Y dio otro bocado al fruto de aquel majestuoso árbol tenebroso y lobrego; su sabor embriagador tentó a Adruel, quien no pudo negarse al ofrecimiento de su hermosa Erielin.
Una criatura de las tinieblas lo observaba todo desde una rama del árbol sombrío, conocedora de lo que ocurriría a continuación.
Un ser oscuro, de semblante cetrino, llegado desde lúgubres y melancólicas estancias, los expulsó por no haber pedido permiso, a pesar de saber que había sido la extraña criatura.
Los dos se vieron solos en un mundo sin piedad y con dolor. Adruel plantó las semillas del fruto que le había ofrecido Erielin.
De forma portentosa surgió un magnífico árbol con una gran cantidad de frutos con los cuales pudieron alimentarse los dos, y sus futuras generaciones.
M. D. Alvarez
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