sábado, 20 de septiembre de 2025

El joven licántropo.


Su hermosa cabellera negra lo convertía en un ejemplar casi único, pero lo que lo hacía verdaderamente excepcional eran sus intensos ojos azules. Todas las noches de luna llena, se transformaba en un precioso ejemplar de licántropo de ojos azules, una auténtica rareza. Por eso, ella lo vigilaba; no quería que le dieran caza. Era suyo y no permitiría que ninguna loba le echara la zarpa encima.

Lo descubrió en una fría laguna. Mientras él se bañaba, ella lo observaba con deseo, pero no se atrevió a acercarse. En un momento, él se sumergió en la fría laguna y emergió en su forma natural: un hermoso hombre lobo que se sacudió como un gran perro, secando su pelo. Él la descubrió observándolo y se acercó hacia ella. Parecía paralizada, pero no tenía miedo. Él se aproximó cauteloso; ella extendió la mano y él la olfateó. Reconoció ese olor que lo había estado oliendo desde hacía meses; era un olor que le atraía. Ella permaneció paralizada, pero estaba segura de que no le haría nada. Poco a poco, él se fue retirando y se adentró en el bosque. Tardó cinco minutos en reaccionar; la había mirado directamente a los ojos con una mirada cálida llena de pasión.

Ella, sintiendo el latido acelerado de su corazón, decidió que no podía dejarlo ir tan fácilmente. Con un impulso inesperado, se adentró en el bosque tras él, guiada por la conexión que había sentido en esos breves momentos. El aire fresco de la noche la envolvía mientras avanzaba entre los árboles, sus pasos suaves y cautelosos.

A medida que se adentraba más en el bosque, comenzó a escuchar el crujir de las ramas y el susurro del viento entre las hojas. De repente, se detuvo. Delante de ella, en un claro iluminado por la luna llena, él estaba erguido, en su forma lupina. Sus ojos azules brillaban intensamente bajo la luz lunar, y su cuerpo musculoso se movía con gracia y poder.

—¿Por qué me sigues? —preguntó él, su voz resonando como un eco profundo.

—No puedo dejarte solo —respondió ella con firmeza—. Siento que hay algo entre nosotros, algo que no puedo ignorar.

Él la miró con curiosidad, como si estuviera tratando de descifrarla. La tensión en el aire era palpable; ambos sabían que estaban cruzando un umbral peligroso.

—No soy como los demás —dijo él finalmente, su voz grave llena de advertencia—. Hay quienes me quieren muerto por lo que soy.

Ella dio un paso adelante, desafiando la advertencia. —No me importa lo que digan los demás. Quiero ayudarte.

La mirada intensa de él se suavizó un instante y ella vio un destello de esperanza en sus ojos azules. Pero también había miedo; miedo a perderla y a lo que realmente era.

—No puedes protegerme —murmuró él—. Soy una criatura salvaje.

—Quizás lo seas —respondió ella con una sonrisa desafiante—, pero eso no significa que no pueda intentar hacerlo.

Él se quedó en silencio por un momento, contemplando sus palabras. La luna llena iluminaba el claro y parecía bendecir su encuentro. Finalmente, dio un paso hacia ella.

—Si decides quedarte… tendrás que estar lista para enfrentar lo que venga.

Ella asintió, sintiendo una mezcla de emoción y temor ante lo desconocido. Pero sabía que estaba dispuesta a arriesgarlo todo por él.

M. D. Álvarez 

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