miércoles, 28 de agosto de 2024

Etéreos e ingrávidos.

Flotaba etéreo e ingrávido, suspendido en el espacio, el último de su especie. Solo alguien lo suficientemente fuerte podría enfrentarse a él. Pero permanecía en reposo, asistido por la tecnología ancestral, hasta que las fuerzas del mal amenazaran el diminuto planeta azul.

Sus compañeros, guerreros valientes, habían caído uno tras otro ante un espécimen desconocido. Sus cuerpos yacían esparcidos a sus pies, víctimas de una criatura sin piedad. Aún faltaban unas horas para que el campeón despertara, y ella estaba allí, a su lado. La mujer cuyos ojos lo reconocerían en cuanto abriera los suyos. Haría cualquier cosa por ella, incluso enfrentarse a los demonios del infierno.

La reanimación llegó, y el campeón volvió a la vida. Su velocidad era endiablada, su fuerza física sobrenatural. Podía modular su cuerpo, adaptarse a cualquier situación. La criatura que había masacrado a sus compañeros no era rival para él. La lucha fue breve y brutal. La criatura intentó huir, pero el campeón la atrapó. Ahora yacía junto a los caídos, víctima de su verdugo.

Miró a la mujer que había esperado por él. Sus ojos se encontraron, y ella sonrió. Juntos protegerían el planeta azul y honrarían la memoria de los caídos. Porque él no era solo un guerrero, sino también un guardián de la esperanza.

M. D.  Alvarez 


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