Ella se acercó aún más, sus ojos reflejando una mezcla de valentía y ternura. Él, sintiendo su presencia tan cerca, notó cómo su furia comenzaba a desvanecerse, reemplazada por una calma inesperada. Sus manos, que antes temblaban de rabia, ahora se relajaban al contacto con la piel suave de ella.
"¿Por qué haces esto?" preguntó él, su voz apenas un susurro.
"Porque veo en ti algo más que la bestia que todos temen," respondió ella, sin apartar la mirada. "Veo a alguien que lucha contra su propia naturaleza, alguien que necesita ser comprendido y aceptado."
Sus palabras resonaron en él como un eco lejano, despertando recuerdos de un tiempo en el que no era consumido por la ira. Poco a poco, comenzó a confiar en ella, permitiendo que su presencia lo guiara hacia una paz que creía perdida para siempre.
Ella era su calma y su anhelo más dulce, así que avanzó un paso hacia ella y la abrazó con ternura. Él sería suyo para siempre; con ella, la ira y la furia darían paso a la calma y el sosiego.
M. D. Álvarez
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