sabía que un paso en falso podría desvanecer esa conexión. La ternura era un arma de doble filo, y él estaba decidido a no dejarse herir.

M. D.  Álvarez 

jueves, 10 de abril de 2025

Piel moteada.

Aquel sujeto tenía una particularidad: su epidermis le permitía camuflarse y no ser detectado en un bosque. Su piel moteada le permitía acercarse a sus adversarios sin ser detectado.

Aprovechando su habilidad, se movía con sigilo entre los árboles, sus pasos eran tan ligeros que ni siquiera las hojas secas crujían bajo sus pies. Cada vez que se acercaba a un adversario, su piel cambiaba de tonalidad, mimetizándose con el entorno. 

Los animales del bosque, acostumbrados a su presencia, no se alarmaban, lo que le permitía avanzar sin levantar sospechas. 

Una tarde, mientras acechaba a un grupo de cazadores furtivos, notó algo inusual. Uno de ellos llevaba un dispositivo que emitía un leve zumbido, y cada vez que se acercaba, su piel comenzaba a picar. 

Se dio cuenta de que el dispositivo podía detectar su camuflaje. Decidió retroceder y observar desde una distancia segura. 

Sabía que debía encontrar una manera de neutralizar esa amenaza si quería proteger el bosque y a sus habitantes.


miércoles, 9 de abril de 2025

La fotografía.

Su maravillosa sonrisa reflejaba su carácter afable y sincero. Su mirada de un azul intenso lo reflejaba absolutamente todo el amor que tenía por sus compañeros y, en especial, por ella. Aquel reencuentro con sus compañeros era el primero desde su regreso del más allá. No sabía por qué había regresado, pero cuando volvió, tenía una fotografía de ella en la mano.

Mientras caminaba hacia ellos, sentía una mezcla de nervios y alegría. Cada paso que daba le acercaba más a esos rostros familiares que tanto había extrañado. Sus compañeros, al verlo, se quedaron inmóviles por un instante, incapaces de creer lo que veían. Pero fue ella quien rompió el hechizo, corriendo hacia él con lágrimas en los ojos. 

"¡Estás aquí!", exclamó, abrazándolo con fuerza. Él la sostuvo, sintiendo el calor de su cuerpo y el latido acelerado de su corazón. La fotografía que aún sostenía en su mano cayó al suelo, revelando una imagen de ambos, tomada en un día soleado, lleno de risas y promesas.

"Volví por ti", susurró él, mirando profundamente en sus ojos. "No sé cómo ni por qué, pero sabía que tenía que regresar". 

El grupo se unió en un abrazo colectivo, sintiendo que, a pesar de todo, estaban completos de nuevo.

M. D. Álvarez 

martes, 8 de abril de 2025

El coqueto restaurante.

A él se lo ganaba por la comida; era un auténtico sibarita. Adoraba el buen comer; los platos más suculentos y afrodisíacos eran su perdición. Ella era una consumada chef, y cada día que lo veía pasar por delante de su restaurante, se moría de ganas de que él entrara a degustar sus platos. 

Un día lo vio observando la carta frente a su restaurante y se asomó discretamente, deseando que él entrara. Se decidió: aquel coqueto restaurante era uno de los que había estado estudiando. 

Su plato estrella eran las ostras belon, continuando con el wagyu tomahawk, una obra de arte cárnica, se deshacía en la boca como mantequilla, su sabor intenso y jugoso era un festín para el paladar. La guarnición de verduras en tempura, crujientes por fuera y tiernas por dentro, complementaba a la perfección el plato, creando una sinfonía de sabores en cada bocado., y de postre, su única debilidad: el arroz con leche a la merengue. Si no clavaba el postre, no volvería; pero ella preparó personalmente el arroz con leche a la merengue más delicioso de todos los que él había probado. 

Quiso felicitar al chef personalmente y se dirigió a la cocina, donde ella hacía fluir los platos más suculentos y deliciosos de todos los que él había degustado hasta el momento. En cuanto la vio, quedó perdidamente enamorado de sus bellos ojos verdes.

"Tienes unas manos prodigiosas", dijo él con vehemencia.

"Tan solo hago lo que me satisface" argulló ella con una sonrisa tímida. "Espero que todo estuviera a su gusto".

"He de decir que he disfrutado de todos los platos, pero el que verdaderamente me cautivó, el de arroz con leche a la merengue, me ha recordado al que me preparaba mi madre", dijo visiblemente conmovido.

