sábado, 31 de mayo de 2025

Destrezas inesperadas.

Por lo visto, no habían visto de lo que era capaz con un tenedor de plástico, pero no le quedaba más remedio que demostrar sus destrezas con aquel asaltante. Este se levantó y se acercó al pobre incauto, lo cogió del cuello y le susurró al oído:

—Como no desaparezcas de mi vista en menos que canta un gallo, te demostraré mis destrezas con el tenedor de plástico, y creo que no te gustaría perder un ojo u otra cosa, ¿no crees?

El aterrorizado asaltante percibió un cambio en su mirada, antes dulce y mimosa con ella, y ahora salvaje y furibunda con él. Decidió que era mejor no esperar a que aquel joven desplegara sus destrezas llevándose un ojo u otra parte de su cuerpo y salió huyendo.

Por dónde iba, refirió él cortésmente, volviendo al picnic donde ella había asistido con visible admiración a las dotes de persuasión de su compañero. Ella le sirvió una generosa porción del dulce pastel que había hecho exclusivamente para él y no pudo menos que mostrar su dulce sonrisa. Él estaba cautivado por su sonrisa y le regaló una de las pocas sonrisas incisivas.

Estaba cayendo la tarde cuando decidieron volver; empezaba a refrescar, así que se quitó su suéter y se lo ofreció a ella, que, agradecida, se lo puso.

M. D. Álvarez 

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