Una noche, mientras él estaba en una base militar en Corea del Norte, la conexión se cortó repentinamente. Ella sintió un escalofrío recorrer su espalda. Con el corazón acelerado, intentó volver a conectarse, pero no había señal. La incertidumbre la envolvió como una sombra.
Al día siguiente, recibió un mensaje de texto: "No puedo hablar. Hay problemas aquí. Pero todo estará bien." La preocupación la consumía. ¿Qué problemas? ¿Estaba realmente a salvo?
Decidió hacer algo al respecto. No podía quedarse de brazos cruzados mientras él enfrentaba riesgos desconocidos. Se reunió con algunos amigos y comenzó a investigar sobre la situación en Corea del Norte. Con cada artículo que leía, se daba cuenta de lo grave que era todo.
Mientras tanto, él lidiaba con las presiones del entorno hostil. Las noches eran frías y solitarias; los días, tensos y llenos de vigilancia constante. Sin embargo, cada vez que pensaba en ella, una chispa de esperanza iluminaba su mundo gris.
Una semana después de la desconexión, logró restablecer la comunicación. Su rostro apareció en la pantalla y ella sintió que podía respirar de nuevo.
—¿Qué pasó? —preguntó ella con voz temblorosa.
—Solo un pequeño inconveniente —respondió él con una sonrisa forzada—. Pero estoy bien.
Ella notó su mirada cansada y preocupada. Sabía que no le estaba contando toda la verdad.
—Prométeme que serás cuidadoso —dijo ella, tratando de mantener la voz firme.
—Lo prometo —contestó él—. Y tú cuídate también. Si algo pasa aquí... no quiero que te pongas en peligro por mí.
Ella asintió, aunque sabía que haría lo que fuera necesario para protegerlo desde donde estaba.
M. D. Álvarez
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