M. D. Álvarez
 

lunes, 7 de abril de 2025

Nueva especie. 2da parte

Con el tiempo, la criatura comenzó a responder a las palabras de su anfitrión. Era como si las barreras que los habían escindido se desvanecieran, dejando espacio para una conexión más profunda. Él sentía que su corazón latía al unísono con el de la bestia, y en ese momento se dio cuenta de que su dolor no era solo suyo; era un sufrimiento compartido.

“Juntos, podemos ser más fuertes”, susurró, mientras sus manos temblorosas terminaban la fusión 

La mezcla sde sus esencias comenzó a tomar forma. Su anfitrión visualizaba un ser que no solo sería capaz de resistir los embates del mundo exterior, sino también de abrazar su propia vulnerabilidad. Un guerrero sabio y fuerte, capaz de luchar por lo que era justo, pero también por lo que significaba amar y proteger.

En ese instante mágico, comprendieron que no eran enemigos, sino aliados en una danza eterna. La lucha interna se transformó en un poderoso abrazo; juntos podrían desafiar todas las adversidades y encontrar la paz que tanto anhelaban.

M. D. Álvarez 

domingo, 6 de abril de 2025

Nueva especie.

Su piel se tensaba con cada torsión hasta resquebrajarse y dejar paso a una piel de terciopelo dorado. 

Su criatura interior se abría paso a cada retorcimiento de la fiera, por mucho que tratara de retenerla. Aquella salvaje criatura se revolvía y torturaba a su anfitrión, que finalmente, roto de dolor, dejaba a su bestia campar a sus anchas hasta que se desfogara y saciara sus apetitos más insanos. 

Y cuando, agotada, la criatura se durmiera, él recuperaría el control y devolvería a su brutal criatura a su encierro.


Pero esta vez, algo era diferente. La criatura, en su frenesí, había descubierto un nuevo deseo, uno que no se saciaba con la simple destrucción. 

Sus ojos dorados brillaban con una inteligencia renovada, y su anfitrión, aún en su dolor, sintió un atisbo de esperanza. Quizás, solo quizás, podría llegar a un acuerdo con la bestia. 

Mientras la criatura se movía con una gracia letal, él comenzó a susurrar, palabras de entendimiento y promesas de libertad controlada. 

La criatura se detuvo, sus orejas se alzaron, y por primera vez, escuchó. La batalla interna tomaba un nuevo rumbo.

La criatura, intrigada por las palabras de su anfitrión, se acercó lentamente, sus movimientos ahora más calculados y menos frenéticos. Él, sintiendo la oportunidad, continuó hablando en voz baja, prometiendo un equilibrio donde ambos pudieran coexistir sin dolor ni destrucción. 

La bestia, con sus ojos dorados fijos en los suyos, parecía considerar la propuesta. Lentamente, la tensión en su cuerpo comenzó a disminuir, y su piel de terciopelo dorado se suavizó. Por primera vez, la criatura no solo escuchaba, sino que también parecía comprender. 

Su anfitrión le ofreció coexistir sin dolor ni torturas; libertad sin aflicción. Su unión debía ser completa. El nuevo ser que nacería de su unión tendría la inteligencia y sabiduría del anfitrión, y la fuerza y velocidad de la criatura.

M. D. Álvarez 

sábado, 5 de abril de 2025

El potro.

Un majestuoso potro salvaje galopaba desaforado y desbocado, luciéndose ante las hembras, pero él solo pensaba en una en especial: una preciosa yegua de pelo rojizo. Ella se sentía atraída por aquel salvaje pero impetuoso semental. 

Este se debía enfrentar al líder de la manada; su pelea fue intensa. El potro se alzaba sobre sus patas traseras y coceaba con las delanteras, lanzando mordiscos al contrario. Este, al verse superado, se retiró huyendo, dejando al magnífico potro brincando con ligereza delante de la hembra que le gustaba. 

El potro, ahora victorioso, se acercó con cautela a la yegua de pelo rojizo. Sus ojos se encontraron y, por un momento, el mundo pareció detenerse. Ella relinchó suavemente, aceptando su presencia. El potro, con un aire de orgullo y ternura, rozó su hocico contra el de ella, sellando así su unión.

Juntos, galoparon hacia el horizonte, dejando atrás la manada. La yegua, sintiéndose segura y protegida, seguía al potro con confianza. A medida que avanzaban, encontraron un prado lleno de flores silvestres, donde decidieron descansar y disfrutar de su compañía.

