A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias y sabía cómo hacérmelo pagar. Cada vez que me entrometía, tenía que estar dispuesto a apechugar con las consecuencias.
Pero en esta última ocasión metí la pata hasta el fondo y le costó la vida. ¡Cómo iba yo a saber que estaba de incógnito!
M. D. Alvarez
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