martes, 16 de septiembre de 2025

El holding.

Él dormía profundamente; su respiración era tranquila y pausada. Estaba satisfecho con todo lo que había logrado el día anterior: había conseguido a la chica de sus sueños, se había hecho con el liderato de un gran holding empresarial y había destituido al jefe de seguridad por tocamientos inadecuados a su secretaria personal. 

Era una de las pocas ocasiones en que todo había salido rodado. Su ático en el Empire State Building era lo más codiciado; sus vistas inigualables de la ciudad de Nueva York eran uno de los fetiches de él. Todas las chicas a las que llevó a su ático cayeron rendidas ante aquellas vistas, pero ahora solo había una mujer en su vida y todo ello a la tierna edad de los 18 años.

Mientras él disfrutaba de su sueño reparador, la luz del amanecer comenzaba a colarse por las grandes ventanas del ático, iluminando suavemente la habitación. Ella, aún despierta, observaba cómo los primeros rayos del sol acariciaban su rostro. Había algo en su paz que la hacía sentir segura, como si el mundo exterior no existiera.

Sin embargo, a medida que el sol ascendía, sus pensamientos se tornaban más inquietos. La felicidad de haber conquistado a la chica de sus sueños estaba empañada por el peso de las decisiones que había tomado. ¿Realmente había hecho lo correcto al destituir al jefe de seguridad? Aunque sus motivos eran justos, sabía que en el mundo empresarial las acciones tenían repercusiones inesperadas.

Decidió levantarse y preparar un desayuno especial. Mientras el aroma del café recién hecho llenaba el aire, recordó cómo habían llegado hasta aquí. Desde su primer encuentro en una gala benéfica hasta las largas conversaciones sobre sus sueños y ambiciones; nunca había sentido una conexión tan profunda con alguien.

Cuando él despertó, se encontró con la mesa elegantemente preparada: croissants, frutas frescas y el café humeante en su taza favorita. Al verla sonreír, una oleada de felicidad lo invadió. "¿Qué celebramos hoy?", bromeó mientras se acercaba a ella.

"Simplemente la vida", respondió ella, y sus ojos brillaron con complicidad. Pero en su interior, sabía que había desafíos por venir. La destitución del jefe de seguridad había creado un vacío que no tardaría en ser llenado por alguien menos benevolente.

Mientras desayunaban, ella decidió compartir sus preocupaciones. "¿Qué pasará ahora con tu empresa? La gente no suele aceptar cambios tan fácilmente". Él tomó un sorbo de café y se quedó pensativo. "Tienes razón... pero estoy dispuesto a enfrentar cualquier desafío. No puedo permitir que el miedo me detenga".

La conversación fluyó entre risas y momentos serios, pero ambos sabían que el camino por delante no sería fácil. A medida que terminaban el desayuno, un mensaje inesperado llegó a su teléfono: un aviso sobre una reunión urgente con los altos ejecutivos de la empresa.

El corazón de él se aceleró. "Parece que mi día acaba de volverse más interesante", dijo con una mezcla de emoción y nerviosismo. Se vistió y se dirigió hacia la sala de juntas, que se encontraba dos pisos más abajo, donde lo estaban esperando los altos ejecutivos con malas caras. No sabían con quién se estaban metiendo; él era uno de los tiburones mejor valorados en las altas esferas de la bolsa, y si le daban problemas, había una cola de jóvenes emprendedores que se morían de ganas de trabajar con él.

M. D.  Álvarez 

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