domingo, 21 de septiembre de 2025

Código de acceso.

La música sonaba cadenciosamente, reiterando los golpes de su cabecero. Lo tenían atado y lo golpeaban inmisericordemente al ritmo de "Tubular Bells". Ella trataba de desatarse para socorrerlo; él no se defendía, es más, parecía no querer luchar. Lo habían sorprendido en su casa mientras cenaban. Intentó defenderla, pero lo inmovilizaron y comenzaron a golpearlo sin compasión. Le preguntaban sobre los códigos de acceso, pero si se los daba, no los dejarían vivos a ninguno de los dos.

Ella logró soltarse y cogió el arma que tenía en la mesita de noche, disparó sobre el que lo estaba golpeando y se encaró con el jefe, que, perplejo, no se le ocurrió otra cosa que menospreciarla. Ella, viendo todo el dolor que su compañero había sufrido, le descerrajó un tiro entre ceja y ceja, corrió a socorrer a su compañero, lo desató y ayudó a incorporarlo. 
No podía darles los códigos de acceso, ¿lo comprendes? —dijo él con un hilo de voz. 

—Lo sé, mi vida. Respondió ella preocupada.

Ella ayudó a su compañero a levantarse, sus manos temblaban de adrenalina y miedo. El sonido del golpe sordo de los cuerpos al caer al suelo resonaba en sus oídos, pero no había tiempo para sentir piedad. Rápidamente, se asomaron por la puerta entreabierta. La casa estaba en silencio, pero sabían que no podían bajar la guardia; los cómplices del jefe podrían estar acechando.

—¿Estás bien? —preguntó ella, su voz apenas un susurro.

Él asintió, aunque el dolor era evidente en su rostro. Tenía un corte profundo en la ceja y su camisa estaba manchada de sangre. 

—Necesitamos salir de aquí —dijo él, tratando de mantenerse firme a pesar de las heridas—. No podemos quedarnos. Si han venido por los códigos, no se detendrán aquí.

Ella miró hacia la ventana, donde las sombras se alargaban con la caída del sol. La idea de huir era aterradora, pero sabía que debían actuar rápido. Se acercó a la mesita de noche y tomó el teléfono móvil, que había quedado intacto en medio del caos.

—Podría llamar a la policía —sugirió, pero él le tomó la mano.

—No hay tiempo para eso. Si lo hacen, podrían llegar tarde o ni siquiera venir. Necesitamos un plan —dijo con determinación.

Mientras discutían sus opciones, escucharon un ruido proveniente del pasillo: pasos pesados que se acercaban rápidamente. Ella sintió que el corazón le latía desbocado.

—¡Rápido! —exclamó y lo condujo hacia el baño, cerrando la puerta detrás de ellos. 

En el pequeño espacio, ella respiraba con dificultad mientras él intentaba encontrar una salida alternativa. Miró alrededor: había una ventana pequeña en lo alto de la pared.

—No puedo alcanzarla —dijo él frustrado.

Ella frunció el ceño y buscó algo para ayudarle a subir. Encontró un taburete y lo empujó debajo de la ventana.

—Sube —ordenó con firmeza—. Yo te cubro.

Él dudó un instante, pero sabía que no había otra opción. Se subió al taburete y ella se preparó detrás de la puerta, lista para actuar si alguien entraba.

Cuando él logró abrir la ventana y mirar hacia afuera, vio que estaban en el segundo piso. Abajo había un pequeño jardín y una valla baja que parecía ser su única vía de escape.

—¡Voy a saltar! —gritó él mientras se preparaba para descender.

Ella sintió un nudo en el estómago; no quería dejarlo ir solo, pero sabía que era necesario. 

—Te seguiré —respondió decidida.

Con un último vistazo hacia atrás, él se lanzó al vacío y aterrizó con un golpe sordo sobre el césped blando. Se giró rápidamente para asegurarse de que estaba bien y le hizo señas para que saltara.

Ella respiró hondo y siguió su ejemplo. El aire fresco le dio una sensación momentánea de libertad mientras caía sobre él con suavidad. Pero antes de que pudieran reaccionar, escucharon voces acercándose desde dentro de la casa.

—¡Rápido! ¡Por aquí! —dijo él mientras tiraba de ella hacia la valla.

Saltaron juntos y corrieron hacia las sombras del jardín trasero, sintiendo cómo la adrenalina les corría por las venas mientras se alejaban del horror que habían dejado atrás.

Pero sabían que esto solo era el comienzo; su lucha por sobrevivir había comenzado realmente.

Continuará...

M. D. Álvarez 

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