sábado, 24 de mayo de 2025

Ganas de vivir. 2da parte

Al día siguiente, sol brillaba intensamente, y el canto de los pájaros llenaba el aire. Ella y él se encontraron en la orilla del cenote, listos para su aventura. El amigo escéptico había decidido quedarse en casa, pero les prometió que no se preocuparía por ellos.

—¿Tienes todo lo que necesitamos? —preguntó ella, ajustándose la mochila en los hombros. 

—Sí, el diario, la brújula y un par de bocadillos por si nos da hambre —respondió él con una sonrisa pícara.

Nadaron de regreso al templete, donde la luz del sol iluminaba el antiguo pergamino. Al abrir el diario, sus corazones latían con emoción. La primera instrucción decía: "Dirígete hacia el lugar donde las sombras se alargan y el agua susurra secretos."

—Eso suena misterioso —dijo ella, mirándolo con curiosidad.

—Vamos a averiguarlo —contestó él, señalando hacia un sendero cubierto de hierbas que se adentraba en la selva.

Caminaron entre árboles altos y lianas colgantes, escuchando el murmullo del agua cercana. Después de unos minutos de exploración, llegaron a un claro donde un pequeño arroyo serpenteaba entre las piedras. 

—Aquí es donde las sombras se alargan —dijo él, mirando hacia el suelo donde los árboles proyectaban sus sombras.

Ella sonrió y se agachó para tocar el agua. De repente, notó algo brillante entre las piedras. Se acercó y sacó un pequeño objeto: era un medallón dorado con intrincados grabados.

—¡Mira esto! —exclamó ella emocionada.

—Eso podría ser parte del tesoro —dijo él con ojos brillantes.

Mientras examinaban el medallón, encontraron otra pista grabada en su interior: "Sigue el camino del eco y escucha lo que la naturaleza tiene que contar."

—El eco... ¿quizás debemos gritar? —sugirió ella.

Él rió y gritó: “¡Hola!” Su voz resonó entre los árboles, creando un eco encantador.

—¡Escucha! —dijo ella al oír una respuesta lejana. 

Decidieron seguir el sonido, que los llevó a una cueva oculta detrás de una cascada. La entrada estaba cubierta de musgo y flores silvestres. Con cuidado, entraron en la cueva iluminada por destellos de luz que se filtraban a través de las grietas.

Dentro encontraron antiguos grabados en las paredes y más objetos perdidos en el tiempo: urnas decoradas y herramientas de los ancestros. En el centro había un altar donde reposaba un cofre polvoriento.

—¿Crees que este es el gran tesoro? —preguntó ella con emoción contenida.

Él asintió mientras abría lentamente la tapa del cofre. Dentro había joyas brillantes y un mapa antiguo que parecía indicar más aventuras por venir.

—Esto es solo el comienzo —dijo él con una mirada decidida. Sus ganas de vivir seguían más presentes que nunca, y ella lo amaba por ello.

Se había sobrepuesto a graves enfermedades que los médicos no se explicaban; cómo podía estar vivo. Aquella aventura junto a ella lo hacía sentir más vivo que nunca.

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