El sol se ponía, pintando el cielo de tonos anaranjados y rosados. Bajo ese cielo, el potro y la yegua se prometieron estar juntos, enfrentando cualquier desafío que el futuro les deparara. Y así, en ese prado lleno de vida, comenzó su nueva aventura juntos.

M. D. Álvarez 

viernes, 4 de abril de 2025

Ecos de destrucción y redención.

Un oscuro deseo anidó en su subconsciente, un deseo inenarrable. Nadie podía descubrir su anhelo más dantesco. Si lo descubrieran, sus amigos, aterrorizados, lo evitarían como a la peste. Deseaba la destrucción del mundo por lo que le había ocurrido a su compañera; la quería con todo el alma. 

No pudo llegar a tiempo cuando aquellas espantosas criaturas la violaron salvajemente. Él fue quien la encontró herida y casi moribunda; la cuidó con todo el amor del mundo, pero cuando la tocaba, no podía evitar que ella se estremeciera de terror.

Los buscó con furia y desesperación. Los encontró cuando estaban a punto de huir en su nave espacial; su cólera no tuvo piedad con ninguno, los desmembró con tal violencia que los investigadores que acudieron al lugar donde estaban los cuerpos vomitaron hasta la primera papilla.

Él volvió junto a ella, que poco a poco iba tolerando el contacto físico, hasta que un día ella le dijo: "Gracias por cuidar de mí".

Debió ver algo en su mirada, pues lo abrazó con ternura; siempre había cuidado de ella.

La amaba en silencio, pero para ella sus sentimientos eran transparentes; no podía ocultarle nada, ni sus anhelos más atroces. Aunque no los compartía, ella lo comprendía.  

Le gustaba que fuera tan protector con ella y nunca le echó en cara que no pudiera defenderla de aquellas bestias; supo que las masacró por lo que le hicieron.

M. D. Álvarez 

Sorbete de lima.

Adoraba el sorbete de lima; su acidez contrastaba con su dulzura. Él, por sí mismo, era un caballero noble, encantador y atento. Sabía que ella quería algo dulce; sus niveles de glucosa en sangre estaban bajos y necesitaba su dosis de insulina. Así que pidió una chocolatina y un zumo de melocotón y se lo llevó a la mesa. Mientras ella saboreaba la magdalena y se bebía el zumo, él había ido a por el kit inyectable, ya que estarían fuera unas 12 horas.

—¿Has ido corriendo a buscar la insulina? —preguntó ella, viendo cómo jadeaba.

—Sí, además he ido a buscar un par de cosas más.

—Siéntate y tómate tu sorbete de lima —dijo ella, risueña. Sabía lo que había ido a buscar. El equipo completo de acampada lo había dejado en una de las consignas de seguridad que había en la estación de tren que se encontraba frente a la cafetería donde le esperaba ella.

Ella se midió los niveles de azúcar con la app y estaban dentro del rango; todavía faltaban diez minutos para que su tren saliera. Se iban de acampada al lugar que él había descubierto en un frondoso bosque. Amaban la naturaleza, esa sensación de libertad que tanto añoraban.

M. D. Álvarez 

jueves, 3 de abril de 2025

Atracción primaria.

Excitada por su sola presencia, se derretía por él, un magnífico ejemplar de licántropo en la flor de la vida.

Él la había detectado por su olor; olía a fresas y adoraba ese aroma, lo excitaba. Ella se sorprendió al ver que se dirigía a su escondite.

Intentó huir, pero se resistía a creer que la hubiera detectado. Para cuando se quiso dar cuenta, él estaba a su lado, la miraba con aquellos intensos ojos azules. "Adoro tu olor", dijo, olfateándola con delicadeza. Ella se ruborizó cuando él se acercó un poquito más. "Eres encantadora; tu rubor me atrae", dijo él, visiblemente excitado.

Ella lo acarició tímidamente; él se estremeció apasionadamente.

—¿De verdad? —preguntó ella, con un hilo de voz—. ¿Te gusta mi olor?

No solo tu olor, sino todo de ti. Tienes algo primario que me llama . Dijo él sonriendo mostrando los colmillos 

M. D. Álvarez 

miércoles, 2 de abril de 2025

Bajo el susurró del destino.

