lunes, 26 de agosto de 2024

En el claro del bosque.

El atardecer se desvanecía tras las colinas, tiñendo el cielo de tonos rojizos y dorados. En el corazón del bosque, donde la luz apenas penetraba, se encontraba un claro cubierto de césped alto y oscuro. Los lugareños lo llamaban "El Césped Tenebroso".

Cuenta la leyenda que una criatura acechaba en ese lugar. Una criatura que no pertenecía a este mundo. Se decía que tenía ojos brillantes como brasas y garras afiladas como cuchillas. Nadie sabía qué era exactamente, pero todos coincidían en que era maligna.

Un día, un joven aventurero decidió desafiar el miedo y descubrir la verdad detrás de la leyenda. Armado con una espada y una antorcha, se adentró en el Césped Tenebroso. El viento soplaba entre los árboles, susurros inquietantes que parecían advertirle.

El césped crujía bajo sus botas mientras avanzaba. La oscuridad se cerraba a su alrededor, y las sombras parecían cobrar vida. Él sintió que algo lo observaba desde la maleza. Su corazón latía con fuerza, pero no se detuvo.

Finalmente, llegó al centro del claro. Allí, entre las hierbas altas, vio los ojos brillantes de la criatura. Eran como dos luciérnagas rojas en la noche. La criatura emergió lentamente: un ser alto y delgado, con piel escamosa y alas membranosas.

—¿Quién eres? —preguntó Erik, tratando de mantener la calma.

La criatura sonrió, revelando dientes puntiagudos.

—Soy el guardián del Césped Tenebroso —dijo con una voz que resonaba en el aire—. Protejo este lugar de los intrusos.

—¿Por qué? ¿Qué hay aquí?

—Un portal —respondió la criatura—. Un portal a otros mundos. Aquí convergen realidades, y yo soy su guardián. Pero tú no deberías estar aquí.

Él recordó las historias de personas que habían desaparecido en el Césped Tenebroso. ¿Habían cruzado el portal sin saberlo?

—¿Puedo volver? —preguntó Erik.

La criatura negó con la cabeza.

—Una vez que entras, no hay vuelta atrás. Pero puedo ofrecerte un trato. Si me das algo de tu mundo, te permitiré regresar.

Nuestro aventurero  pensó en su hogar, en su familia. ¿Qué podría ofrecer?

—Acepto —dijo al fin.

La criatura extendió una garra hacia él. El joven  sacó un mechón de su cabello y lo entregó. La criatura sonrió y desapareció en las sombras.

Él se encontró de nuevo en el claro, pero algo había cambiado. El césped ahora brillaba con una luz tenue, y el viento traía ecos de otros lugares. Había cruzado el portal.

Desde entonces, el joven viaja entre mundos, explorando realidades desconocidas, mundos olvidados. Pero siempre regresa al Césped Tenebroso al atardecer, donde la criatura lo espera, hambrienta de historias y secretos.

M. D. Álvarez 


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