Bajo aquellos increíbles ojos azules y su sonrisa que dejaba ver una hilera de blancos dientes perfectos, se escondía aquel chiquillo tímido, del que nadie creía que llegaría a nada. Ahora volvía convertido en un joven apuesto, héroe de mil batallas no derrotado jamás. Los que no creyeron en él decían que no era el mismo.
Se había retirado a las montañas, donde el viento susurra secretos ancestrales y la nieve se aferra a los pinos como un manto de pureza; él encontró su refugio. Las cumbres heladas le enseñaron a escuchar, a comprender los susurros del viento y los crujidos de la nieve bajo sus botas. Aprendió a dominar su cuerpo, a moverse con la gracia de un felino y la fuerza de un huracán.
No como un vengador, sino como un faro de esperanza. Así, bajo el cielo estrellado, él seguía su camino. Sus ojos azules, ahora más intensos que nunca, miraban más allá de las montañas. El mundo estaba a salvo mientras él continuaba su labor en las sombras.
M. D. Alvarez
No hay comentarios:
Publicar un comentario