Su sola presencia y porte ejercían un deseo atormentado por tenerlo siempre a su lado.. :
Cada vez que sus miradas se cruzaban, el mundo a su alrededor desaparecía. La tensión en el aire era palpable, como si el tiempo se detuviera en ese instante, ella sentía un cosquilleo en el estómago, una mezcla de anhelo y miedo a lo desconocido.

Sabía que su corazón latía con fuerza, dictándole que se acercara, que rompiera la barrera de la timidez. Pero, ¿qué pasaría si él no sentía lo mismo? La incertidumbre la envolvía, pero el deseo de descubrirlo era más fuerte. En su mente, una historia de amor comenzaba a escribir sus primeros capítulos. 

A medida que los días pasaban, ella se perdía en sus pensamientos, imaginando cómo sería un encuentro más cercano. Cada conversación casual que tenían la llenaba de esperanza y dudas a la vez. Un día, mientras caminaban juntos por el parque, él se detuvo y miró hacia el horizonte, dejando escapar un suspiro profundo. Fue en ese momento que ella reunió valor y decidió dar un paso adelante.

—¿Te gustaría tomar un café algún día? —preguntó, su voz temblando ligeramente.

Él la miró con sorpresa, sus ojos brillando con una mezcla de sorpresa y alegría. La respuesta que había esperado tanto parecía estar al alcance de su mano. 

Ya estabas tardando, dijo él sonriendo.  

El corazón de ella dio un salto al escuchar esas palabras. La sonrisa de él iluminó su rostro, y por un instante, el mundo a su alrededor volvió a cobrar vida. 

—¿En serio? —preguntó ella, tratando de contener su emoción—. ¿Te gustaría?

—Claro que sí. He estado esperando que lo dijeras —respondió él, con un tono juguetón en su voz.

Esa tarde, acordaron verse en una pequeña cafetería del centro, un lugar acogedor con aroma a café recién hecho y suaves melodías de fondo. Al llegar, la ansiedad de ella se mezclaba con una chispa de emoción. Se sentó en una mesa cerca de la ventana, observando a la gente pasar mientras esperaba.

Cuando él llegó, su sonrisa era aún más radiante que antes. Se acomodaron en sus asientos y comenzaron a charlar sobre cosas cotidianas: sus trabajos, sus sueños y las pequeñas locuras que habían hecho en la vida. Cada palabra parecía acercarlos más, creando un puente entre sus corazones.

—¿Sabes? —dijo él mientras removía su café—. Desde que te conocí, he sentido que hay algo especial entre nosotros.

Ella sintió que el aire se le escapaba por un momento. La sinceridad en su voz la envolvió como un cálido abrazo.

—Yo también lo he sentido —admitió ella, su corazón latiendo con fuerza—. A veces me da miedo… pero no puedo evitarlo.

Él extendió su mano sobre la mesa y la tocó suavemente. Fue un gesto simple, pero cargado de significado. En ese instante, ambos supieron que estaban listos para avanzar un paso más en su relación 

M. D. Álvarez 

martes, 1 de abril de 2025

Sacrificio desinteresado.

La herida era más grave de lo que pensaban; se había puesto en la trayectoria de aquella flecha roja. Si no la hubiera interceptado, ella ya no estaría entre los vivos. Él se merecía aquel castigo. El dolor era insoportable; su cuerpo luchaba por sacarse la flecha del hombro, pero la punta estaba envenenada con una neurotoxina que, poco a poco, iba ralentizando su corazón. Ella lo descubrió casi sin respiración y ordenó un traslado urgente. Sabía de lo que sería capaz por cuidar de su equipo, hasta de ponerse en la trayectoria de aquella flecha roja.

“No te lo perdonaré si no vuelves conmigo”, le susurró al oído, su voz quebrada por la angustia, antes de que él perdiera el conocimiento

Su corazón se detuvo, pero ella no se lo iba a permitir; le hizo la reanimación y lo mantuvo vivo hasta la llegada al hospital, donde le suministraron un antídoto contra la neurotoxina. Estuvo en coma quince días. Ella permaneció a su lado, esperando a que despertara. Cuando despertó, la vio apoyada en la cama, durmiendo. Levantó la mano, depositándola delicadamente sobre su mano, lo que hizo que se despertara. Al verlo despierto, se echó a llorar desconsoladamente. 

Él se quitó la máscara de oxígeno y, con un casi exiguo hilo de voz, le preguntó: "¿Por qué lloras?"

"Si vuelves a hacer algo parecido, seré yo quien te mate". respondió ella secándose las lagrimas.

M. D. Álvarez