viernes, 30 de agosto de 2024

El sacrificio filial.

En la oscuridad de la noche, la luna menguante apenas iluminaba la mansión abandonada. El viento aullaba a través de las grietas en las paredes, como un lamento ancestral. El joven aprendiz buscaba denodadamente un remedio para su madre.

Un día, encontró un antiguo grimorio en el desván. Sus páginas amarillentas prometían satisfacción eterna a cambio de un sacrificio. El joven no dudó. Siguió las instrucciones al pie de la letra: arrancó su propio corazón y lo depositó en un cáliz de plata. Se lo ofrecio a su anciana madre que bebio la poción resultante y sintió un éxtasis indescriptible.
 
La satisfacción fue indescriptible. Su cuerpo se volvió voluptuoso, rejuvenecido. La inmortalidad tenía un precio, y él lo había pagado; ahora vagaba como un espectro. 

La mansión susurraba su sacrificio, y el joven no lamentaba su elección; es más, su amada madre lo había librado de numerosos peligros. Era hora de devolverle el favor.

M. D. Álvarez 

No hay comentarios:

Publicar un comentario