viernes, 30 de agosto de 2024

La sorpresa.

Con una piruleta como único consuelo y alivio, salieron por la puerta desconchada de la enfermería con caras asustadas, pálidos como la muerte. 

Afortunadamente, afuera sus amorosas madres los esperaban, acogiéndolos en cálidos abrazos y colmándolos de besos. 

Les decían que habían sido muy valientes y no habían rechistado, ni pataleado al extirparles las amígdalas sin anestesia. Al llegar a casa, otra sorpresa los aguardaba: una tarrina de helado solo para ellos. 

El valor demostrado por aquellos chiquillos había sido gratamente recompensado.

M. D.  Alvarez 

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