Por ella descendería a los infiernos y lucharía con toda su alma. Se la habían arrebatado violentamente, se la habían arrancado de sus brazos. Pero conocía un lugar por donde acceder al reino de las sombras e iría a rescatarla.
Movería cielos y tierra para recuperar su amor. Nada ni nadie lograría detenerlo en su empeño. No sabían con quién se estaban metiendo, ni a quién se habían llevado.
Vago hasta llegar al oscuro palacio del dios del inframundo. El propio Hades tuvo que dar su brazo a torcer. Aquel no era un individuo cualquiera.
Tenía la luz del universo sobre él y no podría negarle nada. Proserpina lo condujo hasta ella, y cuando lo vio aparecer, corrió hacia él. Sabía que nunca la dejaría sola. Volvieron, pues nadie osó plantarles cara. Sabían que los fulminaría con una sola mirada.
M. D. Alvarez
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